13.

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Julieta.

Mi celular empieza a vibrar. Nunca lo pongo en silencio cuando papá se va a trabajar. Abro los ojos lentamente y prendo la pantalla de mi teléfono y deslizo el dedo para desbloquearla, así puedo ver los mensajes.

Papá.
hija, por la tormenta no puedo volver a casa.
me voy a quedar acá probablemente hasta mañana.
te amo.

Leo los mensajes y refriego mis ojos. Tiene razón. Está lloviendo a cántaros. Una media sonrisa se forma en mi rostro al leer el último mensaje, siempre me saluda con un te amo. Dice que de mamá no pudo despedirse. Desde entonces siempre lo hace. Se despide, como si fuera la última vez que nos vamos a ver.

Julieta.
no te preocupes, pa.
yo también te amo

Le respondo a mi papá y dejo el celular en la mesa de noche. Trago saliva al sentir un brazo acariciar mi estómago. Recuerdo que Tomás está durmiendo a mi lado y cierro mis ojos. Todavía no amanece, así que opto por seguir durmiendo, aunque es imposible con el rubio abrazándome. No dejo de hacerlo en toda la noche y yo tampoco quiero que lo haga.

"Yo te quiero, Julieta."

Abro los ojos de golpe. La claridad impacta contra ellos. Ya es de día, aunque mucho no se nota por lo nublado que está. La lluvia no para y Tomás sigue abrazado a mí. Cada vez más cerca.

Siento su cuerpo removerse, suelta un bostezo y me doy la vuelta, me intento soltar de su agarre pero no puedo. Él, no me suelta.

— No duermo tan bien desde que salí del útero de mi vieja. — dice, tan natural que me hace soltar una carcajada, tiene los ojos chinos, el pelo despeinado y al verlo, mis mariposas se alborotan en mi estómago — ¿Llegó tu papá?

— Vuelve mañana. Hay tormenta y no puede venir. Así que, te podes quedar si querés.

— ¿Vos querés que me quede?

Sí. Quiero que te quedes conmigo. Que tengas ganas de escribirme cartas a mí, pero todos tus versos son para ella. Yo no puedo ser ella. Nunca voy a ser ella.

— No.

— Entonces me quedo. 

Pongo mis ojos en blanco, apropósito. Él rie una vez más. Deja de abrazarme y saca su teléfono del bolsillo. Lee sus notificaciones pero no abre ninguna. Vuelve a guardar su celular y otra vez, me está abrazando.

— ¿Por qué no le contestas? — pregunto, él desvía su mirada, esconde su cabeza en mi pecho, mi cuerpo tiembla al sentir su tacto, paso mi mano por su pelo, acariciandolo — Hace meses te gusta Nicole, ahora que por fin conseguiste hablar con ella ¿La ignoras?

— Yo tampoco me entiendo, solo sé que soy un bardo. No quiero arrastrarla a mis quilombos, ni a vos tampoco.

— Bueno, déjame decirte que yo ya estoy demasiado involucrada en la historia y quiero saber como termina. — intento animarlo, no puedo ver si sonríe o no, recuesto mi cabeza sobre la suya sin dejar de intentar desenredar su pelo — ¿Qué es lo que me estás ocultando, Tomás?

— Tengo miedo de decírtelo y que no me quieras ver más.

— En realidad, nunca te quise ver. Yo no te invité a entrar en mi vida, viniste solo. — por fin, suelta una pequeña risa, triste, porque al parecer él lo está, golpea mi pecho de forma suave y se acurruca más en mi, haciendo que mi corazón esté a punto de explotar — Nada de lo que me digas va a cambiar...

Me quedo callada. Estuve a punto de decir que nada podría cambiar lo que siento por él. Eso sería imposible. Ya caí en su juego. Terminé perdiendo. Al menos sé, que mi corazón sigue vivo. Ahora late por una persona que no me ve de esa forma, porque su corazón ya le pertenece a alguien más pero, de todas formas voy a aprender amar. Aunque sea en silencio y a veces a los gritos, ahogados en la almohada. A pesar de que el amor que le tengo, no sea correspondido; Voy a terminar amando a Tomás.

El rubio levanta su cabeza y fija sus ojos en mí. Brillan, pero de tristeza. Las lágrimas lo están amenazando con salir y él espera a que yo termine la frase.

— Nuestra amistad... — termino la oración, aunque no era exactamente eso lo que iba a decirle, nunca quise ser su amiga y ahora claro esta el porque, no se puede ser amiga de la persona que te gusta — Nada de lo que me digas va a cambiar nuestra amistad, Tomás.

— Te mentí. La plata que use para pagarte, no me la dió mi mamá. La robe.

— ¿Cómo que la robaste?

— Eso es lo que hago. Robo, para poder vivir. — confiesa, su voz está hecha un hilo, no puedo dejar de mirarlo, sus ojos siguen tristes y llenos de vergüenza — Mi padrastro nos obliga a robar a mí y a mis hermanos, mientras él se la pasa perdido en bares.

— ¿Y tu mamá?

— Un día agarro sus cosas, dejó un beso en la frente de cada uno de nosotros y se fue. Nunca más volvió. — la primer lágrima rueda por su mejilla, la saco rápidamente, al final, ese chico que siempre se mostró con tanta energía, el que crei que estaba lleno de alegría en realidad, está completamente roto — Tengo que hacer lo que el imbécil de mi padrastro me dice porque sino, me echa a la calle. Mi mejor amigo tiene muchos problemas ya como para tener que cargar conmigo. No tengo otra opción.

— ¿La cachetada te la dió tu padrastro cuando leyó lo que compusiste no?

— Sí, pero no fue por las canciones. Me pegó porque, descubrió que... — aclara su garganta, suelta un largo suspiro y al parecer lo que tiene que decirme lo apena tanto que no es capaz de mirarme a los ojos — Soy adicto a la cocaína, Julieta.

Abro mis ojos. Intento tragar saliva pero no puedo, mi garganta acaba de hacerse un nudo. La habitación se queda en silencio. Noto como se saca las lágrimas que acaban de caer. Mi estómago se remueve, como cada vez que estoy con él. Me impulso a tomar su rostro con mis ambas manos y lo obligo a mirarme.

— Te dije que nada de lo que me digas iba a cambiar nuestra amistad. Yo no te voy a dejar Tomás. Nunca.

— ¿Me prometes que no me vas a abandonar?

— Te lo prometo, insoportable.

Tomás me toma de la cintura y me atrae hacía él. Me abraza fuertemente, hunde su cabeza en mi hombro y yo cierro mis ojos. Ambos, nos necesitamos. Sé que voy a terminar con el corazón roto. Pero, acabo de prometerle que nunca voy a abandonarlo. Y yo cumplo con mis promesas.

— Yo también te quiero, Tomás.

Una carta para Nicole | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora