XI.- Amigos.

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Podía ver el atardecer en el horizonte, calmándolo mucho más de lo que se podía esperar.

El entrenamiento ya había terminado hace una hora y hoy había sido más intenso que los días anteriores.

Y es que al parecer no era el único con un humor terrible.

Mirando a Madara a lo lejos, se preguntó en qué momento había comenzado a caerle bien alguien que detesto desde su infancia.

Bueno, no lo odiaba desde el principio. Le tenía mucho miedo cuando era más joven, de al menos unos trece años. Lo había visto luchar una infinidad de veces y jamás había deseado enfrentársele, pero pasando el tiempo ese miedo se transformó en rencor y después en un desinterés hasta que se convirtió en adulto y encontró sumamente entretenido hacerle enfadar.

Ahora eran algo así como compañeros, hasta se atrevía a decir que amigos y no entendía como antes no había notado que eran parecidos en cierto modo. Ah si, por su constante temor a esos ojos que tenía.

Había llegado a una conclusión: el amor de los Uchiha era mucho más fuerte que el amor de los Senju. Ellos se volvían locos cuando amaban a alguien. No quería insultar a nadie, pero era la verdad. Eran tan intensos y quizás demasiado apasionados, que cuando ese amor era arrebatado, despertaban esos ojos diabólicos y cometían un montón de locuras.

Como Izuna, que casi muere por un arranque de rabia hace tiempo. O los miles de relatos de Uchiha's en busca de venganza luego de perder a un ser amado y todo el caos y destrucción que uno solo podía cometer. No quería ni imaginarse a todos ellos trabajando en conjunto por venganza.

Sacudió la cabeza, bajando la vista al pasto. Debía hablar con Hashirama sobre esa situación. No podían dejar de ese sentimiento de odio se siguiera esparciendo en el clan Uchiha y comprendía que Madara trataba día con día por erradicarlo. Al final del día la imagen de Madara siendo un monstruo come humanos no era más que una fantasía infantil.

Y lo sabía viéndolo tirado en el suelo, completamente inofensivo y amenazando con hacer otra rabieta de las que ya se había acostumbrado en unos cuantos días.

Suspiró, recargando la cabeza sobre la gran roca en la que estaba recargado.

Madara había llegado esa mañana hablándole sobre Izuna y quizás encendió por un momento la llama de la esperanza, misma que apagó él mismo al contarle sobre la escena "empalagosa" de su hermano e Izuna hablando muy cerca a solas en su oficina.

Eso le había dolido, en especial cuando Izuna camino lejos de Hashirama como queriendo evitar que se enterara. Pues muy tarde, porque él ya lo sabía todo.

Madara no había dicho absolutamente nada durante todo el entrenamiento, pero una vez finalizado y los jóvenes marchado, se había arrojado al suelo y había comenzado a quejarse en voz alta. Tobirama lo había dejado ser, alejándose unos metros para poder pensar un momento a solas.

En algo si eran diferentes; Tobirama jamás se tiraría al suelo y haría algo similar a lo que Madara hacía ahora. Pero si gritar era una forma de liberar su frustración y no quemando la aldea completa, entonces no estaba en contra de escuchar sus lloriqueos todo el tiempo.

No había desayunado nada nuevamente. Se había ido mucho más temprano de su hogar para evitar encontrarse con Hashirama yendo a su oficina y que este le saludara con su característica felicidad. Por más que tratará, no podía evitar estar molesto con su hermano. Maldita sea, no era culpa de Hashirama. Estaba totalmente seguro que nadie excepto Madara era consciente de su antigua relación con Izuna, y era evidente porque estaba seguro que de saberlo, Hashirama no hubiera intentado nada con Izuna.

DUPLAS [ HashiMada • TobiIzu. ] EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora