XVII. Silencio

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Cuando Harry llegó a su casa el martes después de trabajar, Louis no lo recibió en la puerta. El televisor estaba apagado y, salvo el insistente ruido del refrigerador, el departamento estaba en silencio.

Louis quizás dormía, pero Harry no creía que fuera eso. Se había comportado distinto los últimos días. Un poco distante, demasiado callado. Harry había sido un poco infantil al aceptar esas horas extras en la Universidad, pero creyó que serviría para devolverle al Louis demandante que tanto extrañaba. El que lo recibía en la puerta, cruzado de brazos y con expresión indignada.

Louis sabía ser necesitado y Harry había aprendido del mejor.

La estrategia había fallado de todas formas. Louis no lo recibió en la puerta, aunque sin duda había oído el ruido de las bolsas y la llave.

—¡Un poco de ayuda vendría bien! —protestó, y la falta de respuesta lo hizo chistar. Murmuró para sí—: Y yo que le traje tomatitos cherry fuera de estación.

Harry meditó un momento.

Sobre por qué había gastado tanto dinero en tomates, sobre por qué Louis se comportaba de esa manera y sobre si, quizás, Louis realmente no estaba hecho para pasar más de tres meses con una persona.

Era tonto que la idea siquiera cruzara su mente.

Quizás fue el silencio de la casa, su familiar pero casi olvidada soledad fría. Quizás fue que todo había comenzado a ponerse raro después de los tres meses. Primero besos, caricias, horas eternas enredados en la cama, y luego confusa y repentina distancia. Distancia tibia, pero distancia al fin.

Harry miró el pote de tomatitos cherry y sonrió. Pagaría eso y mucho más por otro instante robado al mundo de ellos juntos. Otra mirada brillante, otro beso en la comisura de los labios, otra caricia sobre sus peludas orejas y otra imagen de Louis moviendo la cola, incapaz de contener la felicidad.

Guardó el resto de las cosas y fue con los benditos tomates al dormitorio.

Las cortinas estaban abiertas y el atardecer entraba anaranjado por la ventana, tiñendo de colores las sábanas blancas. Louis no estaba en ellas.

Harry golpeó la puerta del baño. Tres veces y otras tres.

—¿Lou?

Abrió algo preocupado.

Louis no estaba allí y aunque eso lo tranquilizó por un instante, pues había temido un accidente, la preocupación volvió de inmediato.

Dejó los tomates en el lavamanos y cruzó el pasillo a paso apresurado.

—¡Louis! —llamó.

Revisó cada rincón de la casa, hasta los más ridículos. El sofá, donde debería haberlo visto al llegar; el mesón de la cocina; la cama otra vez. Su nidito abandonado hacía días.

—Vamos, bebé... No es gracioso.

Abrió placares, ventanas, muebles.

Después se paró en el centro de la sala y agudizó el oído.

Medio sonreía, imaginando la risilla contenida de Louis que delataría su escondite. No encontró más que silencio y el hueco ruido eléctrico del refrigerador.

El sol se había puesto y no había rastros de Louis en aquella casa en penumbras.

Harry encontró la nota 3 días después. Estaba en su laptop, sobre el teclado, pero Harry no había siquiera mirado su computador hasta que se hubo resignado del todo. Hasta que admitió que no lo encontraría en el barrio, en el parque, en el río. Que no seguía escondido en algún lugar de la casa. Que no podía ir a la policía a buscar a un hombre mitad conejo sin que lo metieran a él mismo en alguna institución mental.

Llegó a dudar de su propia cordura. ¿Lo había imaginado? ¿La soledad del exilio había calado tan hondo en su cuerpo?

No podía ser así. No podía serlo porque había pelos de la cola de Louis en todas sus camisas y porque podía olerlo en la almohada y porque si fuera eso, cuando su contrato en la Universidad venció, habría vuelto a Inglaterra en lugar de quedarse allí.

La nota que Louis había dejado no explicaba mucho, pero sí lo suficiente.

Era una sola palabra en letra prolija.

'Adiós'

Harry aguantó las lágrimas y transformó la tristeza en enojo. Fue hacia el refrigerador que no parecía callarse desde que Louis se había ido y garabateó una nueva y absurda regla al final de las otras.

Siempre regresar.

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La Regla De Los 3 MesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora