Capitulo Uno

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"Encontrado"

24 de abril de 2016

Jongho

Los recuerdos de ese día en el que me quedé solo hace seis años vuelven a mi mientras observo esta imagen que mantengo entre mis dedos ennegrecidos de trabajar sin parar limpiando como cada día.

Quitándome las gotitas de sudor de mi frente dejo el trapo sucio con el resto, dando por finalizada mi tarea, sintiéndome tan agotado que una ducha me vendría bien ahora si no fuese porque tengo que pedir permiso para ello.

Recogiendo todos los productos de limpieza salgo de esta habitación, bajando las escaleras que siempre crujen, a pesar de que yo esté tan delgado que seria imposible que eso sucediese por mi peso. Llegando a la planta inferior me detengo al sentir un escalofrío recorrerme.

Un golpe no tan lejos de donde me encuentro llama mi atención. Mirando en esa dirección pienso en si debería ir y saber que ocurre. Una sombra alargándose hacia fuera del salón, el suelo crujiendo bajo esos pasos que cada vez se escuchan más cerca.

Agachándome con cuidado dejo sobre las escaleras los dos cubos que cargaba, tratando antes de incorporarme no hacer ruido.

— ¡Tu!

El grito proviene justamente desde el salón, siendo dueño de la misma un hombre demasiado mayor, con apariencia temible.

Girándome sobre mis pies descalzos empiezo a subir las escaleras, escuchando los gritos de ese hombre a mi espalda. Las lágrimas que se acumulan en mis ojos son algo que me cuesta retener, lográndolo minimamente, corriendo a través del largo pasillo hasta mi habitación.

— ¡Niñato detente! —se acerca cada vez más —vamos no te haré daño.

No le escucho aunque si le oiga. Sin dejar de correr, casi tropezando con la humedad del suelo que hace unos minutos he fregado logro llegar a mi habitación, cerrando tan rápido como puedo, lamentándome no tener una llave, teniendo que usar mi cuerpo para que no entre.

— Abre la puerta pequeño —empujo más fuerte a mi espalda —seré bueno contigo si lo haces.

Mirando a mi alrededor pienso en que podría usar para bloquear la puerta. Estirándome sin apartarme de la puerta trato de agarrar la cómoda donde guardo mi ropa, no logrando más que agarrarla siendo demasiado difícil para tirar de ella hacia mi.

— Puedo con esto y ese no entrará —tiro con más fuerza.

Los golpes a mi espalda no cesan en ningún momento. Los gritos tampoco, llamándome de todo ese hombre que es más que evidente el mal que ha hecho en este piso de acogida donde llevo viviendo seis años de mi vida. Estirando más mi delgado cuerpo consigo tirar con algo más de fuerza del mueble, arrastrándolo lo máximo posible, escuchando como la madera protesta, los insultos hacia mi se hacen más presentes.

Minutos son los que tardo en mover lo suficiente como para ponerlo de barrera, sintiéndome tan a salvo como agotado.

Cayendo tumbado sobre el suelo intento respirar, dejando mis lágrimas llenas de angustia, más cuando veo como la madera de la puerta empieza a ceder, a ser quebrada, sacada de su base. Levantándome busco algo con lo que defenderme, no encontrando más que la ventana abierta, la cual podría servirme de escape si no tuviese miedo a las alturas.

Acercándome al viejo y vacio armario empotrado, ahora que aún ese señor no ha roto la puerta del todo me meto dentro, abrazándome a mis piernas, manteniéndome lo más en silencio posible.

Los golpes no cesan en ningún momento, tampoco los gritos que me hacen temblar, apretar con más firmeza mis piernas contra mi delgado cuerpo. Mi rostro no puede estar más mojado por mis lágrimas porque creo que de las mismas apenas quedan ya de ellas para caer de mis ojos cansados, con mayor dificultad como para mantenerse abiertos.

Cubriéndome con mis manos, evitando minimamente escuchar los gritos y golpes que pronto cesan, solo los golpes no los gritos ni los pasos de ese hombre, me mantengo más en silencio, controlando incluso mi respiración.

Moviendo un poco mi cuerpo, levantando mi cabeza de entre mis piernas, viendo a través de la pequeña grita de las puertas que me mantienen a salvo como ese hombre está en la habitación, buscándome por cada rincón de la misma, bajo la cama, incluso en la ventana abierta, tensándome cuando se acerca a mi escondite, con una siniestra sonrisa, sin pestañear.

Moviéndome, arrastrando mi cuerpo hacia atrás, cosa imposible porque apenas hay espacio, me encuentro con que ya no tengo escapatoria, que hoy es mi fin, el día en que me reuniré con mi difunta madre, rindiendome ante esa idea.

Escondiendo de nuevo mi cara entre mis piernas, cerrando con fuerza mis ojos, espero por eso que va a suceder, tensándome ante el golpe que retumba a mi alrededor, apartándome ante el roce de una mano en mis cansadas y delgadas piernas.

— Tranquilo pequeño —miro al hombre frente a mi —te hemos encontrado y estás a salvo.

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