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–¿Harry?

-Eh, no. Me llamo Barry y soy el encargado de la pizzería: Mi mujer y yo somos oyentes de tu programa. He estado hablando con el caballero que se ha citado contigo y cuando le he comentado lo mucho que me gustaría conocerte y que me firmaras un autógrafo, él me ha propuesto que hiciera los honores entregándote el ramo de flores que él mismo te ha traído.

–Gracias– murmuró Niall, sintiendo cómo llenaba sus sentidos la esencia de las rosas –¿De qué varon estás hablando, Barry?

–De Harry– respondió él –Está allí– señaló al hombre en el que Niall se había fijado desde el principio.

En cuanto sus miradas se cruzaron Harry sonrió y sus ojos brillaron divertidos. Aquel hombre tenía un sentido del humor casi más acusado que su innegable sex appeal*. Niall se volvió hacia el encargado de la pizzería y le tendió la mano.

–Encantado de conocerte, Barry. Si me das una tarjeta del establecimiento; estaré encantado de enviarte una fotografía con mi autógrafo.

Mientras Barry buscaba en su cartera; una mujer que estaba al lado de Niall le palmeó delicadamente el hombro.

–Perdona por haber estado, escuchando, pero, ¿Eres Niall Horan?– preguntó, mientras el resto de la gente que la acompañaba aguardaba expectante. –Sí, soy yo.

–Oh, ¡Eso sí que es genial! Y has venido aquí a citarte con Harry.

No hizo falta nada más para que la noticia se extendiera por toda la pizzería. Aquellos que no eran oyentes del programa fueron puestos al corriente de todos los detalles. Todo el mundo esperaba con interés y fascinación mientras aquel hombre maravilloso cruzaba lentamente la distancia que lo separaba de Niall, con toda su atención pendiente de el.

Para Niall, todo se desvaneció a su alrededor: Harry era lo único que llenaba su visión.

–Ha sido una broma pesada– le dijo cuando estuvo frente a él, infinitamente más seductor que como lo había conjurado en sus sueños. Llegó hasta él la fragancia boscosa de su colonia: Harry se encogió de hombros, con un gesto sobrecogedoramente sensual. –Has conseguido ofrecerle a Barry la noche de su vida.

Aquella voz profunda y familiar hizo arder las entrañas de Niall. Aquel hombre, sin ningún género de dudas, era Harry. Asomó una sonrisa a sus labios.

–Y a juzgar por el perverso placer que he visto brillar en tus ojos, tú también te estás divirtiendo– tenía unos ojos increíblemente soñadores. La clase de ojos capaces de desnudar a un doncel con una simple y calculada mirada. –Gracias por las rosas. Son preciosas. La verdad es que no puedo recordar la última vez que me regalaron flores– se humedeció el labio inferior, sintiendo nuevamente que la asaltaban los nervios.

–De nada– Harry bajó la mirada hacia sus labios, acariciándolos tan íntimamente como lo había hecho el con su lengua, y volvió a mirarla a los ojos –Yo tampoco puedo recordar la última vez que le regalé flores a un doncel deseando causarle una buena impresión.

–Teniendo en cuenta quién me las ha entregado, puedes estar seguro de que nunca lo olvidaré– le tendió la mano –Me alegro de que por fin nos conozcamos, Harry.

–Igualmente– tomó la mano de Niall. Tenía una mano grande, de dedos largos –La foto de tu página web no te hace justicia. Eres mucho más hermoso en persona.

Se inclinó hacia delante y le dio un suave y delicado beso en la mejilla, haciendo gala del romanticismo del que tantas veces había hablado en el programa. Oh, y también de la seducción. Porque allí estaba Niall, derritiéndose prácticamente con cada una de sus palabras.

𝑣𝑜𝑐𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑑𝑢𝑐𝑡𝑜𝑟𝑎𝑠 ;𝑛𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora