Diez.

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El ánimo en La Madriguera desde la muerte de Fred, era algo deprimente. Molly y Arthur trataban de no caer en el desánimo pero era bastante difícil con todos sus hijos dispersos por el mundo. Bill se había mudado a Francia junto con Fleur, Charlie había vuelto a Rumanía a la reserva de dragones. Percy se había independizado poco antes que estallara la guerra, aparte, que Percival nunca fue muy familiar con ellos, así que apenas los visitaba. George...bueno, él seguía en Londres, pero no había salido del local que abrió con su hermano Fred y hacía semanas que no le veían. Ellos entendían que su hijo necesitaba un tiempo de duelo algo más largo que los demás, al fin y al cabo, Fred era su gemelo, su otra mitad. Ginny pasó un mal trago cuando Harry se declaró gay, ya que tenía un ligero enamoramiento por el "niño que vivió" , aunque al final, aceptó que el azabache nunca podría ser suyo, así que puso tierra de por medio en cuanto se recuperó de sus heridas y se marchó a Estados Unidos, a terminar de cursar sus estudios en Ilvermorny, gracias a una beca del ministerio muy merecida, tras su participación en la segunda guerra. Y Ron... Ron había ido de viaje junto con sus amigos, a una misión que su hijo no se molestó en explicarles, por su seguridad había dicho...
Molly, sentada a la mesa de la cocina, suspiró cansada una vez más mientras tomaba con ambas manos una taza de té, confortándose con el calor que desprendía.
Se sentía terriblemente sola cuando su marido se iba al ministerio a trabajar. Las tareas de madre y ama de casa, ya no la llenaban igual que cuando tenía a todos sus hijos en casa y estaba pensando seriamente en buscar un trabajo, algo que la mantuviera entretenida las largas horas que Arthur pasaba fuera de casa.

En ese momento, Molly escuchó el crepitar de las llamas, avisando que alguien accedía a su hogar. Sorprendida, por lo inesperado de la visita, se levantó con gran alegría al ver aparecer a uno de sus hijos en la cocina.

- ¡Hijo! - dijo feliz Molly abrazando con todas sus fuerzas a su retoño - ¿cómo es que has venido? Tu padre está en el trabajo. Esperarás para que pueda verte... ¿Verdad, George?

- Claro...mamá - contestó George con una expresión siniestra dibujada en su rostro, que su madre no pudo ver.
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- Creo que deberíamos avisar a mis hermanos Harry - decía una vez más Ron, agotado por la destrucción del horrocrux - George... Bueno, entiendo el no decirle a él, está muy deprimido y la verdad, prefiero dejarle fuera de todo esto...y Percy...es Percy, nunca hemos podido contar con él, da igual si le decimos o no, pero Bill y Charlie...ellos se cabrearán y créeme que no te gustará enfadar a un licántropo y a un domador de dragones...

Harry sonrió al recordar a los hermanos de su amigo. Nunca le dijo a nadie, pero había pasado muchas noches y muchas duchas solitarias, dándose satisfacción propia pensando en el atractivo hermano domador de su mejor amigo.

- Ron...ya te he dicho mil veces que no - dijo Harry con gesto agotado - no quiero involucrar a nadie más si puedo evitarlo...

- La comadreja tiene razón, San Potter - dijo Draco sorprendiendo a todos al estar de acuerdo con el pelirrojo - necesitamos ayuda y sus hermanos tienen experiencia en la batalla. No pensarás que Voldemort luchará sólo ¿verdad? Deja de ser cabezón y acepta toda la ayuda que se te ofrezca.

- Pero...

- ¡Pero nada Harry! - le interrumpió Neville con una voz tan cortante que todos quedaron impresionados - tienes la estúpida manía de querer luchar siempre solo ¿A caso no has aprendido ya, que eso no va a ser posible? Tú - exhortó el castaño de forma autoritaria señalando a Ron - manda aviso a tus hermanos Bill y Charlie y tú, Harry - dijo señalando al azabache - ni una palabra más. Vamos a avisar a todos los demás y deja que ellos decidan si quieren o no luchar a tu lado. Vamos a terminar esto cuanto antes, no quiero dejar solo a Feilong mucho tiempo.

El octavo horrocrux Donde viven las historias. Descúbrelo ahora