Capítulo 15." El Espíritu de la Guerra"

10 2 1
                                    

Martín, salió del salón corriendo y se sentó en pequeño muro cercano al lugar sujetándose la cabeza en expresión de agobio por lo que experimentaba. Mateo, llegó detrás del chico inmediatamente que este huyó.

- Lamento que todo esto esté pasando, mi hermana no sabe cómo tratar este tipo de cosas. Si necesitas tiempo para procesar todo, lo hablaré con ella. - Trataba de consolar Mateo a su amigo, pero este, no parecía estar tranquilo en absoluto.

- No vine hasta aquí para dirigir una guerra, no vine a esta zona y provoqué que muchas personas murieran para crear una maldita guerra. - Decía un enfurecido Martín entre lágrimas.

- Comprendo que debe ser una situación complicada. Pero... Martín, la Zona Blanca ya está buscándote. Vimos a los soldados blancos unas semanas atrás. Van a castigar a la zona. Necesitas darle un valor mayor a tu propósito. Si quieres destruir la división, si quieres destruir el proyecto de tu padre, no lo vas a lograr dialogando. Tienes un ejército que dirigir, eres el estandarte de todas las personas que están de este lado de la isla. - Trataba de convencer Mateo a su amigo, pero este solo le respondió. - Vete, necesito estar solo.

El muro donde Martín estaba sentando mostraba una vista a los escenarios que se vivían en la sociedad de las Ruinas. Martín, observaba directamente a un anciano que la luz del agujero del coliseo iluminaba. El anciano se encontraba observando una vegetación en el suelo, la cuidaba y se aseguraba que la ración de luz y agua que recibía esta vegetación fuese la adecuada. Después, Martín dirigió su mirada, a dos chicos sentados en el suelo riendo y besándose. La chica miraba directamente a los ojos del chico y lo abrazaba con mucha fuerza. Finalmente, observó toda la locación en la que se encontraban estas personas y se dió cuenta que aunque lucía increíble estaba sumergida metros bajo un coliseo antiguo y ocultándose, simplemente enterrada .

Las personas que se encontraban dentro del gran salón se cansaron de esperar por el chico y unos minutos antes de retirarse vieron a Martín entrar por la puerta.

- Necesitamos hablar sobre tu plan Esmeralda. - Dijo Martín inmediatamente al entrar

- ¿Qué necesitas hablar específicamente? - Preguntaba la chica.

- No podemos dirigir a todas estas personas a una posible guerra, hay personas inocentes que morirán. - Decía Martín ante los ojos de la chica y esta solo contestó.

- Así son las guerras. Aunque ves que todo en este lugar parece perfecto, no lo és. No damos abasto con la cantidad de personas que hay. Carecemos de recursos también. Mes a mes cambiamos de locación, hoy es un coliseo en ruinas, el mes siguiente una estación de tren, y el otro un edificio abandonado. Las personas parecen felices, pero, mueren muchas al transportarse de un lugar a otro o por la carencia de recursos. Creemos en tu visión Martín. Creemos en una isla mucho más equitativa.

- Aceptaré con solo una condición. No caerá una gota de sangre de personas inocentes. Ya sea de personas de cualquier zona, solo batallaremos contra aquellos que dificulten nuestra lucha por unificar las zonas y por destruir el proyecto Quimérico. - Establecía, Martín los parámetros que consideraba necesarios para la propuesta de Esmeralda y esta contestó, estar de acuerdo.

- Partiremos al Área Roja la próxima semana, hablarás con tu padre y la zona y los prepararás para lo que viene. Ejército de las Ruinas, necesitan estar preparados, porque entrenaremos a los habitantes rojos, los convertiremos en aliados. La Zona Roja, ha anhelado poder destruir la división durante mucho tiempo, es nuestra oportunidad.- Gritaba Esmeralda al ejército mientras estos golpeaban con su armas las mesas rítmicamente.

Cuando Martín y Mateo se encontraban afuera del gran salón, Esmeralda se les acercó.

- Tengo que agradecerte por la decisión que tomaste. Con el tiempo entenderás que fue lo correcto. Pero, tengo que informarte algo. Para poder formar parte del ejército te tenemos que entrenar. Estarás todos estos días como nuestro prisionero, hasta que Donovan te entrene. - Informaba Esmeralda para después marcharse.

