Durante cinco años , además de lidiar con el dolor de la pérdida, Steve tuvo que volver a enfrentarse a la agonía de la soledad al encontrarse acorralado por la decisión de Emilia de separarse.
Fue realmente duro, porque después de probar la vida a lado de una persona tan maravillosa, entregarle su corazón y verla partir, volvió a esas épocas en las que no encajaba en ningún lado. Se sintió perdido y no pudo evitar recordar a aquel hombre que emergió 70 años después de haberse estrellado en el Ártico; su cerebro se acostumbró a la idea de que lo único que le quedaba era el suero del súper soldado, el proyecto en el que le convirtieron y se metió en la cabeza que su deber era dar su vida al servicio de su nación.
Luego Clarke apareció.
Esa joven obstinada se metió bajo su piel con una facilidad y frescura que derribaron al instante todas esas barreras que le impedían ver que lo que tenía por delante era ni más ni menos que una segunda oportunidad, convirtiéndose, al mismo tiempo, en su razón de querer aprovecharla. Así que decidió intentarlo y ahí, entre los brazos de la mujer más testaruda del planeta, encontró su lugar.
Debía aceptar que consolidarse como pareja fue un verdadero reto, ambos tuvieron que afrontar cosas que solos jamás habrían podido y en el camino...
Se odiaba por no haber tenido la capacidad de ver más allá.
Emilia cargó durante mucho tiempo un pasado inconcluso, pero era demasiado astuta como para dejar que él notase que algo andaba mal y cuándo lo hizo ya era demasiado tarde, los estragos de ese tiempo ya le pasaban factura.
En medio de una guerra no podían hacer mucho. Perdieron, Emilia se perdió, consideró necesario despedirse de él para poder montarse en ese viaje de autodescubrimiento y por supuesto que Steve aceptó ¿De qué otra forma iba a ser sino? Él la amaba, con todo su corazón, quería verla bien. Sin embargo, al término del tercer año después del chasquido, comenzó a sumergirse en un hoyo profundo, nadie sabía que estaba tocando fondo, solo era él, asustado por la rapidez con que el tiempo transcurría y por tan poca tranquilidad. No sabía nada de Emilia, más que lo que Natasha le contaba y aunque varias veces trató de mentirse, eso no era suficiente.
Entonces decidió crear un grupo de apoyo, para tener algo en que ocupar su mente y su tiempo, pero eso tampoco estaba funcionando. Ver al amor de su vida una vez a la semana (dos si es que tenía suerte y se la encontraba de vez en cuando en el Complejo) y no poder acercarse a ella, darle un gran abrazo y susurrarle al oído que todo estaba bien, que ellos estarían bien... eso lo estaba matando. No podía simplemente tratarla como una desconocida, así que intentó cambiar un poco la estrategia.
Creyó que hacerle saber a Emilia que sus sentimientos por ella seguían intactos, de alguna manera cambiaría su situación, pero se equivocó. Habían pasado dos días desde que declaró delante de todo el grupo que la amaba y ella aún no lo llamaba. Ningún mensaje, ni siquiera la había visto al salir y darle vueltas al asunto lo estaba volviendo loco.
Necesitaba hablar con alguien, urgentemente y la primera persona en la que pensó fue Natasha.
Después de todo el desastre, de que prácticamente se hundieran en su propia miseria, la vio tragarse todo su dolor y respirar profundo antes de salir en representación de todo el equipo para darle la cara al mundo. Años atrás no había podido descubrir porque eran tan unidos, tan fuertes, cuándo vio a la pelirroja a la que llamaba mejor amiga subirse a un estrado y con lagrimas en los ojos declarar que aceptaban la culpa que caía sobre sus hombros, lo entendió.
Vivían en un mundo en el que a menudo los hombres representaban un estereotipo de fuerza, de valentía, de coraje, todas esas cualidades dignas de admirar; él tenía la suerte de conocer una realidad muy distinta. En un inicio, Natasha no solo representó un equilibrio en un equipo conformado por hombres, también fue una de las responsables de que la iniciativa Vengadores saliese a flote.