5. La partida

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Me despierto cuando la luz del sol ilumina mi cara. Al principio, cuando abro los ojos y veo el techo, no recuerdo donde estoy, pero me toma unos segundos para que el peso de la realidad me aplaste. Cuando ya soy consciente de mi entorno, noto que junto a mi hay otro cuerpo respirando, que algo atrapa mi cintura. Volteo la cabeza. Noah, con los ojos aun cerrados, durmiendo profundamente, tiene su brazo alrededor de mi cintura. Lo observo. Parece un niño, descansando tan plácidamente, sin ninguna preocupación en su semblante. Sonrío, porque me da ternura. No sé que hora es, pero debe ser muy temprano, ya que hace bastante frio y el sol aún no está en su punto más alto. Se supone que entre hoy y mañana llega más gente, mas como nosotros. Suspiro, jamás pensé que me iba a encontrar en una situación como esta en mi vida, sin embargo, tampoco pensé que un meteorito se estrellaría contra la tierra y que mi hermana se fuese a morir. Me volteo para enfrentarme a Noah, tengo que despertarlo.

Algo en mí se remueve cuando lo veo así. De pronto, el calor de su brazo sobre mi cintura se vuelve más intenso, mi pulso se acelera y me siento nerviosa. Alejo esos pensamientos de mi cabeza. Con cuidado, estiro mi brazo para tocar con mi mano su hombro. Le doy un pequeño toque, pero él no se inmuta. Lo vuelvo a tocar en el hombro, con un poco más de fuerza. Se remueve, pero tampoco despierta. Me muerdo el labio, no sé cómo despertarlo. Normalmente, a mis hermanos los despierto lanzándome sobre ellos o incluso con agua, pero no quiero despertar así a Noah. Coloco mi mano en su mejilla.

—Noah—le susurro. Gruñe, pero no abre los ojos.— Noah—repito más fuerte.

Entreabre los ojos y me ve. Retiro mi mano de su mejilla, avergonzada, y lo miro. Parpadea un poco, y luego me sonríe. Se voltea, soltando mi cintura, y queda boca arriba.

—¿Qué hora es?—pregunta estirando los brazos.

—No lo sé—le digo.

Lo observo desperezarse. Voltea su cabeza para mirarme y vuelve a sonreír.

—¿Cómo dormiste?—me pregunta.

—Bien, en realidad caí como un tronco—le digo, él ríe por lo bajo.

—Sí, lo note—me dice. Me sonrojo levemente y luego sacudo la cabeza.

—¿Tu padre no te dijo a qué hora llegarían los demás?

—No, pero será mejor que nos levantemos, no querrás que te vean en pijama—me dice burlándose. Ruedo los ojos.

Con gran esfuerzo, salgo de la cama. Hace frio, así que me duele un poco el dejar la comodidad de las sabanas, pero Noah tiene razón.

—Iré a ducharme—le digo mientras busco mi toalla y mis útiles.

—Ok, yo iré a encender la estufa, hace mucho frio—dice mientras pasa al lado mío y se va por la puerta.

Busco unos jeans, calcetines largos, ropa interior y una camiseta roja. En el baño, enciendo el agua. Es entonces que me pregunto si es que hay agua caliente acá. Cuando comienzo a pensar que tendré que ser valiente y congelarme, noto que el agua comienza a calentarse. Gracias a Dios, creo que no habría soportado el agua fría con esta temperatura. Me baño y lavo mi cabello rápidamente. Sufro un poco al tener que salir del agua caliente, pero me visto lo más rápido que puedo. Cepillo mis dientes a gran velocidad y dejo una toalla en mi cabello. Salgo y miro hacia la sala de estar, la estufa está encendida, pero no hay rastro de Noah. Quizás fue a buscar más leña. Camino hacia la habitación y lo encuentro revolviendo entre sus bolsos. Le sonrío.

—Toda tuya—le digo.

—¿Te molesta hacer el desayuno mientras?—me pregunta.

—Para nada, anda tranquilo.

The PulseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora