Doce.

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El cielo estaba oscurecido por negras nubes, que tapaban los últimos rayos de sol y las primeras estrellas que comenzaban a salir. Harry miró en derredor, observando a todos sus amigos y conocidos, que se habían presentado a la batalla. A su derecha, Ron y Hermione con las varitas en sus manos, apuntaban hacia el enemigo. A su izquierda, Draco, Luna y Neville preparados para entrar en liza.
Miró hacia atrás, al resto de magos que le seguían incondicionalmente. No podía creer que una vez más, se encontrara en aquel lugar. Aún no habían terminado de reconstruir el castillo desde la última batalla y ahí se encontraban de nuevo, dispuestos a luchar otra vez con el mismo enemigo.
Harry, observó como Voldemort y sus mortífagos, ya sin máscaras ni capuchas que ocultaran la identidad de los seguidores del Lord, les enfrentaban en la batalla final que les esperaba. George, junto al Lord Oscuro, les devolvía una mirada de desprecio y frialdad que jamás pensaron ver en su rostro.

- Harry Potter... - siseó Voldemort con ira contenida - nos volvemos a enfrentar en el mismo lugar, aunque esta vez el final será bien distinto. Como no carezco del todo de...misericordia - dijo en un tono condescendiente que hizo reír a los mortífagos - perdonaré la vida a todo aquel mago que se una a mí en este instante.

El bando de la luz se miraron unos a otros dándose apoyo y ánimos con la mirada.
Harry sonrió de manera burlona mirando los ojos rojos de su némesis.

- Tom Ryddle... - dijo Harry sonriendo al notar la mueca de desagrado del mago oscuro al oír su verdadero nombre - ¿aún no has entendido que no puedes vencer? Siempre carecerás de algo que yo tengo y tu no. Aquello que siempre me ha hecho vencerte cada vez que nos hemos enfrentado.

Voldemort miró al gryffindor y rió de forma siniestra, haciendo que muchos de los magos de la luz se removieran un poco en su sitio.

- ¿Amor? ¿Es eso a lo que te refieres, Potter? - preguntó el Lord mientras extendía su mano hacia George, quien con una sonrisa ladeada la tomaba y se dejaba acercar al frío cuerpo del mago oscuro - porque esta vez, también lo poseo ¡Inclinense ante mí o mueran!

Draco miró a Harry y asintió levemente. Era el momento. El slytherin lanzó el primer hechizo que impactó de lleno en uno de los mortífagos, haciendo que cayera inerte al suelo. Esta vez, el bando de la luz no tendría piedad.
En ese momento, una lluvia de hechizos llenó el cielo nocturno.

- ¡Bombarda! ¡Confringo! ¡Sectumsempra! - Draco lanzaba hechizos a diestra y siniestra, la mayoría impactando en su objetivo. Con rapidez, se movía entre el gentío esquivando y atacando lo mejor que podía. Su padrino le había instruido en duelo además de en pociones, y aunque ningún mortífago lo sabía, era muy bueno en ambas cosas.

- ¡Maldito traidor! ¡Diffindo!

Draco se giró en el momento justo en que escuchó la voz de Blaise, teñida por el odio. Sin tiempo para hacerse a un lado, el hechizo le dio de lleno en el brazo derecho, haciendo un  profundo corte y que su varita cayera de su mano.
Blaise se acercó a su ex compañero de casa con una sonrisa ruin. El moreno siempre había estado a la sombra de Draco, y ahora, por fin lo tenía justo como quería.

- Esto va a ser divertido - dijo Zabini sujetando con fuerza su varita - ¡Crucio!

Un rayo rojo salió disparado de la varita del moreno impactando en el pecho de Draco, que se arrodilló presa de un intenso dolor. No era la primera vez que recibía la maldición de tortura, pero uno nunca se acostumbraba a esa agonía. A experimentar como si te arrancaran la piel y pusieran ácido en las heridas abiertas. Pero como orgulloso Malfoy, no iba a dejar que Zabini disfrutara con sus gritos, y con un esfuerzo inhumano se mantuvo en silencio, mordiendo su labio inferior hasta sacarse sangre. Blaise, rabioso, intensificó la maldición molesto por no poder oír los gritos de dolor del rubio. Draco, se deslizaba ya en la inconsciencia cuando de repente dejó de sentir ese tormento.
En su estado semiinconsciente, notó unos brazos fuertes que lo envolvían y como una mano fría como el hielo, acariciaba su rostro con ternura.

El octavo horrocrux Donde viven las historias. Descúbrelo ahora