Once.

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Harry separó sus labios lentamente de los del domador, con la respiración agitada por el beso robado.

- Mm...Charlie ¿Po...por qué has hecho eso? - preguntó el azabache confuso. No iba a negar que ese guapo pelirrojo había sido su más grande crush, pero después de ese candente beso, había podido reafirmar que ya no sentía lo mismo por él y que era Asami, el único que tenía en mente.

Charlie soltó un poco de su agarre a Harry, mirando los hermosos ojos verdes del menor.

- Harry, perdona por besarte así, pero llevo mucho tiempo queriendo hacerlo. Quizá...quizá primero debí haberte dicho lo que siento por tí, pero en mi defensa, diré que te ves demasiado adorable con ese pijama - dijo el pelirrojo con una sonrisa.

- Lo...lo que sientes ¿por mí?

Charlie suspiró profundamente, tomando valor antes de volver a hablar.

- Lo cierto es, Harry, que me gustas desde hace tiempo - dijo el domador tomando las manos del azabache que estaba en shock - me gustas mucho y de verdad me gustaría estar contigo.

Harry miró sorprendido al hermano de su mejor amigo. ¿Charlie gustaba de él? ¿Desde cuando? ¿Y qué demonios iba a decirle? No podía aceptar sus sentimientos, ya estaba en una relación con su yakuza, pero tampoco quería hacerle daño.

- O...oye Charlie, eso...eso en verdad me ha sorprendido - dijo Harry desviando la mirada triste y alejándose un poco más del cuerpo del domador - pero no...no puedo aceptar tus sentimientos, yo... Yo ya amo a alguien más, lo siento...

A Charlie se le estrujó el corazón al oír esas palabras. Nunca pensó en esa posibilidad. Había tardado demasiado en buscarle y alguien más le había enamorado. Charlie acarició la mejilla de Harry dulcemente.

- Lo entiendo Harry - dijo el pelirrojo tragando duro, tratando de deshacer el nudo que se formaba en su garganta - espero que ese tipo sepa valorarte como mereces.

- Gracias Charlie, Ryuichi es...algo hosco, pero un buen hombre - dijo Harry sonriendo con calidez al mayor. El domador era un hombre maravilloso y esperaba que él también encontrara a su otra mitad.

- Aún así, no me arrepiento de haberte besado - dijo Charlie divertido - es algo que quise hacer desde aquella tarde en la Madriguera.

- ¿Qué tarde en la Madriguera?
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Las carcajadas de Charlie duraron gran parte de la noche y aún reía cuando se reunieron todos para desayunar, antes de salir hacia la Madriguera.
La reacción de Harry cuando le contó cómo había comenzado a gustarle, no tuvo precio.

- Harry ¿Por qué estás tan rojo? - preguntó Hermione, un poco preocupada. Lo último que necesitaban es que Harry se enfermara en ese momento. La risa ahogada de Charlie interrumpió sus pensamientos.

- ¿Y tú, de qué demonios te ríes de esa manera? - preguntó Ron.

Harry miró suplicante a Charlie.

- De algo que recordé, Ron, es todo - dijo el domador guiñando el ojo a Harry de manera descarada. El que no pudiera estar con su hermoso azabache, no le quitaba el privilegio de coquetear con él y disfrutar sus sonrojos y expresiones avergonzadas.

- Lo que sea... - dijo Draco mirando extrañado a esos dos - deberíamos darnos prisa. Todos asintieron y apuraron su desayuno, usarían la red flu para viajar hasta el hogar de los Weasley.

Harry acercó el recipiente con los polvos flu y uno a uno fueron pasando. Finalmente, el azabache tomó un gran puñado de polvos y con voz clara y fuerte, dijo su destino mientras los lanzaba a sus pies, siendo envuelto inmediatamente por las llamas verdes.
Cuando salió de la chimenea de los Weasley, palideció ante la escena que tenía ante sí.
Ron, arrodillado en el suelo y llorando a mares, era abrazado por Charlie, que tenía los ojos cuajados de lágrimas. Bill en un rincón, trataba de dominar a su lobo que intentaba salir y despedazar a todo y a todos. Hermione, tapaba su boca, tratando de no devolver el desayuno, mientras sollozaba fuertemente y Luna acariciaba su espalda con un rostro compungido, que no habían visto nunca en ella. Neville, con lágrimas aflorando de sus ojos, se arrodilló frente a Ron abrazando a los dos hermanos. Draco apretaba sus puños con fuerza, tratando de dominar su rabia y su pena. Era cierto que siempre había despreciado a la familia Weasley, pero después de la batalla de Hogwarts, cuando Harry pidió su ayuda y él aceptó, la familia de pelirrojos le habían perdonado a él y a su madre. Le habían hecho sentir uno más de ellos, aún con todo lo que había hecho en su pasado como mortífago. Una solitaria lágrima cayó por su pálida mejilla, mientras recordaba el momento en que gracias a ellos, pudo seguir adelante pese a sus malas decisiones.

El octavo horrocrux Donde viven las historias. Descúbrelo ahora