Capítulo 8. "La lanza del joven de cabello rojizo"

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 Después de un brutal ataque la confianza de Martín se encontraba muy susceptible, era cuestión de tiempo para que huyera de Mateo horrorizado, pero, esto no pasó así. Sin importar el miedo que había invadido el cuerpo de Martín por los hechos traumáticos vividos, no logró separarse tan fácilmente de Mateo y cedió ante las palabras del chico.

–No te haré daño, pero, no podrás separarte de mí, me acompañaras hasta encontrar a mi grupo. – Advertía Mateo a Martín, y este hallaba prepotente sus palabras.

–Agradezco que me hayas salvado, pero, no te conozco ¿Eres un miembro de las Ruinas? –Preguntaba angustiado Martín.

–Soy miembro de algo más poderoso, sí, soy miembro de las Ruinas, pero, no de lo que te imaginas exactamente y las he perdido, las Ruinas no te buscan si las pierdes y hacer esto solo no es tarea fácil, necesito que me brinden cierta ayuda, y a pesar de tus evidentes débiles brazos y piernas sé que serás útil y me ayudarás a encontrar a mi grupo. – Parloteaba, Mateo rascándose la cabeza y sonriendo abundantemente.

Los jóvenes caminaban por la antigua ciudad observando lo silenciosa que esta parecía. El eco se establecía en los antiguos muros colapsados por una guerra que había sido provocada por el odio y la división.

– Salvar a una persona es un gesto heroico, pero generalmente viene derivado de una intención oculta ¿Cuál es tu intención oculta? – Comentaba, Martín nervioso y angustiado.

–¿Crees que todo se resume en intenciones ocultas? Se nota que has tenido una mala experiencia con las personas que te rodean, pero, antes de entrar en temas profundos e incómodos, es mejor que me digas tu nombre. –Añadía Mateo, sin embargo, Martín no soltaba palabra alguna ante las preguntas abiertas del joven.

–Entonces te llamaré por tu característica más sobresaliente, como lo hacen conmigo, te llamaré "Pecas".– Bromeaba, Mateo con un tono burlista.

Lo que pasaba frente a los ojos de Martín era impresionantemente magnífico, sin importar las enormes edificaciones que había observado en La Zona Blanca, sin importar la abundante tecnología con la cual había crecido, lo que veía era lo más extraordinario que sus ojos habían presenciado. La majestuosidad de los grandes edificios arruinados, la imponente naturaleza que consumía aquello que alguna vez le fue arrebatado, el silencio que se expandía en cada rincón oscuro de lo que alguna vez fue una primera ciudad desarrollada. Todo eso acumulado en un gran terreno de tierra que había sido desolado, y que era habitado por grupos nómadas y secretos.

–¿Eres tímido con todo el mundo Pecas? – Preguntaba, Mateo tratando de romper el hielo que invadía el momento.

–No es fácil cuando un extraño de repente te salva y te guía hacia una comunidad que hasta hace poco se conocía como un mito, perdí a todos mis amigos, todos los que me rodean, mueren.– Respondía, Martín con la mirada al suelo y con una lágrima que le descendía por su rostro.

–Eres muy oscuro Pecas, has sufrido bastante, pues bienvenido al mundo real. –Añadía Mateo.

Los jóvenes se acercaban a una edificación que antes parecía ser una pequeña iglesia, veían que por una de las paredes derrumbadas salir una columna de humo.

–Son habitantes rojos que han huido de la represión de Sergio, como todos los habitantes rojos, son peligrosos, si los rodeamos lograremos salir ilesos. –Explicaba seriamente Mateo. Tres jóvenes que se acercaban a los veinte años protegían a una anciana que apenas lograba movilizarse. Se refugiaban dentro de una iglesia oscura y derrumbada, escapando de las terribles costumbres del Área Roja. Martín y Mateo, se desplazaban sigilosamente por los muros de la iglesia, evitando así el grupo de personas reunidas en el antiguo lugar.

– ¿Cómo sabes que no son miembros de las Ruinas? –Preguntaba Martín a Mateo.

– Conozco a los miembros de las Ruinas, crecí con ellos, somos una comunidad silenciosa y nómada, pero somos organizados y guerreros, conozco a los más de quinientos miembros de las Ruinas y créeme cuando te digo que ellos no son miembros de nuestro pueblo .– Contestaba, Mateo mientras observaba sigilosamente al grupo de personas, cuando de repente fue capturado junto con Martín por un cuarto miembro del sospechoso grupo.

Amarrados por el grupo de habitantes rojos, los jóvenes con todas sus fuerzas intentaban huir.

–No será tan fácil, necesitamos saber quienes son ustedes, cualquier persona para nosotros representa peligro y daño en estas tierras. –Decía uno de los miembros del grupo que parecía ser el padre de la familia.

–Somos ciudadanos rojos, huimos de la terrible situación que se vivió hace poco donde asesinaron a ese grupo de niños.–Mentía, Mateo con el objetivo de ser liberado.

–¿Dónde están sus padres? – Preguntaba el hombre desconfiado de los jóvenes y entonces Martín contestó.

–Hemos perdido a nuestros padres a causa de otros habitantes rojos, somos solo dos hermanos huyendo de la tragedia. – Sin importar las palabras de Martín y Mateo, el hombre no dejó de desconfiar, cuando repentinamente, Mateo logró cortar las sogas con las cuales se les amarraba para después dar un giro en el aire y agarrar su lanza.

– Déjenos en libertad y no habrá heridos .– Amenazaba Mateo apuntando con su lanza al grupo de personas. Los jóvenes del grupo de habitantes rojos se abalanzaron contra Mateo, pero, este los derribó rápidamente usando su lanza con denotada habilidad. El posible padre de los jóvenes aproximó hacia él un enorme palo de acero preparándose para batallar con Mateo.

–Tienes una habilidad increíble, se nota que eres un espíritu de la guerra, justo como yo lo soy. – Mencionó el hombre cuando se lanzó y golpeó con el palo de acero a Mateo.

Mientras Mateo se encontraba casi inconsciente por el fuerte golpe recibido, Martín se arrastraba en el suelo buscando algo con lo cual pudiera liberarse de las sogas, hasta que encontró un vidrio el que utilizo para cortarla.

El hombre por segunda vez atacó a Mateo, pero, este logró esquivar el golpe utilizando su lanza, fue así cuando inició la batalla entre el hombre y el joven Mateo, ambos utilizando sus armas para generarse daño importante. Las técnicas del ciudadano rojo eran inigualables y Mateo recibió una paliza a causa de esto, pero, en ese momento Martín saltó para defender a su compañero y golpeó con una roca en la cabeza al ciudadano rojo.

– ¡Corre, Rojo!– Gritaba desesperadamente Martín mientras ayudaba a levantar a su compañero, el joven obedeció a su amigo y junto con él inició una huida aterrorizada, para después de esto esconderse en una rocas que se encontraban cerca.

En busca del momento perfecto Martín y Mateo analizaban un pequeño un hueco ubicado en una pared, en este podían huir de la complicada situación del momento y así fue. Mientras el habitante rojo buscaba desesperadamente a los jóvenes estos aprovecharon y huyeron del lugar, escondiéndose de roca en roca, y de escombro en escombro.

– Es mejor huir de estas personas, son peligrosas, tienen sus espíritus muy desarrollados.–Añadía Mateo. Los jóvenes corrieron cuando encontraron la oportunidad conveniente y se ubicaron detrás de un enorme muro que parecía ser la base de una antigua edificación.

– Creo que los perdimos, es mejor que busquemos un refugio, está oscureciendo y seremos presa fácil si no encontramos protección.–Mencionaba Martín tratando de alarmar a su compañero.

– Podemos pasar la noche en esa pequeña cabaña que se ve a lo lejos. Es la única oportunidad que tenemos para sobrevivir de los peligros de las Ruinas, pero, tranquilo ya estoy muy ambientado en este lugar.– Terminaba el comentario Mateo, buscando una manera de hacer sentir cómodo a su nuevo compañero del frío y la oscuridad de la noche.

La Zona QuiméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora