Capítulo 14

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Thomas Bale

Habían pasado dos semanas.

Dos semanas haciendo siempre lo mismo. Tengo que admitir que no creí que existiera el autocontrol que estoy teniendo y en cuanto a Emma, ¿tanto le cuesta decir que le gusto? Estuve dos semanas buscándola en su departamento, calentándola y cada vez que llegábamos a mis pantalones parábamos. Igualmente cada día que pasaba eso estaba más enojada pero seguía sin decirle que le pasa. Repito, ¿qué le costaba ser una mujer normal? Muchas de esas veces que quedábamos con las ganas terminaba llamando a Crystal para que termine el trabajo, no hace preguntas y yo tampoco, solo las necesarias e indispensables. Bueno, no siempre la busque pero una de las pocas veces que ella me buscó a mí intentó atarme a la cama para no parar. En otro momento me hubiera encantado atarla y follarla pero como dije, tengo que controlarme.

Crystal no estaba muy feliz con todo esto, estaba tardando más tiempo del necesario pero no sé cómo hacer para que confíe en mí.

Faltaba solo una semana para navidad, en las calles estaba todo decorado. Vivo solo y no tengo el mejor espíritu navideño por lo que no puse nada, tal vez si mi padre viene a visitarme compre un árbol pero si no, ¿para qué molestarme? Se me cruzó por la cabeza comprarle un regalo a Emma, a las mujeres les gusta eso. Después recordé que le gustaría a cualquier mujer, menos a ella. Ya lo sé.


El camino al edificio de Emma se me pasó rápido, se me había ocurrido una buena idea y no quería que haga planes antes. Aparqué el auto en frente, creo que es la primera vez que encuentro este lugar libre. No me hizo falta llamar a su departamento, el portero ya me conocía de las últimas semanas, le había dado mi nombre y mi número por las dudas. Una vez que estaba fuera de su puerta toqué dos veces la puerta con mi mano libre, ya que en la otra tenía dos cafés.

Podía escuchar sus pasos dentro pero no abría.

Volví a tocar.

Nada.

-Vine en paz, Emma. –dije lo suficiente alto para que pueda escucharme.

Los vecinos deben odiarnos. Cuando estaba por volver a tocar, la puerta se abrió. Emma estaba con un moño despeinado en lo alto de su cabeza y aún en pijama, parecía que acababa de despertarse. Se le veía confundida de verme, sin esperar a que me deje entrar, le acerqué la bolsa con los dos cafés para que una vez que la tome, entrar.

-¿Qué estás haciendo acá? –se acababa de despertar, su voz la delataba.

-Son las once de la mañana, ¿dormías? –fui directo a la pequeña mesa en el centro del departamento y me senté a esperarla.

Tal y como lo imaginé, caminaba despacio y una vez que llegó, se sentó en la silla en frente de mí mientras que al mismo tiempo dejó la bolsa con los cafés. Rápidamente, sacó el que tenía su nombre y se lo llevó a los labios antes de volver a hablar.

-Era mi mañana libre. –ya aparecía su mal humor, clásico.

-¿Ni si quiera vas a cepillarte los dientes? ¿Así recibís a tus visitas?

Claramente quería molestarla y funcionó, me fulminó con la mirada antes de mostrar el dedo de en medio de su mano libre.

-No molestes, ni si quiera te invité. –hizo una pausa y me miró aún más confundida- ¿Cómo subiste?

-Eso no importa. –le resté importancia con la mano mientras probaba mi café.

-¿A qué viniste? Porque no va a volver a pasar nada si es...

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