V. Quieto

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Las cosas habían cambiado drásticamente después de aquellas pequeñas vacaciones. El cambio más visible, sin dudas, es que dormían juntos ahora. Louis lo había decidido después de compartir cama en la casa de la montaña, y aunque le explicó que las circunstancias allí eran especiales, que no había calefacción, estaban cansados y Louis todavía se sentía un poco mal por todo lo de la cola, él sólo había sonreído y explicado también que era más lindo dormir así y que Harry era abrigadito. Harry no había encontrado las fuerzas para decirle que no.

Ese era el asunto. El verdadero cambio entre ellos.

Harry había amanecido en la cabaña acariciando el cuello de Louis con su nariz, y abrazado a su cintura. En su sueño, Louis lo había besado con ojos abiertos y pestañas caídas, acariciando la línea de su mandíbula con sus delicadas manos. Se había sentido tan real que Harry había despertado sonriente y con la piel de gallina —aunque lo último podría ser a causa del frío—, y con una urgente erección bajo el bóxer rogando por rozarse contra el trasero desnudo de Louis. No había cedido, porque Harry era un caballero y Louis un jodido conejo, pero la idea no dejaba su cabeza cada vez que estaba en la casa. Lo había vuelto hosco. Harry nunca era hosco.

—Harrrry... —Louis rodó sobre el sillón, asegurándose el suéter sobre los muslos para que Harry no lo regañara—. Me aburro.

—Estoy trabajando —respondió Harry, y puso toda su concentración sobre la laptop para obligarse a no mirar.

Todavía lo hizo, de refilón. Louis se mordía el labio inferior y movía sus piernas en el aire. Sus orejas estaban altas y atentas, y estaba tan concentrado en mirar a Harry que cuando notó su mirada también sonrió y movió la nariz velozmente.

—Vamos, juguemos —dijo, incorporándose casi en un brinco para sentarse en el sofá.

—No puedo, Louis.

—Sí puedes —respondió, y caminó hasta él, tironeando de su hombro—. Sí puedes, sólo un ratito.

Harry sólo negó con la cabeza. Realmente no podía. El último fin de semana de viaje había significado un retraso en el informe que estaba preparando para la Universidad, y tenía que entregarlo en dos semanas. Además, no quería realmente; había estado evitando el tiempo de juegos desde que había notado lo difícil que era soltar a Louis cuando lo atrapaba ahora.

Louis tiró con mucha fuerza de su silla hasta correrla, alejándolo de la pantalla. Harry apretó los labios para no sonreír.

—Lo siento, bebé —dijo—, pero tengo que avanzar con esto.

Adelantó la silla sobre la mesa en un gesto brusco. Louis frunció el ceño, empujando los labios hacia afuera, y Harry tuvo que esforzarse para no sonreír. Se encogió de hombros.

Louis resopló y dio un fuerte pisotón.

—Estoy aburrido-o —insistió—, ¿hay algo para comer?

Harry suspiró, mientras Louis daba media vuelta en dirección a la cocina. Eso explicaba por qué duraban tan poco las compras semanales. Aprovechando que no tenía que hacer el esfuerzo consciente de prestar atención a su pantalla por un segundo, hundió el rostro en sus manos y se refregó la sien. La imagen de Louis rodando en el sofá sosteniendo el suéter apenas sobre sus muslos se le repetía como pantallazos en el recuerdo.

Oyó a Louis trepar al mesón, probablemente en busca de los cereales de Harry arriba de la heladera. Luego el sonido de la caja y el crujiente mascar de sus dientes. Suspiró otra vez y se puso de pie, justo a tiempo para oírlo llamarlo.

—¡Harry!

—Voy —dijo, pero en lugar de ir directamente a ayudarlo a bajar, se paró en el marco de la puerta y lo observó.

La Regla De Los 3 MesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora