Una historia de lokos

Odín en Midgard

Ya paso de contar cada día, así que los resumo: lágrimas, lamentos, cuidar a Luke, ocupaciones de la casa y ya.

Ahora ya puedo pasar a seis meses después. Sí, seis, y yo seguía igual de mal que como el primer día.

Ya estaba un poco harta de todo aquello, y estaba dispuesta a ir a Asgard, pero dudaba que Odín se alegrase de verme de nuevo reclamando la presencia de Loki.

Aún así fue el propio Odín quién vino a visitarme a mí casa.

Sinceramente, Midgard es de los pocos sitios en los que nunca me había imaginado a Odín, pero allí estaba, en el balcón de la casa, observando las vistas de la ciudad.

- Buenas, Brittany.

- Magestad...

Seré honesta. Mi expresión en ese momento era un poco... ¿Estúpida? Parecía que hubiese visto un fantasma, porque como había dicho antes, en la vida habría imaginado a Odín en Midgard. Creo que lo notó, pero si así fue no dijo nada.

- He pensado en lo de liberar a Loki. Ya se que tiene una familia aquí - miró a Luke con una mezcla de ternura y desagrado.

¿Que no me gustaba su nieto? Ni idea, pero si así era ya tenía ganas de cantarle las cuarenta, por encerrar a Loki y por ser tan mal abuelo.

- Ya, y... ¿Va a liberarlo? - decidí ignorar la expresión del rey por el momento. La libertad de Loki estaba en juego.

- Sí, pero bajo una condicion. Deberás conseguir que cambie.

- ¿Que cambie?

- Que ya no sea tan ambicioso, avaricioso y... Bueno, tan él.

- Eso es como decirle a un disléxico que deje de confundir palabras y letras. Es natural en Loki ser así, y él no tuvo la culpa de ser el dios de las mentiras.

Odín me miró contrariado y advirtiendo que no iba a cambiar de condición, lo cual me parecía injusto. Nadie puede cambiar con tanta facilidad, y mucho menos si es el dios de tal cosa, o al menos relacionado.

Se marchó sin decir nada más y a mi a punto de destrozar la casa de la rabia que sentía, pero debía mantener la cabeza fría. Quería que Loki estuviese otra vez con nosotros.