Tres

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Asami Ryuichi frunció el ceño furioso. ¿Por qué ese entrometido chino tenía que irle con el cuento a ese idiota ruso? Ahora tenía que lidiar con las puyas e indirectas de esos dos. El japonés trató una vez más de centrarse en la reunión en la que estaba en ese momento. No parecía un mal negocio, bastantes beneficios y aunque rayaba la ilegalidad, eso era algo que como yakuza, no le preocupaba lo más mínimo.
Mikhail, el jefe de la Bratva, miraba de reojo a su amigo Asami y una vez más, tuvo que contener una risita. Hubiera dado lo que fuera por estar en aquel momento. Una pena que Feilong no hubiera podido grabarlo, pensó el ruso suspirando.

- ¿Está de acuerdo señor Asami? - preguntó Usami Fuyuhiko entrelazando las manos y reposándolas en el escritorio con suavidad estudiada - créame que es un buen trato.

Ryuichi meditó por un momento releyendo los contratos.
Cuando Mikhail le habló de un negocio que le daría bastantes beneficios, no pensó que se referiría a asociarse con su "suegro". Su amigo ruso y el hijo mayor de los Usami llevaban una relación algo tormentosa por los celos enfermizos del mafioso, pero bastante estable, desde hacía ya un tiempo.

- Hay trato - dijo Asami firmando el acuerdo junto a la firma de Usami.

Fuyuhiko tendió la mano a Asami y Mikhail despidiéndose de ellos e instándoles a acompañarle a su casa para brindar por el acuerdo.

- Al fin y al cabo, somos casi familia - dijo riendo Fuyuhiko mientras ponía una mano en el hombro del ruso.

Ambos amigos aceptaron la invitación de buena gana. Mikhail pensó que con suerte, podría ver a su lindo Haruhiko y robarle un beso o puede que algo más. Asami solo quería distraerse y olvidar el desplante que sufrió a manos de su esmeralda en la casa de subastas.
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Los magos y el bibliotecario esperaban cerca de la entrada del edificio. Aún había luces dentro de la empresa, por lo que gracias a Merlín, habían llegado a tiempo.
No habían pasado ni veinte minutos que observaron a un grupo de cinco hombres salir del edificio. Por la fotografía que había conseguido Luna en Internet, pudieron reconocer a su objetivo, que iba acompañado por dos hombres altos e imponentes y otros dos que parecían empleados.

- ¿Asami? - susurró Harry nervioso viendo al japonés que había conocido en la casa de subastas esa mañana y al recordar su encuentro, no pudo evitar sonrojarse un poco. Aún podía notar los cálidos labios sobre el dorso de su mano.

Los magos y Flynn vieron como llegó un auto negro bastante lujoso y antes que subieran en el, Hermione lanzó el hechizo de rastreo sobre Fuyuhiko. Segundos después, vieron como el auto se alejaba lentamente perdiéndose entre el tráfico de la ciudad. Ahora sólo tendrían que seguirlos. Fácil ¿no?
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Los hechizos y balas volaban a su alrededor. Harry y sus amigos esquivaban y contraatacaban con todo lo que podían. ¿Cómo una misión que debía haber sido sencilla, había terminado en una batalla? ¡Y encima involucrando a esos muggles!
Cuando llegaron a la mansión Usami, entraron en la propiedad sin dificultad. El hechizo de rastreo había funcionado perfectamente y en cuanto la magia notó que el objetivo había llegado a su destino, pudieron aparecerse en el lugar.
La mansión era bastante grande y estaba emplazada en medio de la propiedad, rodeada de un poblado bosque. Caminaron durante bastante rato bordeando el camino entre los árboles y usando desmaius a cuanto guardia encontraban.
Flynn haciendo uso de sus muchos talentos desactivó la alarma y entraron en silencio con un alohomora.

- Oye, ese hechizo si que me hubiera sido útil en muchas ocasiones - comentó Flynn susurrando con una sonrisa divertida.

- ¡Concéntrate sabihondo! - gruñó Draco, negando con la cabeza por la actitud despreocupada del bibliotecario. Parecía que no era nuevo en eso de allanar propiedades privadas.

El octavo horrocrux Donde viven las historias. Descúbrelo ahora