Capítulo 9. "Los cuatro espíritus del archipiélago"

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 La pequeña y antigua casa parecía acogedora, al fin los jóvenes podían descansar de las complicadas experiencias que habían vivido. Cuatro paredes, una chimenea, una cama empolvada y un enorme y hermoso cuadro religioso que representaba a los cuatro espíritus del archipiélago, caracterizaban el espacio físico en el que Mateo y Martín se ubicaban. Ambos se quedaron en silencio por un período extenso de tiempo. Mateo, veía hacia el techo del refugio, mientras que Martín detenidamente observaba el cuadro colgado en la pared, empolvado e incluso rayado en un costado.

–Mi padre nunca ha querido hablar de los espíritus del archipiélago, siempre ha dicho que son estupideces humanas para buscar refugio en un lado, dice que los espíritus son solo habilidades que hemos desarrollado con el tiempo. – Rompía el silencio de la habitación Martín relatando la historia. Mateo, con una pequeña sonrisa en su rostro caminó en dirección al cuadro y lo ubicó frente a Martín.

–Pues tu padre es bastante escéptico para ser sincero. Los espíritus son parte de nuestra cultura, según cuenta la historia del archipiélago, cuando en el inicio el gran espíritu de la ciencia y la tecnología se expandió por el mundo creó los cuatro espíritus. El primero de ellos es el espíritu de las multitudes, mora en aquellos humanos que persuaden a cualquiera que se les acerque, casi al punto de dominar su mente y poner pensamientos contrarios a los que tenían antes, el segundo es el espíritu de las bestias, todo aquel que controle y domine a las bestias tiene este espíritu en su interior, vive entre las bestias más peligrosas y se protege con ellas, aunque claro ya sabemos que estos espíritus están extintos. El tercer espíritu es el de la guerra, las personas que nacieron con la habilidad de combatir y de derrotar a cualquier persona que se les ponga enfrente posee este espíritu, sin nunca haber entrenado, y el último espíritu es el de la tecnología, parte de aquellas personas que logran crear y construir artefactos inimaginables, principalmente arsenal de batalla con mucha facilidad. Los cuatro espíritus son derivados del más grande que se expandió en el archipiélago.

Nunca antes Martín había estado tan interesado por una historia, sabía claramente que su padre era un espíritu de las multitudes, sabía que el proyecto del sueño eterno había sido un reflejo de cómo se había manipulado la mente y emociones de las personas. Martín, vio en los ojos de Mateo sinceridad, seguridad y a la vez una gran historia. Después de escuchar sus relatos lo interrumpió con una pregunta - ¿Cuál es tu historia? - A lo que el joven pelirrojo asombrado por el interés de Martín comenzó a contar.

- Nací en la Ruinas, fue y ha sido mi cuna y mi hogar. Soy un misionero, hijo de una mujer extremadamente fuerte y rompe narices llamada Verano, mi madre tuvo tres hijos, Esmeralda, Pilar y yo. Verano era la líder de las Ruinas, una madre soltera, fuerte, que supo cómo dirigir a una gran población, lamentablemente nunca pude conocerla, no que yo recuerde, murió cuando yo no sabía caminar. Mí hermana Esmeralda nunca ha querido hablar sobre lo sucedido, nunca nos ha querido contar que fue lo que pasó, pero, muy tristemente tuvo que asumir el liderazgo de muy niña. Con el tiempo fui creciendo y me convertí en un gran guerrero, siempre dominé el arte de la lanza, siempre el espíritu de la batalla ha estado en mi interior. Mi hermana ha sabido planificar todo, ella me nombró un hombre de expedición y un hombre de las Ruinas.

La forma en la que Mateo relató su historia fue tan emocional que Martín empezó a desarrollar confianza en él.

- Creo que es tiempo que nos retiramos, nos espera un largo viaje. - Decía Martín tratando de demostrar confianza a Mateo. El miedo aún abundaba en los dos adolescentes, sabían que la familia que los había atacado podía aparecer en cualquier momento, pero, por otro lado, la soledad y silencio de las Ruinas les generaba confianza.

- Caminaremos hasta un antiguo hospital, este lugar es el camino perfecto para luego adentrarnos a la antigua ciudad y encontrar a mi grupo. - Parecía decir seriamente algo Mateo por primera vez. Martín a su vez solo asentía con la cabeza.

-Y bueno ¿Cuál es tu historia Pecas? - Trataba de romper nuevamente el hielo Mateo.

Martín no estaba completamente seguro de ser sincero con Mateo, al fin y al cabo era un desconocido, no sabía cómo reaccionaría ante la historia de cómo llegó a la Zona Roja.

- Soy Martín, vengo de muy lejos, de un lugar tan lejano que no entenderías, estoy huyendo de mi hogar y de mi pueblo, porque estoy en contra de sus políticas.

-¿De qué políticas hablas? - Preguntaba Mateo con curiosidad.

- En mi pueblo están estableciendo un proyecto que lleva años construyéndose, consiste en darle a las personas "la vida eterna por medio de un sueño" es una manera de hacerlas morir y desaparecer para siempre, pero, que su muerte los lleve al paraíso que en la tierra nunca pudieron vivir. Un lugar inexistente, mítico, imaginativo, un lugar donde sus sueños más profundos, sus deseos más intensos y sus anhelos más importantes van a ser eternos, ellos le llaman, la zona quimérica. - Contaba seriamente Martín a su compañero.

-Suena imposible, pero ¿Por qué te disgusta? No parece ser un gran problema, por el contrario suena como una solución.- Preguntaba Mateo sobre la historia de Martín.

- Es jodidamente difícil explicarlo. Quimérico, es un proyecto injusto, no todos lo tendrán, no todos serán parte. Los que viven en la miseria se tendrán que conformar con la zona que tienen y los que viven con privilegios podrán acceder a ese quimérico lugar ¿No te parece injusto? ¿No crees que es mejor construir ese mundo irreal en el mundo real? - Contestaba Martín.

Las historias y relatos de los jóvenes fueron interrumpidas por un asombro que brotó desde sus interiores y se reflejó en sus rostros, cuando vieron el hospital que estaban buscando, pero, este se encontraba totalmente dañado, llegando casi a su destrucción.

- ¿Por qué tenemos que meternos ahí? Tal vez podamos rodearlo. - Mencionaba Martín con voz temblorosa.

- Necesitamos conseguir suministros del lugar, después iremos a los túneles subterráneos, que nos llevarán al interior de la ciudad.- Contestaba Mateo con bastante seguridad. Ambos ingresaron por las puertas principales, topándose con un escenario bastante tétrico, parecía que ráfagas de aire con exuberante potencia habían penetrado el hospital, sin embargo, se mantenía en pie. El lugar había sido desalojado inmediatamente y una gran guerra había ocurrido dentro de sus paredes ya que en el suelo habían cadáveres con mucho tiempo de descomposición, casi llegando a convertirse en polvo.

- Siempre escuché historias de la guerra que dividió a la isla, pero, nunca caí en cuenta de lo catastrófica que fue. -Soltaba un comentario Martín por las imágenes que veía dentro del hospital.

-Debes estar bromeando, la guerra de la división fue una completa basura. Dos tontos adolescentes enamorados y estúpidos, empezaron a salir a escondidas de sus padres que eran líderes y mejores amigos, para que después las dos familias se convirtieron en rivales, como resultado de esa relación secreta y por la llegada de un hijo producto de un embarazo adolescente, que al final fue dado en adopción por no ser deseado. Ambas familias agruparon bandos y destruyeron la ciudad matándose unos a otros y al final en vista del desastre que habían creado huyeron cobardemente al norte de la isla, creando otra zona pura, un nuevo lugar donde nunca caería nunca una gota de sangre."La Zona Blanca", la división fue y seguirá siendo una completa basura y vergüenza para la historia del archipiélago. -Relataba Mateo, cuando de repente escucharon sonidos en el edificio y ambos fueron golpeados y capturados por personas que no lograban ver. Mateo y Martín fueron amarrados y cuando el impacto en sus cabezas había pasado, se dieron cuenta que la familia que los intentó asesinar en la iglesia, había seguido sus pasos y pretendían matarlos o incluso algo peor.

La familia sabía que los dos adolescentes eran presa fácil y que nadie los iba a rescatar.

-Cometieron un grave error, huir es catastrófico y ustedes lo hicieron, muy cobardemente se metieron en más problemas. - Decía el padre.

-Nunca quisimos molestarlos o hacerles daño, fue un malentendido todo lo que ocurrió, déjenos ir, olvidemos lo ocurrido de una vez por todas. - Decía Martín en desespero.

-¿Crees que así de fácil termina todo? Golpeaste a mi padre, casi le provocas la muerte, por eso arrancaremos cada parte de tu cuerpo y se la daremos de comer a las bestias. - Respondía uno de los hijos de la familia, mientras el otro hijo pateaba a Mateo en repetidas ocasiones.

La Zona QuiméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora