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Julieta.

¿Te podes quedar quieto? — le pregunto a Tomás, quien no para de moverse cada vez que intento pasarle el algodón con agua oxigenada por el labio — Sí te seguís moviendo, no voy a poder curarte esa herida.

— Curame la herida del corazón con tus besos mejor, morocha.

— Es el mejor chamuyo que me dijiste hasta ahora.

— ¿Viste? — pregunta, con una sonrisa en el rostro, orgulloso de sus palabras — Desde que empecé a leer, aprendí un montón de frases nuevas.

— ¿Empezaste a leer? — muestro todos mis dientes ante su comentario, él asiente con su cabeza — ¿Qué estás leyendo?

— Romeo y Julieta, por ese libro te pusieron el nombre. Me lo dijo tu papá y la verdad que todo lo que tenga que ver con vos, me interesa. Quiero entender tu arte, reina.

Mis ojos no tardan en llenarse de lágrimas. Me odio por ser tan sensible. Intento volver a pasar el algodón por su herida pero me saca la mano. Posa las suyas en mi cintura y me obliga a sentarme sobre él. Acaricia mi rostro y esta vez soy yo quien rompe la distancia, dejando un beso sobre sus labios.

— ¿Al menos le avisaste a Nicole que no vas a poder ir?

— ¿Por qué la traes aca? Seguí dándome besos, dale. — levanto un poco mi ceja, trato de salir de encima de él, pero al tener más fuerza que yo, me vuelve a sentar sobre sus piernas — Le dije que tuve problemas en casa ¿Contenta? — asiento con mi cabeza y una media sonrisa en el rostro, no quiero tener presente a la rubia pero me es imposible, al fin de cuentas, él sigue gustando de ella — ¿Ahora, me podes besar?

Una vez más le sonrio y choco sus labios contra los míos. Ambos estamos con una sonrisa en el rostro. Aunque el miedo invade mi cuerpo. Pienso que solo está pasando esto porque está triste y yo no quiero aprovecharme de eso pero, tal vez sea la única vez que pueda estar con él. La única oportunidad que la vida me está dando antes de irme de tener aunque sea un poco a Tomás.

Sus manos bajan a mis muslos y me obliga a enredar mis piernas en su torso. Me carga sobre él y entre besos nos dirigimos a mi habitación. Me recuesta suavemente en la cama y cuando pienso que va a seguirme besando; Se separa lentamente de mí, clavando sus ojos en los míos.

— ¿Qué vas a hacer para el acto de fin de año?

— Quería escribir un poema y leerlo pero, prefiero cantar. Me muero de vergüenza pero al fin y al cabo no los voy a ver nunca más.

— Eso es lo que más me jode. Que no vayamos a vernos más.

— La carrera dura cuatro años, si te pones a pensar pasan volando. — digo, intento reanimarlo, pero no lo consigo, la sonrisa se borra de su rostro y se levanta un poco para colocarse un cigarro de marihuana en la boca — Además, supongo que en vacaciones voy a venir y vos también podrías ir a visitarme.

— ¿Yo? — pregunto, asiento con mi cabeza, él niega con su cabeza y suelta una carcajada, irónica — No, nunca voy a salir de este barrio. Tengo la vida de un perro callejero y voy a morir así.

— Que triste que pienses así. ¿Tu sueño no era ser famoso?

— Los sueños no existen para los pobres, Julieta. No se cumplen.

— ¿Qué haces si el día de mañana una discográfica te habla?

— No va a pasar eso. Las pocas canciones que subí a Youtube, tienen menos de quinientas visitas.

Me quedo callada. Si hay algo que aprendí en estos meses, es que no se puede discutir con Tomás; Cree que su vida al igual que él es miserable. Cuando, en realidad no tiene idea de lo increíble y talentoso que es.

Mi celular suena y al ver que mi amigo desvía su mirada a la ventana, desbloqueo la pantalla de mi teléfono.

pantermusic.
¡hola! escuchamos las canciones que nos pasaste, nos interesaría contactarnos con el autor ¿tenes su contacto?

Una sonrisa de oreja a oreja se forma en mi rostro al leer el mensaje que acaba de llegarme a Instagram. En el día de ayer me dediqué a enviar mensajes a la mayoría de discográficas Argentinas que existen con los enlaces de las canciones que Tomás subió a internet. Agradezco que me haya contestado una que encima, es de Neuquén. Yo odio esta ciudad y haría lo que sea por salir de acá pero él parece querer quedarse.

No dudo en enviarles el número de Tomás y apago la pantalla al ver como el rubio termina de fumar su cigarro y vuelve a mirarme a mí.

— De todas formas, dentro de cuatro años yo voy a seguir estando acá. Nos vamos a volver a ver.

— ¿Quién dice? — pregunto, levanto mis hombros y él me mira sin entender — Capaz, dentro de cuatro años vas a estar durmiendo en la misma cama que Nicole.

— No.

— ¿No, qué?

— Yo te voy a estar esperando a vos, morocha.

Una carta para Nicole | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora