Harry todavía era un idiota, y todavía lo sabía. Parte de él creía que todo podría solucionarse si tan solo se sentara con Louis y discutieran nuevas reglas de convivencia, pero no es como si Louis fuera a cumplirlas ni que pudiera hacerlo de todas formas —¿había siquiera algo en su poder para dejar de ser tan jodidamente adorable? Así que Harry seguía comportándose como un idiota, y Louis seguía comportándose cada vez más distante, y apenas tenían trato más que conversaciones frías durante la cena y aquel mimo silencioso cada noche en la cama, cuando Louis creía que Harry ya estaba dormido.
El lunes, cuando Harry llegó a su casa luego de un largo día en la Universidad, honestamente no tenía tiempo ni siquiera para pensar en cómo solucionarlo todo. Había terminado de imprimir datos de los censos de años anteriores y aunque tenía la idea de cómo hacer su trabajo, sentarse a organizarlo, junto a toda la documentación que había dejado en casa la semana anterior, llevaría horas. Había decidido que lo terminaría esa noche aunque tuviera que quedarse despierto hasta el amanecer, porque eso le permitiría tener una noche de descanso real antes de su presentación el miércoles. Si todo salía bien, la Universidad le daría dos ayudantes a su cargo y eso facilitaría su trabajo de allí a un mes cuando debía hacer la entrega final. Y quizás Harry estaba solo en un país lejano, y no entendía del todo el idioma todavía, y gastaba ridículas cantidades de dinero en papel higiénico para un hombre soltero y su conejo, pero era jodidamente bueno en su trabajo e iba a conservarlo.
Excepto que al abrir la puerta notó que los papeles apilados en la mesa del corredor estaban desparramados por el suelo. Los papeles que había traído de a poco de la Universidad. Con los que debía sentarse esa noche a terminar su informe.
Sintió un borboteo rojo y oscuro trepar por su garganta. Apretó la mandíbula con fuerza y cerró los puños mientras seguía el rastro de hojas por el suelo, y el enojo que le causaba aquella falta de respeto por su trabajo se volvió más pegajoso y más oscuro cuando vio a Louis en el sillón mirando la tele sentado como indiecito, abrazando tres hojas en su pecho mientras desinteresadamente masticaba las esquinas de una cuarta. Harry estaba tan cansado, tan enojado y tan harto, que en vez de gritar sintió humedecérsele los ojos de frustración. Luego tragó saliva y cuando habló lo hizo bien fuerte, obligando a Louis a dar un respingo.
—¡¿Qué demonios estás haciendo?!
Sus orejas que habían saltado al escuchar la voz, se echaron atrás cuando Louis vio la expresión de Harry. Frunció el ceño y ladeó suavemente la cabeza, pero parecía más curioso que preocupado hasta que notó cómo se acercaba hacia él y de un arrebato brusco le sacaba las hojas de las manos y la boca. Louis sacó pecho.
—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —insistió Harry y esta vez sí gritó, oscuro y profundo.
Louis se encogió en su lugar en el sillón pero lo miró igual de desafiante que antes.
—Tenía hambre —respondió—, no había cereal.
A Harry le latía la garganta y miraba a Louis con ojos abiertos y desconcertados y con una nube caliente y vibrante armándose en su boca.
—Este es mi trabajo —dijo.
—Todo es trabajo para ti —protestó Louis por lo bajo y Harry estaba tan jodidamente enojado que no se dejó conmover por lo vulnerable de aquel gesto ni lo esquivo de su mirada.
Lo tomó por la muñeca, levantándolo con un envión del sofá. Louis se golpeó la canilla con la mesa de café pero Harry no se detuvo pese a que lo oyó quejarse. Lo arrastró hasta la cocina, donde agarró el fibrón con el que escribía la lista del súper.
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La Regla De Los 3 Meses
FanficHarry definitivamente no estaba ansioso. Tenía 24 años y una carrera seria y era un hombre adulto, por dios santo: no estaba mirando constantemente el reloj porque su entrega de conejo estaba retrasándose. Suspiró. Conejo. Harry tenía 24 años y acab...