Capítulo 14. "Las Ruinas"

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El coliseo era de gran tamaño. Los jóvenes se movilizaban en el interior escuchando los gruñidos de los Kornibus a su alrededor y como las cadenas golpeaban al suelo cuando estos se elevaban y caían de nuevo.

- Ten cuidado con las trampas que ha puesto las Ruinas aquí, te guiaré por el camino correcto. - Advertía, Mateo a Martín, que aprovechaba el momento para ver su amigo con una expresión de seguridad y ternura. Martín, sabía en su interior que Mateo de verdad lo estaba cuidando. Su acción de cruzar la puerta y seguir a Mateo a pesar de la mentira sobre las Ruinas fue motivada por el apego que había desarrollado por el chico pelirrojo. Sabía que su objetivo era destruir Quimérico y traer equidad a la Isla Rosada, pero, Mateo significa un motor más para su plan, un motor más para intentar hacer las cosas bien. Martín, sufrió bastante desde que llegó a la Zona Roja, muchos quisieron hacerle daño, pero, Mateo no, por eso tenía su esperanza puesta en él.

En uno de los pasillos internos del coliseo Mateo se detuvo.

- Reconozco ese olor, tenemos que correr. - Mencionaba Mateo preocupado. Las paredes comenzaron a disparar una especie de gas.

- ¡Corre Martín, este gas quema la piel y se activa con sensores de calor! - Gritaba, Mateo mientras jalaba de la mano a Martín. El gas se expulsó rápidamente para llenar el pasillo en su totalidad. Los chicos brincaron hacia un especie de plataforma, no obstante, Mateo quedó fuera de esta.

- ¡ Martín, trata de saltar! - Gritó Mateo al observar como la plataforma se inclinaba hacia el centro del coliseo.

- ¡Voy a caer sobre esas cosas! - Gritaba Martín mientras se resbalaba de la plataforma y los kornibus volaban y extendían su pico para intentar agarrarlo. Mateo, desde la parte de arriba de la plataforma extendió su lanza para que Martín se sujetara.

- Míralos a los ojos, como hiciste con el lóbrego. - Aconsejaba Mateo. Cuando de pronto se escuchó un grito en el pasillo.

- ¡Jalen las cadenas! - Y sucedió de esta manera. Los kornibus, eran tirados hacia el centro del coliseo y la plataforma se estabilizó horizontalmente.

- Bienvenidos, a las Ruinas, soy la líder, Esmeralda, los estuve esperando por semanas.

Mateo, molesto por la situación se acercó a su hermana y gritándole le dijo.

- Eres una completa demente, pudiste habernos matado a ambos por activar esas malditas trampas y poner bestias en el interior del coliseo.

- Que susceptible eres. Déjame saludar al chico. Soy la líder de la comunidad de las Ruinas, no importa de donde vengas, probablemente has escuchado de nosotros. Espero que mi hermano no haya sido un completo imbécil durante todo este tiempo. Síganme, le mostraré el lugar a nuestro invitado especial. - Musitaba Esmeralda a un desconfiado Martín. La mujer caminaba con seguridad demostrando autoridad frente a los chicos, su pelo rubio despeinado se movía con el viento, en una de sus manos poseía un arco y en la espalda un puñado de flechas. Esmeralda, los guiaba por unas especie de escaleras subterráneas y por caminos que se iluminaban con luces oscuras. La chica abrió una puerta que desembocó en una enorme ciudad subterránea llena de personas trabajando, entrenando militarmente y disfrutando de tiempo grato con sus familias y amistades.

- Sí, probablemente, has escuchado que somos la comunidad más pobre de la Zona Roja, pero eso, fue historia que quedó en el pasado, ahora somos solo un mito. - Comentaba con sarcasmo Esmeralda.

Mientras se paseaban por el lugar Martín no dejaba de sorprenderse. La sociedad era enorme. El entrenamiento militar de los soldados le parecía muy interesante. Era una ciudad subterránea que parecía mucho más tranquila que la misma Zona Blanca. Este lugar tenía un desarrollo tecnológico notablemente inferior que a la zona de los privilegiados, pero, era destacable por la cantidad de recursos que tenían y la forma en que los moldeaban para convertirlos en armas o magníficas estructuras para la población que vivía en el interior de esos túneles bajo tierra. En el centro, una enorme fuente de luz natural que proveía a todo el coliseo y de donde provenían las cadenas que ataban a los Kornibus al centro. Todos trabajaban unidos, todos estaban distribuidos. Era muy diferente de lo que las personas relataban. Martín, imaginó a la población de las Ruinas como personas sin hogar, asesinas y con expresiones de sufrimiento. Sin embargo, observaba una sociedad organizada y protegida.

En un sector donde se establecían pequeños negocios, Esmeralda se detuvo sacó una de sus flechas y apuntó a lo lejos a una manzana que se encontraba cerca de un chico dormido. La flecha se incrustó tan fuerte en la manzana que está explotó en pedazos y de un susto despertó al chico.

-¡Donovan! necesito que abras las puertas del gran salón y te dirijas conmigo a una reunión importante, no te nombré entrenador del ejército para que duermas todo el día. - El chico asustado y con los ojos rojos por haber dormido tanto tiempo se dirigió con unas llaves al salón y dijo que de inmediato abriría las puertas. El chico era fuerte, su piel oscura y sus ojos de color terracota, características propias de los descendientes de las Islas Volcánicas del Sur. Cuando este abrió la puerta encontró un grupo de personas reunidas, todas lucían de forma similar, tenían armaduras, sus cabellos estaban despeinados, cargaban algún arma en sus brazos y tenían expresiones desafiantes. Inmediatamente, Martín puso un pie atrás y con miedo retrocedió. Esmeralda, le mencionó que entrara, que solo era una reunión importante en la que él tenía que estar presente. Mateo inmediatamente defendió a Martín.

- No tienes que entrar ahí si no quieres, si necesitas tiempo ellos pueden esperar.

- No hay tiempo que esperar, la reunión se tiene que dar en este instante. - Decía repulsivamente Esmeralda.

- No dejaré que nada, ni nadie te haga daño, estaré contigo en todo momento. - Prometía Mateo a su compañero. Y este al ver directo a sus ojos accedió a entrar al salón.

- Bienvenido Martín, hombre privilegiado desde la cuna a la Zona privilegiada de las Ruinas. Este es nuestro equipo de trabajo. Te comento que eres tan especial en el otro lado de la isla, como aquí ¿Sabes, por qué? La razón principal es porque eres el motor de nuestra batalla, eres el motor de lo que nuestros ancestros soñaron y anhelaron. Todos los soldados aquí presentes te respetan. Porque se ocupa mucha valentía para pasar por todo lo que has pasado. Te he estudiado Martín, desde que llegaste nadando hasta la zona con los hombres de expedición, conozco toda tu historia. Queremos entrenarte, formarte y guiarte para que guíes esta batalla. Por ahora seremos aliados en este camino. - Hablaba Esmeralda delante de los soldados del salón.

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