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Intentó reforzar sus defensas contra aquel hombre, una tarea nada fácil, por cierto.

–De momento me conformaré con el agua.

Harry esbozó una sonrisa traviesa, volviendo a causar estragos en el estómago del joven. –Avísame si cambias de opinión.

Era evidente que estaba volviendo a pedirle otra cita, pero al igual que en el coche, no lo presionó para que le diera una respuesta, algo que Niall agradeció. Sus hormonas clamaban en su interior, exigiéndole que contestara afirmativamente.

Pero a pesar de la innegable respuesta de su cuerpo a las propuestas de Harry, sus inseguridades continuaban muy arraigadas.

Y antes de dar ese paso tan gigante con Harry, antes de permitir que las cosas alcanzaran un nivel de intimidad superior, tenía que estar seguro de que podía mantener una aventura divertida, sensual y sin ningún tipo de compromiso con él. Sexo mental, carnal ... Y, sin ninguna duda, magnífico.

Tragó saliva ante aquel tentador pensamiento. Sinceramente, no estaba seguro de que pudiera separar el placer físico de la necesidad emocional con Harry, y eso era lo que le preocupaba. Bastaba que Harry lo mirara para que sintiera que se derretía por dentro. El corazón se le aceleraba al oír su voz. Y lo deseaba como nunca había deseado a ningún otro varón.

Todas las señales le advertían que tenía que ser especialmente inteligente.

Se había trasladado a Chicago para escapar a una relación dominante y comenzar una nueva vida. Para mejorar las opciones con las que su madre y su hermana se habían conformado. Para construirse una carrera profesional sin ser distraído por ningún varón... y menos por un varón tan maravilloso y viril como Harry.

El deseo por Harry chocaba con todas las inseguridades que creía haber dejado tras el en California. La debilidad de desear a un varón. El miedo a ser atrapado por una relación que lo llevara a la dependencia y a la destrucción personal.

Pero la gran pregunta permanecía: ¿sería capaz de disfrutar con Harry y llegar hasta al final sin dejar de ser un doncel feliz e independiente? Todavía no podía asegurar una respuesta.

Tomó aire, se separó de Harry y abrió la puerta que conducía al estudio de radio. Harry lo siguió y fueron recibidos por una oleada de calor húmedo, que le hizo recordar a Niall el comentario de Harry sobre el calor del edificio.

–Siento que haga tanto calor, pero la verdad es que no podemos hacer nada más que poner algunos ventiladores extras– le dijo, pensando que tendría suerte si el calor acortaba la visita de Harry a la emisora y terminaba marchándose antes de que abordaran el tema de la noche. –El aparato de aire acondicionado es muy viejo y hace lo que quiere. Después de haber funcionado durante todo el día, normalmente decide descansar por las noches.

Harry miró a su alrededor mientras que Niall lo conducía por la parte trasera de los estudios. –¿Y hay alguna razón por la que no pueda ser reparado o cambiado?

–Dinero, principalmente. Y el permiso de la propietaria de la emisora. Sin eso no podemos hacer nada.

Harry frunció el ceño, mientras se fijaba en el anticuado mobiliario del estudio, la suciedad de las paredes y el aspecto deteriorado del suelo. –¿Y por qué la propietaria no se asegura de que los trabajadores de la emisora trabajen en un ambiente agradable?

–Porque no quiere tener nada que ver con la radio y se niega a gastar un solo penique en ella– se detuvo frente a un armario y dejó sus pertenencias en una estantería.

–Justin, el antiguo propietario, murió hace unos meses y su viuda heredó la emisora. Y supongo que basta con decir que la comodidad de los empleados no es una de las prioridades de Hailey.

𝑣𝑜𝑐𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑑𝑢𝑐𝑡𝑜𝑟𝑎𝑠 ;𝑛𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora