Capítulo 28: Lágrimas

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Abelardo no aparecía

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Abelardo no aparecía. No aparecía y no aparecía, dejándome con el Jesús en la boca. Todos guardaron silencio, esperando que Abelardo regresara. Pero simplemente no lo hacía. Entonces vino a mí una idea que me golpeo como nunca antes, que me hizo sentir un dolor, un horrible sentimiento que solo había sentido cuando mi madre había muerto. Solo que esta vez era peor: en ese entonces era una simple niña de 5 años, ahora era una súper humana inmortal. Pero tenía ese sentimiento de impotencia, de que pude haber algo más.

-Por favor Abelardo, no te mueras...- dije mientras empezaba a llorar.

Pasaron unos segundos hasta que un grito me sacó de mis lamentaciones.

-¡Manuela, mira! ¡Abelardo salió del portal!- dijo Kathleen.

Miré al cielo y vi como Abelardo estaba cayendo. Abruptamente me llené de una intensa alegría. Pude oír como varios gritaron de alegría por que Abelardo había salido del portal.

-Apágalo- dijo el Capitán América.

-A la orden- dijo Sófya.

Y a los pocos segundos el portal se dejó, dejando ver nuevamente el cielo azul. Esperaba que Abelardo llegara hasta mí, que bajara y me abrazara y dijera algún chiste, bueno o malo. Sin embargo, eso no pasaba y me empecé nuevamente a preocupar.

-Abelardo no está desacelerando- dijo Kathleen.

Sin pensarlo 2 veces "aceleré" y di un gran salto a uno de los pocos edificios que quedaban en pie. Corrí varios metros hacia arriba y luego salté a otro y luego a otro, hasta estar a la altura de Abelardo. Clavé mi katana en una de las paredes para quedarme ahí y "desaceleré".

Vi a Abelardo cayendo. Con mi corazón latiendo como loco y con toda la preocupación del mundo, esperé que Abelardo estuviera a la distancia necesaria y entonces di un gran salto hacia él. Era la única oportunidad que tendría para salvarlo. Sentí como esos segundos se me hacían eternos, como todo avanzaba en cámara lenta, como no quería fallar, como no debía fallar.

Tomé a Abelardo en mis brazos y lo abracé para protegerlos del inminente choque. A los pocos segundos los 2 nos estrellamos en un edificio de vidrios. Amortigüé su caída con mi cuerpo. Lancé a Abelardo a un cubículo mientras yo continuaba girando, rompiéndome los brazos, las piernas, los dedos, los huesos, lastimándome mis órganos internos, rompiéndome mi cadera y rompiéndome el cuello, terminándome de estrellar en una pared. Al detenerme poco a poco mi cuerpo se empezó a recuperar. Pero solo podía pensar en que si Abelardo estaba vivo.

 Pero solo podía pensar en que si Abelardo estaba vivo

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Los Vengadores de la Justicia: Regreso de EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora