CAPITULO 3

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Me desperté cuando oí mucho ruido en la sala. Otra vez la gente estaba entrando y ocupando sus puestos. ¿Había otro juicio? ¿Me iban a dar latigazos?

Era mi cumpleaños y era el peor día de mi vida. No era justo, nada de esto lo era. Cumplía 18 años y en ved de tener independencia tenía todo lo contrario. ¿Irónico cierto? 

Sam entró el último con un chico agarrado por los brazos y muy golpeado. Lo tiró al suelo hasta que estuvo de rodillas.

-Saca tus alas traidor. Y veamos la verdad tras ellas.-Exigió Sam.

El se quitó la camiseta y de su espalda se abrieron dos incisiones de las que salieron dos alas enormes, tan negras como el carbón.

Sam extendió un brazo hacia la pared y con el otro toco el sitio de donde salían las alas. En la pared se empezaron a proyectar imágenes de más como el. Oscuros supuse. Creo que Sam controlaba las imágenes que se veían, ya que tenía los ojos en blanco y se movían como si estuviese viendo algo. 

Una de las imagines paró en ved de pasar a la siguiente. Solté una exclamación ahogada. 

En ella salía yo, pero no era yo del todo, era como un yo muy oscuro y malvado. Me estaba besando con un hombre guapo, pero a la vez asqueroso, tenía unos ojos negros como pozos. 

El oscuro me miró y puso cara de asombro. Pero la disimuló rápidamente con una sonrisa burlona. 

-¿Así que te atraparon eh?-Preguntó.

-¡Yo no soy ella!-Dije con las pocas fuerzas que me quedaban.- ¡Tu sabes que yo no soy ella! 

-¡Callaos!- Dijo Melisa desde su trono.

Sam aparto la mano de la espalda del oscuro y lo levantó.

-Llevarlo al calabozo.-Dijo Sam.

Un hombre se levantó y arrastro al oscuro hasta la puerta donde desaparecieron. Después, Sam se volvió hacia mi.

-¿Con que no eras tu eh?-Preguntó.

No tenía ganas de volver a explicarles que esa no era yo. Que se habían equivocado.

-¿Por qué no me habéis llevado a mi a los calabozos y me habéis metido en su lugar en esta jaula?-Pregunté.

-Porque no hemos acabado contigo. Te quedan muchos latigazos por recibir. -Contesto Sam.

Max abrió mi jaula y me arrastro hacia el centro de la sala. Donde recibiría más latigazos que seguramente acabarían con mi vida. Estaban a punto de atarme con la cuerda como la pasada vez cuando un dolor terrible comenzó en mi espalda. 

-¡Me duele!-Chillé.

Nadie me hizo caso. Me caí al suelo y empecé a temblar. Mi espalda se sentía peor de cuando me habían dado con látigos. Me ardía y era como si me rajaran por la mitad en dos brechas que empezaban desde mis hombros hasta el final de mi espalda haciendo una V.

Algo salió de mi espalda y me contraje por el dolor. ¡Era tan doloroso! ¡Tan horrible!. Miré hacia tras intentando ver lo que había salido de mi espalda, y me sorprendí tanto como los demás al ver dos alas enormes blancas y brillantes saliendo de mi espalda.

-¡No puede ser!-Dijo Sam.

Y me desmaye.

****

Sentí como mis alas volvían a mi espalda. Quería muchas explicaciones. Quería saber porque yo era un ángel, y también quería saber quien era Ariadna, esa chica tan parecida y tan diferente a mi. 

ANGEL=PROBLEMSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora