Capítulo 16. "La Última Persona De Todas"

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Un sorprendido Martín veía todo lo que se encontraba en esa habitación.

- ¿Cómo han conseguido todas estas armas? Preguntaba Martín asustado.

- Los misioneros han viajado por las Ruinas consiguiendo armas que quedaron después de la guerra de la división, además de robar armas a algunos soldados blancos. Donovan sigilosamente agarró un palo de madera y golpeó fuertemente a Martín cerca de las costillas.

- Estoy desarmado ¿Por qué haces eso? - Reclamó Martín.

- La guerra no toma descansos, solo ocurre y te deja sin aire, justo como lo hace esta madera. Consigue un arma. - Instruía Donovan al chico. Corriendo el joven, tomó un escudo y en un ataque de Donovan se cubrió con este.

- Tienes que atacar, no solo huir y esconderte. Un espíritu de la guerra es elegido por el arma que más lo representa. - Continuaba diciendo Donovan.

Martín molesto contestó que no es un espíritu de la guerra. Y Donovan le insistía que solo tomara un arma. La que su supervivencia creyera necesaria. Martín tomó una especie de dagas y apuntó a Donovan amenazándolo de atacar a la cabeza.

- Elegiste unas garras de lóbrego condicionadas como dagas ¿Qué dice esto de tí? - Preguntó Donovan con el afán de instruir a Martín en su camino al auto descubrimiento.

- No tengo idea, solo fue lo primero que encontré. - Respondió el chico.

- Los espíritus de la guerra no surgen por casualidad. Me imagino que viste a Mateo usando su lanza en varias ocasiones ¿Cierto? Pues esto se debe a que tener esta habilidad es arte. El que hace Mateo es la danza de la lanza, en mi caso se me dan mejor las armas de fuego. Tienes que descubrir cual es tu inspiración para luchar, que es lo que te dice la guerra sobre tu interior. - Comentaba Donovan al joven mientras este intentaba hacer un proceso introspectivo para descubrir que le decía su espíritu interno.

Finalizado el entrenamiento Martín se sentía demasiado agotado, regresó a la prisión a descansar un poco y vio que Verónica se encontraba afuera esperándolo. La chica al verlo se abalanzó y lo abrazó.

- Me han dado libertad, dicen que estoy en mejores condiciones. Tu amigo pelirrojo se acaba de retirar, fue a hablar con la chica del arco y aproveché para esperarte aquí. - Dijo entusiasmada Verónica y con un tono nostálgico.

- Hemos sufrido bastante. Nos tenemos el uno al otro. Tenemos que darle un propósito mayor a este viaje. Comentaba el chico a su amiga.

- Martín, esta zona nos diezmó lentamente. Perdimos a nuestros amigos aquí. - Discutía Verónica.

- Yo pensé lo mismo, pero, cuando escapé del ataque encontré a Mateo, me salvó. Con el paso de las semanas me di cuenta que lucho por personas como él, como todas las personas de esta comunidad, lucho por una mejor sociedad para Mateo. Contestó Martín a su amiga. Verónica, sorprendida solo sonrió.

- Creo has encontrado un motor para tu propósito. El amor siempre nos vuelve más valientes, nos da esperanza, nos eleva, solo espero que no caigas porque puede doler. Sabes que te apoyo y desde que nos subimos en El Gran Navegante he creído en tu visión. Yo también soy parte de esto Martín, llegamos a esta zona con una misión. - Decía Verónica mientras el chico la abrazaba fuertemente.

Al cabo de unas horas Verónica se movilizaba por unas escaleras externas al coliseo, cuando por un momento un kornibus la sorprendió al elevarse por los aires y acercarse a ella. Verónica se paralizó en el suelo al ver la escena cuando escuchó un disparo a lo lejos que espantó a la enorme bestia del lugar.

- ¿Estás bien? - Preguntó Donovan.

- Nunca había visto una bestia tan de cerca. - Decía la chica con respiración agitada.

La Zona QuiméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora