Siempre he sido una persona sencilla, de esas que disfrutan de un día tranquilo en la playa y evita los riesgos a toda costa. Me gustaba mantener todo bajo control y que nada ni nadie interviniera en el pequeño mundo al que me había exiliado por vol...
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¿Alguna vez han sentido que están haciendo algo que está mal pero aun así no se detienen? Siento como si estuviera en un auto apunto de estrellarse y sigo acelerando.
Estar con Damián se siente así.
No puedo evitar tener una sensación extraña en el estomago cuando lo tengo cerca, cuando estuvimos en la fiesta el alcohol me ayudo a hacer aun lado esas emociones, pero ahora que está a un lado mío me cuesta no prestarle atención a la voz en mi cerebro que me dice que esto quizá no fue una gran idea.
La luz del sol le ilumina sus facciones y resalta sus ojos oscuros que ahora se ven de un café más claro, está totalmente sorprendido observando la camioneta azul claro que tenemos enfrente.
Por un momento pensé que me iba a dejar plantada, pero no fue así cinco minutos después de que le marque llego corriendo al parque con su uniforme desalineado.
- ¿Y funciona? – pregunta clavando de nuevo su mirada en mí.
De las locuras que he hecho en mis diecisiete años comprar a "Lizzie" mi camioneta fue sin duda la mejor de todas. Quizá esta algo vieja y oxidada, pero funciona como un carro nuevo, mis padres no tienen ni idea que la tengo, ellos hubieran preferido que me moviera en algo más moderno, pero en cuanto vi a Lizzie en vuelta en polvo en un taller mecánico fue amor primera vista.
Solo Cinthya y Elias conocían de su existencia y ahora también Damián y debe de penar que estoy loca por que me fascine una antigüedad así.
-Por supuesto que si funciona– le digo fingiendo estar ofendida – Lizzie es toda una corredora.
- ¿Tiene nombre? – se que en este momento esta tratando de reprimir una sonrisa.
Puede ser tonto, pero para mí esa camioneta vale millones y desde el momento que la vi se me vino a la mente una novela que leí hace varios años, donde la protagonista se llama así.
-Así es, mi bebé se llama Lizzie – hago una pausa para buscar las llaves en mi mochila para abrir la puerta del conductor – vamos niño bonito, se nos hará tarde.
Subí a Lizzie y me acomode en mi asiento, ajuste el espejo retrovisor y vi como él caminaba para llegar a la puerta del acompañante.
-No pensé que supieras manejar – comentó cuando por fin estuvo adentro.
-Te dije que no conocías muchas cosas sobre mi – Y lo que te falta por saber niño bonito – espera.
me estire lo suficiente para alcanzar su cinturón de seguridad y abrochárselo. Pude sentir su corazón latir con fuerza en su pecho, estoy muy segura que el mío también estaba igual.
-Ahora no será tan fácil escapar de mi Damián Cevedo – le digo y me percato de lo cerca que estamos, nuestras caras solo están a unos escasos centímetros de distancia, cualquier movimiento y el espacio entre nosotros seria nulo.