23. Bajo Fuego

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Holden me sujeta del brazo adivinando mi pensamiento. Volteo al escuchar los gritos de Kiarra. Doy un paso, pero Holden me detiene.

-Emily, no-me dice en tono brusco. Lo miro.

-Puedo hacerlo-le digo. El niega con la cabeza.

-No. Aun no lo controlas ¿es que no lo entiendes? Puedes morir-me replica.

Miro nuevamente a Noah, intentando no ser atrapado por aquellos cabellos. Sus ojos se fijan en los míos por un instante y gesticula con su boca: corre. Pero no puedo hacerlo, no puedo escapar, no sin él. Vuelvo a mirar a Holden. No, no se controlar mis poderes. Pero tal vez ese ha sido el problema desde el principio: el intentar controlarlos. Porque estoy muy segura de que cuando Holden usa los suyos no lo piensa, simplemente lo siguen. Y quizás es por eso que cuando estoy triste o enojada aparecen, porque sigue lo que mi cuerpo quiere decir, lo que mi energía comunica.

-No Holden, no lo controlo-le digo sacudiendo la cabeza.- Porque no lo necesito controlar. La energía me sigue.

-¿De qué hablas?-pregunta sin entender.

-Es por eso que la roca se partió cuando discutimos, porque a los arboles le han crecido ramas cuando estoy triste a su lado, porque el agua se acerca a mí. Es como si me siguieran a mí.

Holden sacude la cabeza y me mira con el ceño fruncido. Sé que sabe que lo que digo tiene sentido. Sus ojos me analizan, intentando encontrar alguna contra respuesta.

-Es una teoría-me dice finalmente.

-Holden, déjame ir-le digo.- Puedo hacerlo, lo sé.

-No es el mejor momento para probar si estas en lo cierto, Emmy-me refuta. Niego con la cabeza.

-Erin-digo en voz alta, ella me mira.- Protégelos.

Doy otro paso, Holden vuelve a agarrarme del brazo, pero como si hubiese tocado algo muy caliente, quita enseguida su mano. Siento sus gritos, rogándome que vuelva.

-¡Emily!-grita Noah. No lo miro, si lo hago no me atreveré continuar.

Los tranquilizadores se precipitan sobre mí, pero como paso con las rocas en el entrenamiento, se desintegraron a unos centímetros de mí. Diviso a un hombre del que emana esa energía potente, sentado con las piernas cruzadas en el suelo, protegido por una decena de soldados. De su cabeza, salen estos largos cabellos negros que se mueven y pululan alrededor. No está viendo, mantiene sus ojos cerrados y una expresión apacible en su rostro. Parece un pulpo con miles de tentáculos. Algunos cabellos me rodean, pero tal como paso con los anteriores, se hicieron polvo al acercarse a mí. Los militares avanzan, gritan entre ellos. Todos sus disparos están dirigidos contra mí. Observo como algunos recogen del suelo a mis amigos, inconscientes. No quiero matarlos, eso lo tengo claro. Pero tal vez podría intentar usar aquellos tranquilizantes en su contra. Me voy acercando al hombre de cabellera negra. En su cuello, implantado a un costado, hay algo metálico que brilla, con una luz que parpadea verde.

Observo a unos cuantos soldados acercarse a mí. No lo pienso mucho, las ramas de los arboles a su lado crecen y los atrapan. Algunos escapan, entonces la tierra a sus pies se abre y caen por un agujero hasta quedar enterrados medio metro. En el instante en que lo pienso, las cosas a mí alrededor me obedecen. A mis espaldas escucho los gritos de Wilma. Me volteo. Un hombre la tiene aprisionada por el cuello. Levanto mi mano en dirección al hombre. Enseguida, el hombre suelta su agarre y se eleva del suelo. No quiero matarlo me repito, y lo lanzo por los aires sin ningún problema. Los ojos de Noah me atrapan. Su expresión atónita me deja perpleja, y antes de que pueda acobardarme, vuelvo al ataque. Comienzo a correr hacia el hombre. Diez soldados arremeten contra mí, pero con un simple movimiento de manos, los lanzo varios metros por los aires. Los cabellos de aquel hombre me rodean. La energía es sobrecogedora. Me detengo a dos metros de él. Avanzo un paso, luchando contra los miles de tentáculos que me quieren atrapar. Sus cabellos no se atreven a tocarme, esperan a que en algún punto de mi haya alguna entrada por donde puedan atraparme.

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