Trece.

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Draco caminó despacio hacia el gran ventanal de su habitación y contempló el cielo. Las estrellas empezaban a desaparecer y a lo lejos, se podía ver como comenzaba a clarear. Ya no faltaba mucho para que amaneciera. Flynn se acercó y tomó al slytherin entre sus brazos, provocando un estremecimiento en el delgado cuerpo del menor.

- Idiota, estúpido muggle, maldito loco...- murmuró Draco desesperado, apretando las manos frías de Flynn que se cerraban en su pecho. La delicada espalda del rubio, descansaba en el torso del bibliotecario - ¿se puede saber por qué demonios has hecho semejante estupidez? ¡Te has convertido en un maldito vampiro!

Flynn rió quedamente. Si, había sido una estupidez, pero no se arrepentía. Cuando llegó al campo de batalla y vio a aquel tipo haciendo daño a su Dragón, una furia que no sabía que tenía en él, salió a relucir y por primera vez en toda su vida dio muerte a una persona e incluso disfrutó con ello. El sabor de la sangre de su enemigo inundó sus sentidos, pero el recuerdo de su rubio le centró al momento. Casi muere de nuevo cuando le vio tan maltrecho y herido en el suelo después de recibir aquella maldición.

- Vamos Dragón...no te enfades. Ya sé que soy un idiota, pero soy TU idiota, bueno...ahora tu idiota inmortal, que te amará por toda la eternidad.

Draco no pudo evitar sonreír ante lo dicho por Flynn.
Lentamente, el slytherin se giró para mirar a los ojos a su ahora vampiro. Sus cálidos ojos castaños ya no existían más. Ahora eran rojos y brillantes como rubíes, aunque aún poseían esa dulzura y amor cuando le miraban.
Flynn, subió sus manos y las colocó en las pálidas mejillas del slytherin, que se sonrojó un poco pareciendo adorable a la vista del mayor.
Draco cerró los ojos y respiró entrecortadamente. La cercanía del bibliotecario siempre le alteraba los sentidos y su corazón, latía contra su pecho con rapidez.
Flynn acercó su rostro lentamente, y por fin, capturó los labios del rubio en un tierno beso que ambos estaban deseando desde que se reencontraron horas antes.
La lengua gélida de Flynn lamió dulcemente los labios del rubio, pidiendo permiso para entrar. Draco, sin dudar, colocó sus manos en la nuca de su castaño y lo acercó más mientras abría su boca, con abandono, entregándose de buena gana al húmedo y candente beso que el mayor le estaba dando.
Las manos de Flynn recorrieron la espalda de Draco en una caricia necesitada, hasta llegar a su pecho. Con un ágil movimiento arrancó la ropa haciendo uso de su fuerza sobrehumana, provocando un jadeo por la sorpresa en el slytherin, que ahora estaba desnudo de cintura para arriba, dejando ver sus rosados pezones.
Una vez más, Flynn unió sus labios y empujando levemente a Draco lo encaminó hacia la cama, recostándolo con todo el cuidado que pudo.

- ¿Por qué tiemblas mi amor? - preguntó Flynn preocupado - ¿me tienes miedo Dragón?

La mirada angustiada de Flynn recorrió el rostro de su rubio, que sonrió divertido. El mayor confundido, acarició el suave cabello del menor, esperando su respuesta.

- No Flynn...nunca podría tener miedo de tí. Sé que nunca me harías daño - contestó Draco con seguridad. Un nuevo escalofrío recorrió la columna del slytherin.

- ¿Entonces? - preguntó Flynn mirando fijamente a Draco a los grises ojos que tanto amaba. No podría soportar que ahora que era un vampiro le tuviera miedo o repulsión.

El rubio se sonrojó extremadamente y desvió la mirada avergonzado.

- Sólo...bueno...solo pensaba en...en el momento en el que...ya sabes...amm...en el que entres en mí - susurró eso último mortificado.

Flynn abrió los ojos sorprendido, pero guardó silencio a la espera que Draco se explicara mejor.

- Es que...uhg, tus manos están heladas, bueno, todo tú estás helado, y no puedo dejar de pensar en si tu...amm tu..."cosa" está igual de fría - terminó de explicar Draco tapando su rostro con ambas manos muerto de vergüenza.

El octavo horrocrux Donde viven las historias. Descúbrelo ahora