XVIII. Mío

1.9K 231 39
                                    

Cuando Harry volvió a ver a Louis fue, irónicamente, tres meses después.

Lo tomó por sorpresa.

Estaba lejos del departamento. Tenía que avanzar con su trabajo pero en casa le costaba demasiado concentrarse. Era como si Louis hubiese marcado cada rincón con su colorida forma de ser... Su ausencia se anunciaba a los gritos en el sepulcral silencio del lugar.

Pero Harry tenía que pagar las cosas. Su corazón roto y su soledad no pagarían sus cuentas. No era justo desquitarse con sus alumnos de todas formas.

Así que había caminado lejos, a rincones de Berlín que Louis nunca había pisado, en donde no hubieran recuerdos que lo atraigan a su conciencia. Donde pudiera pretender, por un momento. Pretender que olvidaba.

Encontró un café avejentado, pero repleto de gente. Irónicamente, el ruido lo ayudaba a concentrarse. En el silencio, muchas veces, volvía a Louis.

Fue justamente allí donde lo encontró.

Harry había enchufado su laptop y había dispuesto sus papeles y cuando el mozo se acercó a preguntarle qué quería, ni siquiera se hubiese girado a verlo para pedir "un café cortado, por favor" si no hubiese sido porque la familiar voz le había dado un vuelco en el pecho.

Se veía tan absolutamente bonito. Si era posible, todavía más que la última vez que Harry lo había visto. El café estaba abarrotado y Louis llevaba un gorro ocultando sus orejas y las mejillas rojas de ir y venir. Harry siempre pensaba en distintas cosas de él que extrañaba, pero hasta ese momento no se había dado cuenta de lo mucho que extrañaba sus pestañas y el modo en que se mordía el lado interno de los labios, sin darse cuenta, mientras esperaba.

Louis levantó la mirada de su libreta, ante la falta de respuesta. Al ver a Harry, su mirada... Pasó por todos los colores y todas las luces. Brillante, azul, rosada, opaca. Louis respiró hondo y despegó los labios pero estuvo un largo rato sin saber qué decir.

Fue Harry finalmente quién habló.

—¿Dónde estabas? —dijo con la voz un poco quebrada.

Louis todavía abrió y cerró la boca un par de veces. Finalmente negó suavemente con la cabeza y se sentó en la silla desocupada junto a Harry, acercándose a él. Se llevó las manos al sombrero de lana que escondía sus orejas y pareció acomodarlas, probablemente inquietas por la sorpresa. Llevaba un suéter grande y rojo vino que Harry no le había visto jamás.

Harry sonreía, como un tonto. Ver a Louis de nuevo se sentía finalmente como si... Harry se sentía finalmente a salvo, a su lado. Como si algo de su vida, de su presente tan lejos de su país natal y su familia, finalmente tuviera un sentido. Una razón de ser.

Louis levantó la mirada y Harry frunció el ceño al notar que él, por el contrario, no sonreía.

—Aquí... —susurró Louis. Carraspeó, para recuperar la voz, y volvió a hablar—. He estado aquí, conseguí un empleo.

—Veo eso —dijo Harry o creyó hacerlo, porque no estaba seguro de si su voz había salido de su garganta.

Louis miró a la barra, antes de volver la vista a Harry un instante y agachar la mirada.

—Sólo necesito escribir y sacar cuentas. Tengo buena memoria —dijo—. Mis compañeros dicen que no pagan tan bien pero no estoy registrado, así que eso es bueno.

Harry asintió. No es que no le interesara cómo Louis se las había ingeniado todo ese tiempo solo. Seguramente tendría decenas de preguntas cuando pudiera detenerse a pensar al respecto, pero ahora sólo lo atormentaba una pregunta.

La Regla De Los 3 MesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora