Capítulo 19

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Todo está completamente oscuro excepto la puerta al final del pasillo. ¿Qué estoy haciendo acá? Por más que haya muy poca luz conocía perfectamente donde me encontraba. La casa de mis padres.

Por instinto, camino hacia la puerta que antes estaba entreabierta pero ahora lo está completamente. Mientras más me acercaba más podía distinguir las voces que se escuchaban. Eran gritos. Podía escuchar gritos de mi madre pero no entender que decía. Más me acercaba y más fuerte eran pero seguía sin entender una sola palabra hasta que lo escuché. Era su voz. Intentaba correr pero no podía llegar nunca a la puerta de su habitación. No puedo dejar que le hagan algo a Julia. Corría y corría pero era como si todo fuera en cámara lenta. Hasta que pude ver a mi madre salir de la habitación, cubierta en lágrimas. No. No. No. NO.


Me despierto de golpe sentándome, me constó hacerlo porque tenía algo encima. ¿Qué? Se me dificultaba respirar y escuchaba voces lejanas. Sentí como una lágrima tibia cayó a en mi mejilla pero rápidamente la saque con una de mis manos.

-¿Estás bien? –Thomas corrió el pelo que tenía encima de mi cara hacia atrás.

-Sí, fue un sueño. –susurré.

-Una pesadilla, supongo. –parecía mirarme con pena, otro.

-No pasa nada, seguí durmiendo. –corrí su mano que estaba pasando por mi cuello.

Por un momento continué mirando al frente pero de reojo pude notar como Thomas buscaba algo en su mesa de noche.

-¿Queres desayunar? Son las nueve y media ya. –esperaba cuidadosamente a que volviera a hablar.

-Claro.

Me levanté, dejando todo el lado de mi cama con las frazadas abiertas y me dirigí al baño. Tenía que despejarme.

-¿Café? –volvió a preguntar a mis espaldas.

Me giré para mirarlo antes de contestar. Tengo que admitir que esta guapo en las mañanas, con el pelo despeinado y sin remera... ¿eso es ropa interior? A un costado de donde dormí la noche anterior se podía ver un conjuntito de encaje negro. Como reflejo, llevé el cuello de la camisa que tenía puesta a adelante y así comprobar lo que ya sabía. Tenía la mía puesta.

Thomas siguió mis ojos hasta también ver lo que yo. Se quedó pálido, en seguida se levantó para correr y quedar frente a mí.

-Emma no, bueno, sí, es lo que crees pero... -tartamudeó.

-Qué asco. –puse mi mejor cara de disgusto y le cerré la puerta del baño en la cara.

¿No pudo sacar la ropa interior de otras chicas antes de invitarme a dormir? Idiota. Lo peor es que dormí toda la noche con una tanga de vaya Dios a saber quien a mi lado. En realidad no sé si es lo peor. Que estúpida fui. Nunca hablamos de ser exclusivos. Ahora que pienso, ni siquiera nos acostamos alguna vez. ¿Qué esperaba? ¿Qué me iba esperar? Por un lado es lo que quería, no me había dado cuenta antes pero ahora lo veo también. No volví a estar con nadie desde la noche que lo conocí. ¿Escucharon de alguien más patético que yo? Creo que no. Una gran parte de mí esperaba que él estuviera haciendo lo mismo. Lo dejaba caliente, lógicamente, ¿qué iba a hacer? ¿Necesitaba encontrar ropa interior ajena para darme cuenta? Estaba claro como el agua pero no lo quería ver y ese es el problema. Cuando estoy con Thomas nunca veo las contras.


Aún con la camisa puesta y ya más tranquila por lo que había pasado minutos antes, bajé a desayunar. Al entrar en la cocina me encontré con un Thomas aún más despeinado que cuando despertamos pero esta vez sí, con una remera blanca al cuerpo y una babucha gris. Al verme aparecer por la puerta no habló, inspeccionó mi cara y supongo, esperaba una reacción. También en silencio me senté en uno de los banquillos de la isla inmensa y esperé.

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