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Harry Styles estaba obsesionado con un doncel al que no conocía, un hombre que lo seducía con una voz excitante y encendía su libido con los atrevidos temas que comentaba en antena por las noches.

Últimamente había llegado a convertirse en parte de sus sueños y fantasías. Y había sido entonces cuando había comprendido que estaba perdido. Por si no era suficiente compartir con él todas las veladas, había terminado llevándoselo a la cama cada noche.

Desgraciadamente se despertaba solo y la mayoría de las veces, excitado y anhelando a aquella elusiva fantasía. Aquel hombre había llegado a convertirse en una atracción irresistible que lo obligaba a volver a él noche tras noche.

Cuando todavía faltaban diez minutos para que empezara el programa de radio, Harry se metió en la ducha. Agradeció sentir el agua fría sobre la piel tras haber pasado una hora intentando deshacerse del estrés acumulado durante la negociación de un nuevo contrato para su firma de inversiones. En ese momento tenía la cabeza despejada, el cuerpo relajado y sus pensamientos centrados exclusivamente en Niall.

Se enjabonó el cuerpo, frotándose vigorosamente el pecho, el vientre y los muslos.

La anticipación vibraba en su piel, incrementando la necesidad de oír aquella voz tórrida y descubrir lo que había preparado para el programa de aquella noche. La excitación se enroscaba en lo más profundo de su vientre al pensar que lo esperaba una nueva velada cargada de desafíos eróticos.

Su ritual nocturno era una suerte de aventura ilícita, verbalmente arriesgada y físicamente excitante. Una aventura frívola y atrevida.

Un juego, una distracción que borraba los problemas y los recuerdos dolorosos que se abrían camino en su cerebro en la soledad de aquel ático silencioso.

Así era como había llegado a conocer el programa de radio de Niall Horan un mes atrás. Desesperado por llenar el opresivo silencio de su casa, había buscado una emisora y lo había encontrado a el. Sorprendente, atrevido, seductor... Niall no solo había conseguido caldear las calurosas noches de Chicago con sus cándidas conversaciones acerca de diferentes cuestiones sexuales, sino que además había conseguido excitarlo.

Y había pasado mucho tiempo desde que una mujer o un doncel lo afectara con tanta fuerza, o a un nivel tan básicamente masculino.

Harry salió de la ducha, se secó, se puso sus pantalones cortos favoritos, se dirigió al cuarto de estar y encendió el aparato estéreo. Una voz femenina se filtró por los bafles estratégicamente colocados, ofreciendo el breve informativo que precedía a Calor en las Ondas, el programa de Niall.

Aprovechando aquellos minutos, Harry fue a buscar una cerveza fría a la cocina. Agarró una botella de su brebaje preferido, cerró el refrigerador y la abrió.

Irremediablemente, su mirada voló hacia el pedazo de papel que sujetaba con dos imanes a la puerta del refrigerador. El color de la fotografía de Niall Horan que había conseguido a través de la página web de la emisora provocó una llamarada de deseo que comenzaba a ser habitual cada vez que se aproximaba a ella. Después de haber disfrutado de la compañía de Niall a través de las ondas y de las discusiones que habían mantenido sobre cuestiones íntimas, como si fueran un par de viejos amantes, había sentido curiosidad por conocer su aspecto, por saber si su imagen encajaba con aquella voz increíblemente aterciopelada y su desinhibida personalidad.

Lo había sorprendido, pero en absoluto decepcionado, su descubrimiento. Le gustaba su imagen, estaba fascinado con el contraste entre la imagen que Niall proyectaba en la radio y el físico que mostraba la fotografía: Mientras que en el programa el locutor aparecía como un hombre crítico y con gran experiencia en el sexo, en la fotografía transmitía algo delicado y femenino que, sumado a cierto aire de misterio, lo había cautivado e intrigado al instante.

𝑣𝑜𝑐𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑑𝑢𝑐𝑡𝑜𝑟𝑎𝑠 ;𝑛𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora