Capítulo I: Las consecuencias de ser expulsada.

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El año y medio batí un record. Pero no uno de esos de los que la gente envidia o felicita. Por él no recibís aplausos, felicitaciones o una sonrisa de parte de tus padres. O al menos eso me pasó a mí. Yo recibí hermosos discursos de directores, conseguí que convencieran a mis padres de que necesitaba ir al psicólogo, y me obligaron a pedir disculpas en algunas ocasiones. Logré construir una imagen a la que algunos temen y otros se sienten atraídos. Logré que mis padres me den libertad, ya que se dieron cuenta de que era imposible controlarme, porque el hecho de que  lo intentaran, solo lograba que yo me hiciera más rebelde. Era como un imán a las peleas, carreras y alcohol. Era un imán para los problemas, como decían. Pero lo que pensaban, era otra cosa y yo lo sabía. Yo era un problema.

Piensa en las ecuaciones. De un lado del igual, tienes una operación, y aunque sea negativa, positiva, con más de una letra o con fracciones, esa operación siempre será igual a lo que hay del otro lado del igual. Siempre. Pero ahora intentemos hacer de cuenta que yo  soy una ecuación. Al intentar resolverla, algo no tendrá sentido. No tendrá respuesta. Algunos pensarán que se han equivocado y lo volverán a intentar, pero les dará de la misma manera. Otros al ver que no tienen solución, llegarán rápidamente a la conclusión de que hay un problema. Algo está mal y hay que arreglarlo. Yo soy como esa ecuación, pero solo en parte. En un principio somos iguales. Ninguna de las dos tiene solución y somos un problema para el que intente descifrarnos. Pero hay una única diferencia. A la ecuación le pueden cambiar los números, las cuentas, con tal de que dé. A la ecuación la pueden arreglar… A mí no.  

Eso es algo que entiendes luego de tantas charlas, discursos e intentos de que cambies. Sabes que aunque quieras, aunque quieras ser arreglado como esa educación, no podrás serlo. Pero yo ya sé que debería cambiar, el único problema es que no quiero. Ya me acostumbré a ser como soy. Ya no soy la tierna chica a la que los chicos se le acercaban a coquetear. Ahora soy la chica a la que los chicos se acercan para pedir una buena carrera o pelea. Me gusta como soy. Cada una de las cosas que pasaron en mi vida, son perfectas tal y como pasaron… Bueno excepto una.

Pero aunque me guste como soy, no significa que a todo el mundo le guste. Y muchos menos, a las autoridades del colegio. El año pasado, justo antes de que las clases terminaran, hice algo de lo que no me arrepiento. Nunca lo haré. El director le puso punto final a mis estudios en ese lugar. Me permitió quedarme hasta que las clases terminaras, ya que solo quedaba una semana, pero luego dejo claro que no podría volver. No era la primera vez que me sucedía, ya estaba acostumbrada al discurso. Mis padres me dieron la charla de siempre y terminaron con las palabras usuales: Sabemos que estas pasando por una época difícil, pero estaría bueno que intentaras controlarte un poco. Pero también sabemos que si hiciste eso, es por algo. Y aunque yo siempre les negaba de manera indirecta que yo no hacía lo que fuere que hiciese por una razón, sabía que tenían razón. Aunque no fuese una razón totalmente lógica, finalmente siempre había una razón. Ya fuere un insulto, o la razón por la que inicialmente me volví así. Siempre había una razón y eso me molestaba. Y todavía la hay.

Las vacaciones habían terminado. Fue mi descanso de discursos de directores y de papeleo. Nadie me expulso de un colegio, al que pude apreciar tanto como no. Tenía la sensación de que este año escolar sería diferente, pero dudaba que esa sensación pudiera ser cierta. Hoy sería mi primer día en un nuevo colegio, pero esta vez sería un poco diferente. Cuando mi madre me había dicho que había encontrado un nuevo colegio a tan solo dos semanas de comenzar las vacaciones, parecía feliz, como si tuviese un truco bajo la manga. Durante todo el verano guardo un secreto junto con mi padre y esperaron hasta ayer para decirme la horrible noticia. Iría al colegio con mi primo, Carter.

Me dijeron que no lo llamara para quejarme, porque él no entendería una palabra. Y la respuesta era tan simple como 2 + 2, él no estaba enterado que yo iría con él. No sabía que iba a ser la pesadilla de algunos de sus compañeros durante un rato. Pero esto me molestaba. No quería ir a su colegio, ya que, bueno, estaría él. No lo odiaba, pero eso no significa que me guste estar con él. Somos polos opuestos. Yo soy la oveja negra de la familia, suelo ser odiada por la mayoría de los profesores y me gusta meterme en problemas. Él es el popular de su escuela, pero esto no lo vuelve rudo, al contrario. Es la persona favorita de la esposa de su padre, los profesores lo aman y nunca se mete en problemas.

De ángel no tiene nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora