Capítulo 29

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Thomas Bale 

Me llevé una de mis manos hacia mi cara para poder taparme los ojos. ¿Estaba entrando el sol? ¿Después del diluvio de anoche? Y siempre cierro mis cortinas. Giré sobre la cama buscando el cuerpo que debería estar a mi lado, pero no hay nada ni nadie. Saqué la mano de mi cara para poder comprobar que Emma ya no estaba a mi lado. ¿Solo duró una noche y se fue?

Revisé mi reloj y solo eran las diez de la mañana, debería levantarme. Hice lo propio, pero al pasar mi cama y dirigirme hacia el baño, inconscientemente miré el lugar donde Emma debería estar durmiendo para encontrarme con que su ropa seguía en el suelo. Dudo mucho que se vaya desnuda, aunque ya quiso hacerlo. 


Solo me tomé un par de minutos en el baño, al salir pude comprobar que su ropa seguía donde la habíamos dejado y fui hacia las escaleras, para ir a la cocina a desayunar. El olor se sentía desde las el primer escalón de arriba, ¿se había quemado algo? Casi corriendo fui a la cocina para encontrarme con una Emma con una cola en lo alto de su cabeza completamente despeinada y con mi remera de anoche. Además de que tenía una taza en una de sus manos y movía algo en una sartén con su mano libre, estaba de espaldas. Gracias a eso no se percató de que había entrado hasta que me acerqué a donde estaba, pasando mis brazos por su cintura y asomando mi cabeza entre la suya y sus hombros. Se exaltó, pero aun así no me apartó.

-¿Qué quemaste? -fue lo primero que pregunté a modo de broma.

-Buenos días, ¿no? -ignoró mi pregunta, pero una sonrisa apareció en sus labios.

-Buenos días. -dejé en su beso en su mejilla y me aparté de ella.

Fui hasta la isla, sentándome en una banqueta, pero, aun así, a unos pocos pasos de ella.

-Creí que ya te habías ido. -volví a hablar y me miró de reojo, aun batiendo los huevos.

-No quería despertarte, por eso preferí bajar a hacer el desayuno.

-Debo admitir que mi remera te queda mejor que a mí. -volvió a sonreír y esta vez sí se giró para mirarme.

-Era esto o bajar desnuda. -me guiñó un ojo.

Me levanté de mi lugar para acercarme de nuevo a ella, pasé mis manos por su cintura hasta juntarlos adelante y me mordí el lóbulo de su oreja.

-Entonces retiro lo que dije, desnuda te ves mejor. -susurré.

Emma soltó una risa y sacó del fuego la sartén para apagar el fuego, así pudo hacerse a un lado para girarse, mirándome.

Buscó mis labios con la mirada y sin pedirle permiso, los uní. Al principio iba a ser un beso inocente, pero se fue intensificando. Me fui acercando más a ella hasta que no le quedó otra opción que subirse encima de la mesada y abrir sus piernas, para ponerme entre ellas. Había quedado algo lejos de mí, así que, sin cortar el beso, la tomé de la cintura y la atraje más a mi entrepierna, donde ya podía empezar a notarse una erección.

-¿Ni siquiera vas a desayunar? -dijo con una sonrisa, separando apenas nuestro labios.

-¿No lo estoy haciendo? -mi comentario la hizo reír aunque no tuvo tiempo, ya que volví a besarla.

Sus manos pasaron por mi cabello para tirarlo con fuerza y lo tome como una señal para volver a apretar su cintura contra mí, lo que la hizo soltar un gemido. Dejó mi cabello para buscar el dobladillo de mi remera y así, sacármela por la cabeza sin perder el contacto visual. Ella quiso repetir lo mismo con la que tenía puesta, pero todavía no quería que se la saque, me encantaba como le quedaba mi ropa en su diminuto cuerpo.

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