- Donovan, es uno de los espíritus de la guerra más poderosos de las Ruinas, creo que mi hermana va muy en serio contigo Pecas. - Decía Mateo tratando de motivar a su amigo.

- Estaré encerrado una semana en una prisión mientras me entrenan. No suena del todo emocionante, Rojo. - Comentaba Martín sarcásticamente.

Mateo le contestó que no tenía que preocuparse de nada.

- Estaré contigo todos los días de la semana, no te dejaré solo.

Cuando, Esmeralda dirigió a Martín al interior de la prisión vió un cuarto donde se encontraba una chica durmiendo en una cama. Martín curioso se acercó a esta chica y al verla al rostro identificó que se trataba de Verónica.

Martín no podía creer lo que sus ojos veían. Se sorprendió tanto al verla.

- Yo conozco a esa chica. También pertenece a la Zona Blanca. Llegó conmigo en la expedición y la perdí de vista cuando fuimos atacados por los habitantes rojos.

- La encontramos hace una semana golpeada en medio de unos escombros. Misioneros trataron de ayudarla y traerla acá pero se negó, tuvieron que dormirla. Se ha levantado y no ha querido hablar mucho, solo ha dicho que se llama Verónica. - Dijo, Esmeralda a Martín.

- La conozco, necesito hablar con ella. - Repetía Martín.

- Creo que es mejor que les algo de tiempo.-Aconsejaba Mateo a su amigo.

Adaptarse a un nuevo lugar nunca es fácil. Martín tuvo que hacerlo desde que se quedó sin un lugar donde dormir y tenía que pasar la noche en edificios abandonados, pero, él sabía que ya no era el mismo Martín que llegó a la Zona Roja. Había vivido todo un proceso y su mentalidad se había transformado. En la celda Martín tenía algunas comodidades que no tuvo semanas anteriores, como una cama, un baño y varios libros para pasar el rato. Mateo, se encontraba fuera de la celda, al lado de su compañero todo el día, en algunas ocasiones se iba solo si necesitaba ir al baño o por orden de Esmeralda.

- Agradezco que estés conmigo todo el tiempo, pero, no tienes porque hacerlo, me siento muy bien aquí. - Conversaba Martín a Mateo del otro lado de la prisión. .

- Se que es difícil adaptarse a este nuevo proceso y a este nuevo lugar, Pecas. Quiero que no te sientas solo. -Contestaba, Mateo mientras tocaba la mano de Martín en unos de los tubos que dividía la prisión del exterior. Martín, solo sonreía al ver la actitud de Mateo.

-¿En qué se convirtió esto? - Preguntó Martín casi riéndose.

- Pues en nuestra historia quimérica creo. - Dijo Mateo burlándose.

- No lo llames así, lo arruinas. - Terminó la conversación Martín.

A las horas. Martín se levantó de su cama y vió a Verónica despierta desde la habitación.

- ¡Verónica, soy Martín! - Gritaba el chico. Aunque parecía un poco mareada Verónica giró su cabeza y al ver a Martín comenzó a llorar en el suelo.

- Creí que estabas muerto, creí que era la única que quedaba del Gran Navegante. Te he extrañado Martín, aunque seas un completo imbécil te extrañé. Decía Verónica con lágrimas en su rostro y con cierta expresión de alivio.

- Saldremos de esta Verónica, haremos justicia por nuestros amigos, por Francisco. - Dijo Martín mientras se le rompía la voz al borde del llanto..

Donovan interrumpió la conversación.

- Es hora de entrenar chico, te llevaré al lugar donde empezaremos. - Decía el joven, cuando sacaba a Martín de la celda.

-¡Vamos a hablar pronto Martín! - Gritaba Verónica al chico mientras era retirado del lugar.

-¿Conoces a esa chica? - Preguntaba curioso Donovan.

- ¿Por qué crees que me dijo eso? - Respondía Martín sarcásticamente.

- Una privilegiada, nunca se fijaría en mí. - Dijo entre dientes Donovan.

- Creo que escuché eso. - Bromeaba Martín a Donovan.

Martín, entró por una puerta que Donovan le señalaba y aquí vió un arsenal de armas de todo tipo en conjunto con un grupo de soldados de las Ruinas.

La Zona QuiméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora