Becoming Whole Again

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5 años después

Emilia aliso su blusa por quinta vez consecutiva, hizo una mueca al ver que las arrugas de esta no desaparecían y luego de aceptar que no podría hacer nada más por su imagen, se dio la vuelta para tomar las llaves y salir de casa. 

Caminó en silencio durante un par de cuadras y cuándo por fin estuvo frente al recinto, le echó un vistazo a su reloj. 

-No llegas tarde, lo sabes ¿no?

Dejó caer el brazo a su costado, sin siquiera molestarse en revisar la hora, y lentamente se giró para mirar al dueño de aquella conocida voz. 

Steve esperaba sus ojos esmeraldas desde la acera. Llevaba una camisa a cuadros de un color verde botella, advirtió Emilia: del color de las hojas de un pino. Sorprendentemente, contrastaba a la perfección con su piel y su cabello rubio, dándole un aspecto impecable. En las manos llevaba una chaqueta de cuero café y las llaves de su auto sobresalían de uno de los bolsillos de su pantalón de mezclilla; cuándo terminó de repasarlo, notó que él aún aguardaba por una respuesta. 

Ella se encogió de hombros, fingiendo desinterés. 

-Quería asegurarme, nada más. 

-Cómo cada vez que vienes - le dedicó una bonita sonrisa, de esas que a Emilia lograban calentarle el alma - Podría haber pasado a recogerte, pero no... 

-No sabías si volvería - terminó por él. Sus labios se juntaron en una fina línea, sin saber que más agregar. 

Tal vez fuese buena idea pedirle perdón por hacerle pensar que, a pesar de llevar dos meses asistiendo de forma ininterrumpida a sus sesiones, en cualquier momento podría salir corriendo para no volver nunca más. Pero no sabía con exactitud que había hecho para alimentar ese pensamiento. 

Guardaban las distancias, ella más que él. Declinaba sus generosas ofertas de llevarla a casa e incluso intentaba ser la primera en abandonar el salón al terminar la sesión para evitar tener que cruzar palabra con él, pero todo lo hacía por su propio bien. Eso era lo que Steve no entendía. 

Lo vio asentir, resignado y no pudo evitar odiarse por apartarlo tanto. 

"Es mejor así"... se repitió, cómo cada vez que el arrepentimiento la invadía y eso fue suficiente para adoptar nuevamente una postura sólida ante las concecuencias de sus decisiones.

Cuándo entraron al salón de mediano tamaño, Steve se encaminó automáticamente a la mesa alargada para empezar a acomodar las botellas de agua y dejar listas las tazas que utilizaban para el café.

Mientras tanto, Emilia se detuvo unos minutos más en la recepción.
El pequeño cubículo estaba repleto de folletos y carteles con frases motivadoras, algunas no conseguían llamar su atención, pero hubo una en particular que la platinada sintió en lo más profundo de su ser, no por su extenso significado sino porque en ocho palabras, resumía perfectamente el estado en el que se encontraba.

"¿A dónde vamos ahora que ya no están?" 

Se quedó mirando el cuadro un buen rato, cómo si en la tinta pudiese ver los rostros de todas las personas desaparecidas. No supo exactamente cuánto tiempo pasó, hasta que Evelyn, una de las mujeres que también asistía al grupo de apoyo, se plantó a su lado con una sonrisa conciliadora. 

-¿Qué haces aquí afuera? La sesión está a punto de iniciar.

-Solo miraba - suspiró.   

La castaña de 67 años envolvió su brazo alrededor del suyo y sin decir nada más, tiró de ella hacia la sala. Dentro habían no más de diez personas, todas sentadas, formando un círculo. Él único que faltaba era Steve, a quién Emilia rápidamente localizó en una esquina apartada hablando por teléfono.

L E G E N D S [Steve Rogers] IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora