Dieciséis.

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Tres días tardó Harry en despertar. Con dificultad, el azabache entreabrió los ojos, parpadeando varias veces, tratando de enfocar la vista. El cuerpo le pesaba una tonelada y se sentía bastante adolorido. Paseó la mirada por la blanca habitación que reconocía perfectamente, después de sus muchas estancias en el hospital. Junto a la amplia ventana, la figura de Asami se recortaba contra la claridad del día.

- Ry...Ryuichi - articuló Harry con bastante esfuerzo.

Asami se acercó rápidamente a su novio y tomó su mano con delicadeza, mientras se sentaba en la silla que había junto a la cama.
La felicidad embargó al yakuza cuando divisó los ojos de su amado, ahora de un verde mar más oscuro, pero igual de hermosos para él.

- Harry amor, ¿cómo te encuentras? - preguntó Asami a media voz, para no perturbar el descanso de Harry.

- Estoy bien, cansado, adolorido, pero bien...Aunque...no recuerdo ¿qué pasó?

- Harry tranquilo, ya habrá ocasión para hablar de eso, ahora lo mejor sería que te revise ese tipo - dijo Asami algo molesto. El medimago que atendía a Harry miraba demasiado a su hermoso niño, según el yakuza y estaba tentado en pegarle un tiro en la frente.
Harry sonrió débilmente, por los celos de su japonés. Cómo si pudiera tener ojos para alguien más...

En ese momento, la puerta se abrió dejando ver al susodicho, con una sonrisa en la cara.

- Señor Potter, que alegría tenerle de vuelta entre los vivos, soy Maximilian Sallow, su medimago.

Maximilian se acercó a Harry ante el disgusto notorio del yakuza, para revisar los signos vitales de su paciente.

- Bien Harry, dígame, ¿cómo se encuentra?

- Me encuentro bien, aunque me duele la cabeza y me siento cansado...¿Qué me pasó?

El medimago cruzó una mirada nerviosa con Asami, que frunció el ceño, advirtiéndole de forma silenciosa que le dijera todo a su león.
Maximilian tragó saliva nervioso. Después de todo lo que ese chico había hecho por el mundo mágico, le partía el corazón tener que decirle que había perdido su magia para siempre.
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Harry, sentado en el jardín de la Madriguera, suspiró calmado. Había sido duro el enterarse de la verdad. Ya no poseía magia. Aquello que le hacía especial había desaparecido y no volvería nunca más. No es que no apreciara el estar vivo, el que sus amigos estuvieran a salvo y que al fin todo hubiera acabado. Pero echaría de menos poder volar con su escoba, jugar al quiddich, invocar su patronus, que había pasado de ser un ciervo como el de su padre, a un dragón, en honor a Asami.

- Hey, amigo ¿Qué haces aquí fuera? ¿No deberías estar descansando dentro? - dijo Ron mientras se acercaba y se sentaba a su lado - ¿Y tu novio, el yakuza? - preguntó el pelirrojo con un gruñido.

Harry soltó una risita divertida. Era increíble lo celoso que era Ron con él, y el que aún le costara aceptar su noviazgo con Asami.

- Se fue a atender unos asuntos con Kirishima, para volver a Japón.

Ron hizo una mueca al oír eso.

- Imagino...que te irás con él ¿no?

Harry asintió con una sonrisa.
Cuando salió del hospital, Asami le pidió que viviera con él y sin pensarlo dos veces, Harry había aceptado. Ahora que era libre de amar y ser amado sin restricciones ni magos oscuros tras su cabeza, se quería dar la oportunidad de ser feliz.

- Mi lindo Harry...ese malvado japonés se te llevará lejos y no podré verte más - dijo el pelirrojo con tono lastimero y un puchero que según Draco le hacía ver estúpido, pero que a Harry le parecía muy tierno.

El octavo horrocrux Donde viven las historias. Descúbrelo ahora