7.

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Tomás.

Leo una y otra vez la carta que Julieta escribió para Nicole. La sonrisa no se me borra de la cara. Dice que la rubia es arte sin darse cuenta que ella también lo es. Lo hace. Dijo que no sería capaz de escribir una carta para alguien que no ama pero lo hizo y aunque me llene de orgullo, no se lo voy a decir.

Apago la pantalla de mi celular al ver a la morocha entrar al colegio. Corro hacía ella y la agarro del brazo. Se suelta rápidamente y voltea a verme cruzada de brazos.

— ¿No me podes dejar en paz ni un minuto? — pregunta, niego con la cabeza y una sonrisa burlona, ella suelta un suspiro y empieza a revolver su mochila — Tu carta para la rubia hegemónica.

— Hice lo que me pediste, me cree un Instagram falso.

Si no fuera por el cerebro de Julieta, nunca se me hubiese ocurrido. Me dijo que cree una cuenta en Instagram que se llame elchicodelaesquina, para que así, Nicole contesté la carta, si es que en algún momento decide hacerlo.

— Gracias, morocha. — agarro el sobre y lo guardo en mi bolsillo, saco $500 del bolsillo, aunque ella me había pedido mucho menos y se los entrego — Lo que escribiste es algo que yo nunca hubiese podido hacer, te mereces esto y mucho más, pero es toda mi paga de la semana.

— No, Tomás, es muchísimo, no lo puedo aceptar.

— Julieta, deja que la gente te ayude, mujer. — ella lo duda por unos segundos pero termina agarrando el billete de mi mano — No creo que nunca te hayas enamorado, lo leí mil veces y esas palabras, no son de alguien que no sabe lo que es el amor.

— Veo películas, leo libros de género romántico, puedo mentir al escribir. — levanta sus hombros, habla sin importancia, sé que esconde algo, pero no sé el qué — Elijo no fijarme en nadie, no quiero que me rompan el corazón.

— Un corazón roto sabe escribir, dicen por ahí.

— ¿De qué me sirve cargar con una pena tan grande cómo un corazón roto? Si los textos que escriba nadie lo va a leer.

— Yo sí. — me sincero, ella levanta su cabeza y sus labios forman una media sonrisa — Yo quiero leer todo lo que escribas, aunque a veces no entienda las palabras que usas, leerte se volvió mi pasatiempo favorito.

— Te vas a olvidar de mí apenas Nicole contesté tu carta.

— Eso nunca podría pasar. — Julieta revolea sus ojos y niega con su cabeza, se da la media vuelta y entra a la escuela — Yo no soy un simple chico, te aclaro. — menciono una parte de la carta y suelta una pequeña risa — Para, ¿Cómo se la voy a dar?

— ¿Querés que lo haga yo? Va a mi curso. — propone, asiento con mi cabeza y le devuelvo el sobre — Está bien, a partir de ahora no me molestas más.

— No te vas a librar de mí tan fácil Julieta Cazzuchelli.

Me muestra su dedo del medio y la veo entrar al aula. En la puerta está Nicole, la veo discutir con el novio, como tantas otras veces. Ojalá algún día se de cuenta, que lo que tiene con él nunca va a ser amor.

Camino hacia mi curso y me encuentro con Tomás, el hermano de mi mejor amigo. Le choco los cinco y me siento al lado de él.

— ¿Cómo vas con la tucumana, ya te la cogiste?

— No es de Tucumán tarado, es de Jujuy. — él levanta sus hombros, mucho no le importa, recuesta su cabeza sobre la mesa y me observa detenidamente, quiere que le cuente que es lo que hago con Julieta, la primer chica con la que no tuve ni voy a tener nada — Y no, me gusta Nicole y ella no es esa clase de chica.

— Te gusta la rubia pero hace dos semanas te la pasas encerrado con Julieta. — me recuerda el hecho de que ya no me junto con él ni con su hermano después de clases y desvio mi mirada hacía la ventana — Ya sé que no es esa clase de chica, lo vírgen se le huele de lejos pero ¿A quién no le calienta una vírgen?

— A mí Troca, sé que en un momento llegué a ser demasiado chamuyero con la mitad de las chicas del colegio pero con Julieta no, está bastante lastimada como para que yo vaya y le rompa el corazón.

— No tenes que romperle el corazón, pueden pasar un buen rato y los dos felices.

— Sos un caso perdido pendejo, te dije que me gusta Nicole.

Doy por terminada la conversación y cambio de tema. El profesor de matemáticas no vino, como siempre, nunca avisa y nos hace levantar temprano al pedo.

Juego a las cartas con mi amigo hasta que por fin suena el timbre del recreo y salgo del salón en busca de la morocha. La veo de lejos y me levanta su dedo gordo, indicandome que ya le dejo la carta a Nicole. Veo a la última salir con el sobre en la mano y trago saliva. Me doy la vuelta y empiezo a caminar hacía el patio. Siento que un brazo me agarra y vuelvo a darme la vuelta.

— Se la dejé en la mochila, obvio no me vió porque nadie me ve a no ser que sea para pedirme la tarea.

Empieza a hablar, la agarro de la cintura y la atraigo hacia mí, rodeo su cuerpo con mis brazos y formó un abrazo. Sus manos se caen y ella se queda quieta. Me doy cuenta que nunca nadie le demostró afecto y la estrujo fuerte contra mí.

— Quiero hacer esto desde primer día que te hable pero tenía miedo de que me pegues.

— Es lo que voy a hacer si no me soltas, enfermo. — intenta soltarse de mi agarre pero no puedo, sigo presionandola contra mi cuerpo — ¿Que clase de problemas tenes, Tomás?

— Un montón, déjate querer pendeja.

— Soltame.

— Abrazame.

Le pido, se rinde y coloca sus manos en mi espalda, por fin me abraza y suelta un suspiro sobre mi hombro.

Julieta al igual que Nicole dicen que nadie las ve. Yo las veo. La morocha piensa que es invisible pero no lo es. No para mí.

Sé que ella no está muy interesada en ser mi amiga pero voy a demostrarle que soy el mejor amigo que puede tener.

Solo me quedan tres meses de Julieta, muy poco tiempo para demostrarle que el amor sí existe.

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Aclaro, Tomás está hablando del amor de amistad a lo último.
Gracias por leer.

Una carta para Nicole | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora