Una historia de lokos

Molestando de buena mañana

Estuvimos allí alrededor de otros dos meses, así que yo llevaba tres de embarazo. Comenzaba a hacerse eterno, y Loki estaba siempre muy pendiente de mí. Lo sé, es un amor, o al menos cuando quiere.

Pero todo lo bueno acaba. Estábamos paseando y hablando de ponerle un nombre al bebé (yo quería algo como Lucy si era chica y Max si era chico, pero él quería Altea o Edward. Admito que sus nombres no estaban mal, pero tal vez muy atrevidos), cuando nos encontramos a Stark. ¿Por qué tenía que estropear un momento así? El nombre de un hijo es muy importante, claro que él tampoco sabía que estábamos esperando un bebé.

- Al fin aparecéis.

- Pues anda que no hemos salido de veces – respondí cabreada.

Me ignoró.

- Ya va siendo hora de que cumpláis vuestra condena, ¿no creéis?

Loki lo miró muy mal, y no le culpo. Ya me estaba cansando del grupito de héroes.

- Hace meses que no estamos causando ningún problema – replicó.

- Destrozasteis media ciudad, así que andando a la torre.

Estábamos a casi un kilómetro de la torre. Me daba muchísima pereza ir, sobre todo porque entonces me cansaba más rápido.

- ¿No habéis tardado mucho en encontrarnos?

- Thor nos dijo que estabais en Asgard, fuimos, estuvimos una semana buscándoos, pero no os encontramos.

- Qué lástima. Esa semana hubiese sido una perfecta oportunidad de volver a tratar de conquistar este mundo.

- Natasha y Clint se quedaron por si acaso.

- No hubiese sido un problema – continuó amenazando.

Trató de golpearle, pero Loki ya se esperaba la jugada y le cogió el brazo. De repente, con magia, apareció su túnica Asgardiana.

- No eres nadie sin tu traje – se burló el dios.

Pues Loki no era el único con trucos para que su ropa asgardiana apareciese. De repente, la armadura de Ironman fue adhiriéndose en su amo pieza por pieza. Menos mal que aquel día había decidido llevar ropa de deporte cómoda, porque con el vestido sería demasiado incómodo lo que hice después.