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Hwanwoong ya no podía mantener los ojos abiertos. Eran las dos de la madrugada, el rubio seguía sentado en el comedor con su cuaderno y lápiz en la mano resolviendo los ejercicios de matemáticas. Faltaba menos de tres semanas para el verdadero examen y aún tenía temas que revisar por lo que no se podía dar el lujo de cabecear; se levantó de la mesa y caminó hasta la cocina donde se preparó un café helado bastante cargado que lo mantendría despierto por al menos dos horas más.
El tiempo pasó bastante rápido y antes de lo previsto, Hwanwoong había terminado todos los ejercicios que le faltaban. Feliz, fue a la habitación que compartía con Youngjo para decirle que terminó todo el trabajo que tenía, pero al abrir la puerta su felicidad se esfumó pues recordó que el pelinegro no se encontraba en casa. Youngjo había llamado a su madre para saber cómo estaba, de vez en cuando iba a visitarla y usualmente lo hacía mientras Hwanwoong tenía turno en la cafetería donde trabajaba. Pero esa vez fue la excepción pues la madre del pelinegro estaba enferma y su hermana fue la encargada de notificarle su estado. Sin más que decir, Hwanwoong dejó que Youngjo pasara el fin de semana cuidando de su madre y lo entendía.
Pero no dejaba de sentirse solo.
Suspiró y se dedicó a recoger lo que había en la mesa donde pasó horas sentado estudiando, después se dirigió a la ducha para refrescarse. Finalmente se acostó en su inusual fría cama revisando si tenía algún mensaje de su novio y al notar que no había ninguno, sus ojos se llenaron inevitablemente de lágrimas; se aferró a la almohada de Youngjo que tenía su característico aroma aspirando profundamente mientras intentaba calmarse. Después de un rato se quedó profundamente dormido.
Por otro lado, Youngjo estaba consternado pues extrañaba demasiado a Hwanwoong y el que su madre estuviera enferma no era de mucha ayuda. Desde el sábado muy temprano que salió del departamento que compartía con Hwanwoong no había podido descansar, pues si no estaba cambiando los paños húmedos en la frente de su progenitora, estaba cocinando o yendo por los medicamentos y las compras para la comida, por lo que no tuvo tiempo ni siquiera de mandarle un mensaje a su bonito novio. Eran las seis de la mañana del domingo cuando despertó e inmediatamente tomó su celular para enviar un dulce mensaje de buenos días a Hwanwoong quien aún no se despertaba, sino que lo hizo hasta tres horas después.
Hwanwoong despertó con el cabello alborotado pues antes de dormir no dejó que secara y ahora parecía un pequeño león con un mínimo rastro de saliva saliendo de la comisura de su boca recorriendo su mejilla. Notó que el foquito de su teléfono parpadeaba dando a entender que tenía alguna notificación y se apresuró a encenderlo, viendo un mensaje de su enamorado.
Inmediatamente una gran sonrisa se formó en su rostro al leerlo, sintiéndose mal por haber llorado en la noche pues el pelinegro explicaba en su mensaje los motivos por los cuales no había podido comunicarse con él.
Fue hasta la tarde que la puerta del departamento se abrió dejando ver a Youngjo con una cara que demostraba cansancio. Hwanwoong se levantó del sofá y corrió hacia Youngjo pero se contuvo de colgarse al verlo tan cansado. Así que se limitó a abrazarlo con fuerza, pero Youngjo percibió las intenciones de Hwanwoong por lo que lo tomó de las piernas y lo hizo enrollarlas en su cintura, cargándolo hasta el sofá donde estaba.