III. Juegos

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Harry había cumplido con cada una de las reglas que Louis había sugerido, aún cuando él no había hecho lo mismo. Mientras que Harry procuraba mantener la mirada fija siempre en los ojos de Louis sin importar los movimientos extraños que hacían sus orejas, el inquieto visitante seguía trepando a cada mueble que podía, aunque no supiera como bajarse, y comiendo cada rastro de comida en el departamento; mientras que Harry procuraba hablar siempre en un tono tranquilo, que no lo alterara, Louis seguía usando su ropa del trabajo en sus fuertes-cuevas-nidos distribuidos en toda la casa (aunque ahora tenía la decencia de hacerlo después de que Harry la usara); y mientras Harry preparaba ensalada de tomate y rúcula para que Louis almorzara al día siguiente, Louis probablemente hacía lo que fuera que hacía con los rollos de papel higiénico que continuaban desapareciendo. No quedaba del todo claro quién era la mascota en la relación, pero Harry por lo menos sabía que el duelo de la primera semana había sido el entierro de su vida como la conocía, rutinaria y tranquila. No estaba del todo molesto con ello.

La cuestión era que él y Louis de hecho se llevaban bien. Harry no se atrevería a llamarlo "amigo", porque no hablaban realmente nunca de nada profundo, y porque, bueno, Louis era un conejo —como aclaraba cada vez que Harry lo regañaba por algo—, pero su compañía era agradable la mayor parte del tiempo. Se había acostumbrado a lidiar con sus travesuras cuando llegaba a casa del trabajo y a aceptar su cercanía constante como un mimo o un reclamo, y a veces, cuando llegaba fuera de horario y encontraba a Louis durmiendo sobre alguna de sus pilas de ropa en la casa, se quedaba varios segundos observando lo adorable que se veía y admitiendo en secreto que no estaba del todo mal tener una mascota tan peculiar.

Ese día, sin embargo, Harry llegó tarde a casa. La nueva rutina que incluía tomar el té juntos antes de jugar un rato se había roto, y Louis lo esperaba con ojos grandes y orejas alertas, brincando suavemente en su lugar frente a la puerta.

—Dame un segundo —pidió Harry, porque traía una pila de fotocopias con las que se había entretenido hasta tarde en la biblioteca—, sólo déjame guardar esto.

—Quiero juga-ar —protestó Louis frunciendo el ceño y sin dejar de brincar—, no viniste.

—Tuve que... —Harry comenzó a hablar, pero la expresión de Louis le dijo que sería absurdo. Él no entendía ni de su trabajo ni de la importancia de que Harry lo conservara, y no parecía que ese fuera el momento de explicárselo definitivamente—. Lo siento —dijo en cambio y dejó los papeles en la mesita junto a la puerta—, me cambio y jugamos.

Harry caminó a la habitación casi tropezando con un atolondrado Louis que no paraba de brincar a su alrededor. Cuando se desabotonó la camisa —no la buena, la que usaba para todos los días en la oficina—, y comenzó a sacársela, Louis se apresuró a terminar el trabajo y tirar la prenda sobre su cueva del dormitorio. Luego empujó a Harry bruscamente sobre el colchón.

—¡La traes! —dijo riendo y salió corriendo del dormitorio.

Harry se sonrió. Louis apenas le había dado tiempo para asegurarse de tener algo nuevo para su cueva, y ni lo había dejado cambiarse. Echado en la cama, miró el techo y suspiró. Había estado toda la mañana corriendo de aquí para allá en la biblioteca, y la idea de corretear con Louis por toda la casa por minutos no sonaba divertido. La peor parte era que había tardado por quedarse buscando documentación importante para llevarse a casa ese fin de semana y poder avanzar desde ahí con su investigación, porque adelantaba el suficiente trabajo, podría llevar a Louis a la casa de campo que una compañera le había ofrecido el fin de semana siguiente. Louis necesitaba correr por lugares más amplios que una casa pequeña, a juzgar porque cada vez le llevaba a Harry más trabajo agotarlo del todo. Los primeros días bastaban diez o quince minutos para dejarlo cansado en la cueva de ropa más cercana, mientras que el día anterior habían estado casi una hora corriendo sin parar, hasta que el estómago de Louis comenzara a gruñir.

La Regla De Los 3 MesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora