Dos

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- No pienso correr con los gastos de todo esto - dijo Charlene sentándose en su escritorio volviendo al papeleo.

Flynn bufó en respuesta. Ya sabía él que esa tacaña no querría pagar ni un mísero dólar.
Draco miró molesto a la mujer. Esa muggle era irritante. Cómo si Lord Malfoy y Lord "héroe del mundo mágico" Potter necesitaran dinero de esa... Draco interrumpió su propio pensamiento. No pensaba volver a viejas costumbres.
De todas formas podrían viajar con traslador y cambiar algunos galeones a dinero muggle.

Los magos salieron de la biblioteca seguidos de un emocionado Flynn. Estaba deseando probar eso de viajar en traslador. Draco se mordió el labio, disimulando una risa. Ese muggle no sabía lo que decía, cuando llegaran a Japón tendría el estómago tan revuelto y estaría tan mareado, que desearía no haber nacido.
Una vez más, el slytherin se encargó de los detalles con el M.A.C.U.S.A  para conseguir el transporte y arreglar el papeleo para dejar el país acompañados por un nomag, como ellos llamaban a los muggles. Aunque en Estados Unidos, el contacto con los humanos no mágicos estaba prohibido, dado que Flynn no era un nomag normal, hicieron la vista gorda y le trataron como a uno de los suyos. Al fin y al cabo, él guardaba también un secreto al mundo y sabía que revelar la existencia del mundo mágico podría ser peligroso y contraproducente.

Cuando llegaron a la zona autorizada para apariciones, el nuevo ministro de magia estaba esperándoles con un traslador.

- Suerte - dijo el ministro sencillamente, mientras le tendía a Draco un libro algo ajado.

- Gracias - contestó el slytherin agradecido por la ayuda.

Los demás, se acercaron también al libro y lo sujetaron con fuerza.

- Sujete el libro con firmeza señor Carsen y cuidado al soltarse - dijo Draco conteniendo una risa - solo faltan unos segundos.

El libro brilló y con el sonido típico de la traslación, los siete fueron engullidos por el torbellino. En un momento se soltaron todos, apareciendo en una calle desierta. Como siempre, Draco, Harry y Luna posaron sus pies con suavidad en el suelo, mientras que los otros volvían a caer sin gracia alguna. Flynn, terriblemente pálido, sentía como si se hubiera dejado las tripas atrás. El tirón y el nudo que notó cuando se activo el traslador fue tan horrible que, de haber tenido algo en el estómago seguramente lo habría vomitado.

- En serio, Harry, tienes que enseñarme a hacer eso - dijo Ron poniéndose en pie y sacudiendo su ropa.

- ¿Está bien, señor Carsen? - preguntó Luna tomando del brazo al hombre con amabilidad.

Flynn cogió aire profundamente y trató de serenarse antes de contestar. Diablos. Ese lindo rubio debía de haberle avisado de lo que pasaría, en lugar de dejarle hablar sobre las ganas que tenía de usar el maldito traslador.

- Si... - consiguió decir con claridad, a fin de cuentas no quería que su Draco, si suyo, le viera en un estado tan deplorable.

Harry rió por lo bajo. Ese bibliotecario era demasiado obvio y aunque su amigo slytherin no lo admitiría jamás, ambos estaban algo colgados el uno del otro. ¡Ja! Quien iba a decir que un mago sangre pura como Malfoy terminaría gustando de un muggle. Si Lucius Malfoy lo supiera, seguramente le lanzaría un crucio a su hijo.

- Es tarde...creo que deberíamos buscar un lugar para descansar y por la mañana comenzar a buscar ese estúpido horrocrux - dijo Ron tomando de la cintura a su novia y saliendo del callejón oscuro donde estaban, seguidos de los demás.

- ¿Dónde estamos? - preguntó Neville mirando los altos edificios que los rodeaban.
Para él, aquel ambiente era totalmente nuevo. Neville nunca había salido de la Inglaterra mágica y ver todos esos rascacielos, luces y pantallas le habían asombrado y encantado a partes iguales, al igual que a Ron y Luna.

El octavo horrocrux Donde viven las historias. Descúbrelo ahora