F e l i c e s _ m e m o r i a s (primer intermedio)

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Diciembre de 2090




Lejos, más en apariencia que en metros, de aquella zona baja; cuando la fábrica aún es polvo y sueños en las solitarias camas de un grupo empresario, y el encuentro del arte y la ciencia con sus besos odiosos no es siquiera probabilidad en las mentes de aquellos cuerpos, existe ya la maravilla azul de las más altas colinas sobre Tokio Reunificada de Occidente. Persiste, aún cuando las demás luces se extinguen por la mitad en los sectores pobres, junto con la energía de sus habitantes que se han ido a dormir.


La luminosa mancha azul jamás descansa, al menos, en las postales y a los ojos de obreros y revoltosos. Es enorme; se ve celeste, plagada todo el día de aeromóviles como abejas rodeando un panal de plata, cristal y electricidad. Está allí porque es una corona. Un objeto de deseo para las clases medias y un recuerdo de su patetismo existencial para los barrios más bajos. La mancha urbana más bella de Occidente bajo el yugo de los orientales.

Y, sin embargo, ni siquiera ella se salva de un mal clima de un jueves a las once de la noche. ¡Y aún así! Es bella y pretenciosa.


Perdurar, imponer, gobernar desde la magnificencia de su vista.

Esta es la zona alta. La casa de todas las mentes brillantes en la metrópoli.

Aquel, en diciembre de 2090, comenzando la década, es el hogar no del caminante, sino del soberbio Doctor, con sus felices memorias.



Recibía, merecidamente, el nombre de Círculo de la Ciencia, la suma de todo el esfuerzo y el talento científico de la gigantesca urbe. Resumía los nombres de cada institución en la metrópoli, nacida de los escombros de la vieja arrebatada a los estadounidenses; gloria exaltante de los poderes dominantes del oriente y de, sobre todas las cosas, el Japón clásico. Cada diciembre, semanas antes de las consumistas y vulgares festividades navideñas, el Círculo daba una pequeña reunión en el Salón Mayor de la Academia de Ciencias. convocando a las presencias más eminentes de la ciudad.


No obstante, las reuniones de esta naturaleza no competían, a pesar del lugar y el nombre, solamente a lo mejor de lo mejor de la cúpula científica, propiamente definida. La festividad era, rigurosamente, destinada a la clase 1 y su suntuosidad. Los científicos y cargos de clase 2 no podían acceder, aún si fuera su esfera tan próspera como cualquiera pasando la línea económica. Las personalidades acá invitadas distaban de ser un gremio disciplinar: familias, magnates, grandes cabecillas científicas y sus respaldos, mandamases indiscutibles de la milicia y el poder en su generalidad.

SILICIUM. (Sci-Fi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora