17. Confesiones de mediodía

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Cuando despierto, los recuerdos de anoche me invaden, e inmediatamente me oculto bajo el saco de dormir, avergonzada. Escucho atenta la respiración de Noah a mi lado, pausada y rítmica. Sigue profundamente dormido, ladeado hacia mí, con uno de sus brazos sobre mi espalda. Lentamente me volteo, procurando no despertarlo, y asomo mi cabeza para mirarlo. Su expresión es relajada, el cabello le tapa parte de la frente, y tiene la boca entreabierta. Ha amanecido, lo sé por el canto de los pájaros. Al estar cubiertos por los árboles, la luz no nos llega directamente, pero la luminosidad es suficiente para inspeccionar a mi alrededor. Las ropas esparcidas por el suelo de la tienda, el envoltorio del preservativo tirado a un lado de Noah. Vuelvo a sonrojarme instantáneamente, pero también me siento feliz. Noah me ha hecho sentir de maravilla. Estiro mi brazo y acaricio el borde de su mandíbula con la yema de mis dedos. No despierta. Dudosa, me quedo escuchando para ver si en el exterior ya hay gente en pie y trabajando. A lo lejos, logro escuchar la voz de los niños. Frunzo el ceño, porque ellos despiertan a las nueve, lo que significa que si ya están levantados, deben ser casi las diez, o incluso más tarde. Con suma delicadeza me muevo para ver la hora en el reloj de Noah. Las diez veintitrés. Demonios, como estamos bajo los árboles, la luz del sol que usualmente nos despertaba al alba con sus primeros rayos no llega.

Coloco mi mano en su mejilla y lo acaricio, intentando despertarlo con sutileza.

-Noah-susurro. El no hace nada.- Noah.

Frunce el ceño y, sin previo aviso, sus brazos me atrapan y me pegan a él. suelto una risita, y el esconde su cabeza en el hueco de mi cuello. Su respiración choca contra la piel de mi cuello, haciéndome cosquillas. Paso mis manos por sus brazos hasta llegar a sus hombros, y luego le sacudo el cabello.

-Noah, son más de las diez-le digo.

-Cinco minutos más-musita, casi ininteligible. Vuelvo a reírme.

-Noah, vamos. Los demás ya están despiertos.

Noah levanta su cabeza y me observa con ojos entrecerrados y enfurruñado. Su cabello despeinado le da un aspecto más juvenil, recordándome aquellas veces en que, como broma, cuando él y mis hermanos hacían pijamadas, los iba a despertar con un silbato.

-Vamos, levántate-le digo sonriendo.

Inclina su cabeza hacia mí y atrapa mi boca con sus labios. Su beso me toma por sorpresa, pero no tardo en responderle. Sus movimientos son delicados y suaves. Me recuesto dejándolo que se pose sobre mí, sus manos acarician mi  cara mientras que las mías se enredan en el cabello de su nuca. Nos separamos y nos quedamos mirando.

-Creo que un día de estos me tomare vacaciones-susurra Noah, haciéndome reír.

-Arriba-le digo entre risas.

Cuando terminamos de vestirnos y salimos de la tienda, me doy cuenta de que la luz del sol está bastante tenue. Caminamos hasta el precinto. Unas amenazantes nubes grises cubren el cielo. El invierno se acerca a paso precipitado. Noah y yo nos damos una significativa mirada de preocupación antes de entrar. Saludamos a los pocos que están en la cocina y desayunamos una taza de café con huevos revueltos y algo de pan casero que ha hecho Maggie con la harina que sobro del pastel.

-Iré a ver el perímetro, ¿te parece si nos juntamos a mediodía para hablar con nuestras familias?-me dice Noah una vez ha terminado de comer.

-Claro, anda tranquilo-digo. Se acerca a darme un corto beso y se va.

Recojo lo que he ensuciado y lo lavo. Me despido de Wilma y Lenny, que están cocinando, y salgo del precinto en busca de Sasha. Me sorprende que Holden no haya ido a buscarme para entrenar, pero dado que ayer la fiesta termino tarde, en comparación a la hora a la que normalmente nos vamos a dormir, no me sorprende. Es un día atípico. La gente está aún algo cansada. Normalmente, a esta hora se ven algunos andando, otros trotando, lavando la ropa, o simplemente conversando a orillas del lago. En cambio hoy, noto que la mayoría está en sus tiendas, recostados, también conversando, pero sin mucho ánimo. Diviso a Zoe sentada, mojándose los pies en el agua. Me acerco a ella y me siento a su lado. Zoe tiene sus manos en su vientre, y ahí noto que no está como siempre, feliz, sino que tiene una expresión preocupada.

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