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El departamento de Harry no se parecía a nada de lo que Niall había tenido oportunidad de ver en toda su vida. Espaciosa, elegante y decorada con los más exquisitos muebles, la casa de Harry exhibía todo el lujo que una persona podía desear. Incluyendo una vista impagable del Grant Park y del Puerto de Chicago desde los ventanales del salón.

Jamás se había citado con un varón tan rico o sofisticado como Harry y estaba impresionado con su éxito.

Y a pesar de ser un doncel independiente y seguro, no podía negar que a una parte de él le había gustado que lo llevara en brazos a su casa. Pero por mucho que disfrutara de la capacidad de Harry para hacerle sentirse especial y mimado, no podía permitirse el lujo de acostumbrarse a sus mimos y a sus lujos porque sabía que su aventura solo duraría lo que la campaña publicitaria de la radio.

Continuó contemplando aquel maravilloso escenario mientras esperaba a que Harry regresara de la parte trasera del apartamento en la que había desaparecido minutos después de que llegaran. Se había excusado tras decirle que se pusiera cómodo mientras él se cambiaba, pero Niall no había sido capaz de permanecer sentado durante más de treinta segundos, antes de saltar para acercarse a los ventanales.

Se cruzó de brazos y se mordisqueó la uña del pulgar. A pesar de lo que había ocurrido en la limusina y de que había sido él el que en un impulso le había pedido a Harry que lo llevara a su casa, se alegraba de aquella breve interrupción.

Volvía a estar nervioso; el siguiente paso no consistía solamente en complacer a Harry, sino que sería un acto de intimidad en el que desnudaría su cuerpo y su alma.

Él, a pesar de lo mucho que hablaba de sexo en el programa, nunca había sido un hombre promiscuo, y no se tomaba el sexo a la ligera. Una aventura con Harry no podría ser nunca equiparada al sexo fácil y sin compromisos, como en algún momento había creído. Al contrario, tras haber llegado a conocerlo de forma más íntima, temía que el hacer el amor con el ojiverde implicaría algo que iba mucho más allá que la satisfacción de un revolcón en la cama.

La simple presencia de Harry bastaba para que afloraran muchos sentimientos que hasta entonces había querido evitar.

Una de las lámparas que estaba tras él se apagó, dejando que la luz del vestíbulo fuera la única fuente de iluminación de la casa. Se volvió y descubrió a Harry tras de él, llevando encima un par de pantalones cortos de color gris.

Y nada más, lo que le permitía que su mirada vagara por todas las partes desnudas de su atlético cuerpo, deteniéndose en cada línea de tinta trazada por todo su torso.

Sonrió fascinado.

–Parece que las cosas no te van nada mal– comentó, señalando a su alrededor.

–Solo son cosas– repuso él, encogiéndose modestamente de hombros.

Cosas que entrañaban un gran éxito, pensó Niall, consciente de que él todavía no lo había alcanzado en su propia carrera. Aunque estaba cerca, más cerca que nunca, gracias a Harry.

Harry extendió los brazos.

–Lo que estás viendo ahora es el verdadero Harry.

Niall volvió a mirar al varón que tenía frente a él; contempló su ancho pecho, las distintas líneas de tinta negra que hacían un contraste con su piel morena, su vientre plano y sus musculosos muslos. Y, si no se equivocaba, la incipiente erección que se marcaba bajo los pantalones de algodón.

–Tengo que reconocer que el verdadero Harry es un hombre muy atractivo.

–Me alegro de que lo pienses.

𝑣𝑜𝑐𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑑𝑢𝑐𝑡𝑜𝑟𝑎𝑠 ;𝑛𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora