Era sábado por la mañana, y Harry estaba cansado. Había dormido de más —lo sabía porque Louis no estaba durmiendo a su lado— y debería levantarse porque se había prometido que pasaría todo el día con él, jugando y haciendo cosas para disculparse por el mal trato de las últimas semanas. Todavía, el día anterior se había quedado trabajando hasta las dos de la mañana, y le dolía la panza de tanto alimentarse con snacks y bebidas energizantes... Si tan solo pudiera dormir un poquito más, estaba seguro de que tendría energías para Louis el resto del día.
Cuando Harry abrió los ojos otra vez, lo hizo sacudido por la sorpresa del movimiento en la cama. No sabía la hora, pero sentía que había dormido por siempre, y la luz intensa y el ruido en la calle daba la sensación de que ya había pasado el mediodía.
—Cuidado —dijo Louis.
Se tambaleaba de rodillas sobre el colchón, llevando una taza en cada mano. Harry se refregó los ojos e intentó enfocar la mirada cansada en él. Tenía su suéter lavanda y las orejas alertas y Harry estaba seguro de haber soñado que lo besaba hasta que se le hincharon los labios.
—Hice té —dijo y le ofreció la taza.
Harry se incorporó en el colchón y no pudo controlar el bostezo. Louis esperaba con la taza en el aire.
—Creo que lo hice bien. Hice lo que tú haces en la cocina.
—Gracias, bebé —dijo, y ya sentado quitó la taza de sus manos. Louis sonrió y se sentó como indiecito a los pies de la cama—. ¿Qué hora es?
Recibió como respuesta sólo hombros encogidos y una expresión inocente. Harry se sonrió mientras desbloqueaba el celular. 13:42. Perfecto.
—Lamento haber dormido tanto, Lou —dijo y no pudo contener un segundo bostezo. Después llevó la taza a sus labios y bebió. Estaba cargado, pero a Harry le gustaba así—. Déjame desayunar y darme una ducha y jugaremos.
—Está bien. —Louis se encogió de hombros otra vez—. Estás cansado y tienes tu trabajo.
Harry bebió otra vez y frunció el ceño mientras lo miraba. Las orejas estaban atentas pero no entusiasmadas y la mirada de Louis era evasiva. No era tristeza, porque Harry conocía esos gestos en él: opacos, abatidos, cansados. No era enojo, porque faltaba la mirada de fuego y los músculos tensos, siempre dispuestos a soltar un pisotón. El asunto es que no era alegría tampoco y Harry había olvidado la última vez que había visto a Louis contento y entusiasmado. Había una calma sobre él últimamente... Era bonita, pero preocupante. Más preocupante era quizás que habían pasado dos meses juntos y Harry apenas conocía de él las emociones más superficiales.
—Me haría bien pasar tiempo contigo —dijo Harry—, me gusta cuando jugamos.
Louis levantó la mirada brillante y sonrió. Sus orejas seguían curiosamente expuestas y su postura algo encorvada, pero el brillo familiar despertó en Harry las cosquillas que aunque quisiera no podía contener. Era estúpido y Harry sabía que estaba mal: Louis era un conejo, y como tal era frágil y dependiente, y que tuviera un cuerpo infernal y aquella actitud desvergonzada no quería decir que estuviera bien desearlo, pero no es como si pudiera evitarlo. Era absoluta y ridículamente bonito y no sólo en el sentido clásico de sus rasgos y sus gestos. Lo era porque era transparente y tan brillante que envolvía a Harry en sus humores más profundos y porque aunque no entendía el valor de las cosas las respetaba para ayudarlo y porque había aprendido a preparar el té justo como a Harry le gustaba, sin que él se lo enseñe ni se lo pida.
La taza seguía caliente, pero el contenido se había enfriado un poco. Harry bebió de un sopetón hasta dejar menos de un tercio de té y apoyar la taza en la mesita.
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La Regla De Los 3 Meses
Fiksi PenggemarHarry definitivamente no estaba ansioso. Tenía 24 años y una carrera seria y era un hombre adulto, por dios santo: no estaba mirando constantemente el reloj porque su entrega de conejo estaba retrasándose. Suspiró. Conejo. Harry tenía 24 años y acab...