The Real Hero

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Un último chasquido. Eso fue lo primero que pasó por la mente de todos y cada uno cuando el ejército de Thanos comenzó a desvanecerse después de que un estallido de luz los alcanzara. 

Fue gratificante ver como el campo se iba limpiando, y luego ser testigos del momento en el que el Titán, resignado, se sentó sobre una gran roca. No dijo nada, ni una palabra, solo observó en silencio y esperó el mismo destino que sus hijos antes. Fue borrado de la existencia. 

Polvo fue lo que alcanzó a ver Tony antes de vacilar sobre sus pies y caer contra una gran pila de escombros. 

Rhodey fue el primero en llegar donde él. Un vistazo y supo que su valentía y sus actos, aquellos que a partir de ese momento lo llevaban a convertirse en una leyenda, venían con un precio. 

Era su mejor amigo, por lo que acercarse a él y luego dedicarle una sonrisa fue la cosa más difícil que tuvo que hacer en su vida cuando esperaba escucharlo bromear, presumir su victoria... suspirar con alivio porque lo habían conseguido. 

—Señor Stark — Peter cayó de rodillas frente a él, tomando su mano en tanto intentaba que lo mirase a los ojos.

— Señor Stark ¿Puede oírme? — los ojos castaños del hombre al que consideraba un padre por fin lo miraron, poco a poco iban perdiendo su brillo y al niño le asustó comprender que era su vida que lentamente se iba apagando — Vencimos, Señor Stark

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— Señor Stark ¿Puede oírme? — los ojos castaños del hombre al que consideraba un padre por fin lo miraron, poco a poco iban perdiendo su brillo y al niño le asustó comprender que era su vida que lentamente se iba apagando — Vencimos, Señor Stark. Vencimos, Señor... lo logró — entre lágrimas y con la voz trémula, apretó fuerte su mano — Lo siento, Tony. 

No quería soltarlo, no quería apartarse de su lado. Ni siquiera era capaz de aceptar que aquello realmente estuviese pasando, que estuviese a punto de perderlo.  

Pepper se acercó al niño y al colocar sus manos sobre sus hombros, rápidamente sintió la rigidez en su cuerpo. Fue inevitable no imaginarse a su propia hija en su lugar y la imagen mental... le partió el corazón. 

Cuando Peter se apartó, la rubia fresa se colocó en cuclillas frente a su esposo. 

—Hola — sonrió débilmente, odiando que su aspecto le recordase tanto al de la grabación de cuando creía que moriría varado en el espacio

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—Hola — sonrió débilmente, odiando que su aspecto le recordase tanto al de la grabación de cuando creía que moriría varado en el espacio. Con los ojos opacos, sin rastro de vida en ellos y un semblante que pedía a gritos una sola cosa: descanso. 

L E G E N D S [Steve Rogers] IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora