¡Never more!

7. El infierno de Notre Dame

En las penumbras de la oscuridad que envuelve a la brillante ciudad, entre esos murmullos propios del silencio espectral de la noche más larga una multitud de gente huye con la luna como testigo de este escape entre la pesada nieve que oculta todos los caminos. Desesperados por perder el rastro de los jinetes en llamas, que proclaman con ira su condena. Caen y tropiezan los gitanos, levantándose en un parpadeo con esa fuerza que solo ellos poseen, con ese fuego de pasión que yace en sus almas. Sin importar las heridas sangrantes o lo doloroso de su pesar jamás bajaran la cabeza.

Un hombre hermoso y bien parecido con un traje de castigador cubriendo su delicada piel dirige esta cacería incesante. —Sin clemencia, sin piedad —. Repite a los lacayos sin pensar propio que le obedecen ciegamente. Es en esta terrible tormenta que al llegar con la orilla de nuestra señora, detenidos solamente por un pequeño lago de azul triste, un lago lleno de lágrimas tal vez. Algunos de los perseguidos se ocultaron otros lograron desviar su camino a la salvación y con las tropas divididas, fue así como el rey de la caza y unos cuantos encontraron a estos gitanos.

 Sus cabezas rodaron,un cielo más brillante oculto en sus azulados ojos cada vez más opacos al hundirse en la indiferencia al escuchar los lamentos. Este manto blanco se manchó...de sangre. Una ventisca de aire frio desgarro su carne y le recordó a Francis,el culpable de todo que aun sentía lo suficiente para poder sentir este gélido aire. Y antes de que pudieran marcharse mientras el sol amenazaba con su resplandor... un llanto. Uno apenas audible pero lo suficiente fuerte para romper los oídos sordos que hacia Francis ante las penurias.      

Escrito durante el año que no intento matarnos, te extraño 2019.