I.-Un dia cualquiera.

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─── Aquí tienes. ─── Izuna había dicho poniendo una taza de té sobre la mesa de la cocina.

Madara entrecerró los ojos, notando la miel en el líquido que su hermano menor le había entregado.

───¿Qué haces? ─── preguntó mirándole tomar asiento frente a él, bebiendo de su propia taza. Izuna abrió los ojos para verle, su expresión tan tranquila y pacífica como siempre.

─── Bebía de mi té, ¿Qué haces tú? ─── le respondió Izuna, una pequeña sonrisa sobre su rostro. Madara entrecerró aún más los ojos en su dirección.

─── Tiene miel. ─── afirmó, negándose a tocar la taza frente a él. Izuna asintió, encogiéndose de hombros.

─── ¿Y? ───preguntó, alzando una ceja nuevamente.

Madara contuvo un bufido, ahí estaba de nuevo, buscando hacerle decir cual era la razón de su molestia tratando de comprarlo con miel.

No se la iba a decir porque él tampoco la entendía.

Madara no respondió, moviendo sus hombros en círculos para quitar la tensión que no había notado sobre ellos, sintiendo la tela de su yukata moverse al ritmo de sus extremidades. Izuna aún lo estaba observando con atención.

Relajó su rostro y se obligó a pensar en otras cosas, mirando a su hermano menor frente a él.

─── No sucede nada, Izuna. ─── le dijo tratando de evitar el posible interrogatorio por parte de su hermanito.

Izuna no le creyó, por supuesto. Pero no lo volvió a mirar tanto en lo que terminaba su propia taza de té.

Él por su parte miró por la ventana a su costado, el anochecer estaba presente desde ya hace un rato, y su cabeza aún volvía a esos sentimientos confusos que no lo habían dejado tener paz los últimos días.

Madara estaba frustrado.

Él nació, creció y vivió años de su vida en la guerra.
Nunca tuvo tiempo para pensar en qué sentía, nunca se detuvo a asimilar las situaciones que debieron hacerle tomar un respiro y simplemente asimilarlo. Él pensaba que moriría en la guerra pero, vaya sorpresa, eso no pasó.

Ese era su camino, él lo había escogido así; nacer, vivir y morir en el campo de batalla. Era lo único que tenía sentido en su vida, si despertaba, era solo para acercarse al momento de su muerte- en aquel entonces.

Pero entonces Izuna casi muere frente a sus ojos, y haciendo oídos sordos a las quejas de su hermano menor, cedió con los Senju, permitiendo que Hashirama curara las heridas causadas anteriormente por el pálido insoportable del menor de los hermanos de Hashirama.

Madara lo consideró un empate, ambos todavía tenían un hermano vivo.

Pero entonces también escuchó a su propio clan con atención. Ellos no le dijeron nada por sí mismos, pero sus acciones hablaban. Estaban cansados, hambrientos y sedientos. Y se sintió como su padre, buscando egoístamente un objetivo que no beneficiaba a nadie más que a él.

A pesar del poder que tenían, a pesar de que podían acabar con casi cualquiera, ellos ya no podían soportarlo más.

Y se prometió que no sería nunca como su padre, pero solo pudo verse reflejado en él cuando el número del clan se redujo considerablemente con cada batalla contra los Senju.

Así que acepto el tratado de paz, porque el bien de su clan valía más que su propio camino, porque su hermano estaba vivo y porque Madara se negaba a ser el monstruo que su padre había sido con él y con el resto del clan. Bueno, si el moría en el campo de batalla, ¿Qué seguía después? Irremediablemente, el clan hubiera desaparecido luego de eso, incluyendo a su hermano, incluyendo a los niños enviados sin ninguna oportunidad de negarse a pelar contra adultos que no dudarían en asesinarlos, condenando a las mujeres embarazadas y a los bebés.

DUPLAS [ HashiMada • TobiIzu. ] EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora