VI. Distancia

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Harry estaba siendo un completo imbécil y lo sabía. Su excusa era el trabajo. Tenía apenas 2 semanas para terminar la primer parte de su informe y trabajar desde casa era absolutamente imposible gracias todo el asunto de Louis siendo bellísimamente obsceno. En realidad, lo que le preocupaba no era el trabajo, sino lo hermoso que encontraba a Louis, lo difícil que era correr la mirada de sus piernas desnudas y su cola esponjosa, y las cosquillas que le hacía mirarlo a los ojos cuando recién se despertaba de sus siestas con párpados caídos de pestañas infinitas. Cada vez que estaba en una habitación con él debía morderse los labios para calmar la picazón que le provocaban las ganas de besarlo.

Pero Harry no podía besarlo. No debía, realmente. Louis tenía el cuerpo de un hombre -de un hombre guapo, pequeño y curvilíneo- pero no lo era, no del todo. No entendía reglas básicas de convivencia, ni comprendía asuntos del mundo, como el trabajo, o lo distinto que era a otros conejos o la relación de altura y proporción entre él y el mesón de la cocina. Era como un niño, a veces. No cuando se rozaba contra sus muslos para darse placer o cuando argumentaba con la fuerza de mil tornados a cada una de las absurdas reglas de Harry, pero lo era la mayor parte del tiempo, y él no se sentía cómodo deseándolo de esa manera. Además, era un conejo, y la sola idea era técnicamente zoofilia, ¿verdad?

Cuando Harry llegó a su casa el viernes por la noche, Louis estaba sentado en el mesón de la cocina. Llamó a Harry desesperado, pero cuando él se asomó en el marco no lo vio con ojos grandes y esperanzados, sino con una silenciosa resignación que causó en él un nudo en el estómago. Llevaba las orejas bien atrás y apagadas, y Harry se sintió como un temible monstruo.

-Necesitas aprender a bajarte -dijo, intentando no sonar hostil. Era difícil, porque cuando Harry se dejaba suavizar por Louis, salían de sus labios palabras como "bebé", y Louis sonreía suave y bonito y el mundo de Harry dejaba de tener sentido-. ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

-Mucho, no lo sé -lloriqueó y agachó la mirada. Al notar la bolsa en las manos de Harry frunció el ceño-. ¿Qué traes aquí?

Harry tragó saliva.

-Comida -dijo-, estoy demasiado cansado para cocinar. Creo que me iré directo a la cama.

-Nunca estás conmigo -susurró Louis y no era un reclamo tanto como era una afirmación.

Harry se encogió de hombros. No, no lo estaba.

-Tengo mucho trabajo.

Louis no levantó la mirada y Harry no se quedó a esperar que lo hiciera. Carraspeó, intentando relajar el nudo en su estómago, pero no funcionó. Se dio vuelta de todas formas hacia los gabinetes del lado opuesto. Sacó un plato y un par de cubiertos -aunque los últimos eran inútiles, porque Louis disfrutaba comiendo con las manos.

-Es ensalada, pero tiene muchos ingredientes y ni una zanahoria -explicó-, te gustará.

Luego de decir eso salió de la cocina y preparó la mesa sobre el espacio desnudo. No había rastros de Harry allí, ni un papel, ni una nota, ni un libro de su trabajo. Harry encontraba irónico que Louis lo hiciera sentir como un monstruo cuando era él quien estaba absolutamente aterrorizado por su pequeño conejo.

-¿Puedes al menos traerme la comida aquí? -dijo Louis desde la cocina.

A Harry le dolieron las palabras. El "al menos" más que las otras. Negó suavemente, aunque Louis no podía verlo. Luego tomó una silla de la mesa y la llevó a la cocina.

Louis estaba abrazado a sus rodillas y frunciendo el ceño con tanta fuerza que lo hacía ver más triste que enojado. Harry dejó la silla junto al mesón.

-Baja por ahí -dijo.

Louis miró a su lado el asiento de la silla y tragó saliva. Miró a Harry con ruego en sus ojos y él tuvo que esforzarse mucho para quedarse en su lugar y no correr a socorrerlo.

La Regla De Los 3 MesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora