III

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"Once you taste pain, you'll taste it again"

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— Mi lealtad no está en juego— le dijo a su padre, con la mirada de un dragón asesino. ¿De dónde sacaba tanto coraje? ¿Por qué no se callaba y dejaba que todo eso terminara? No, estaba harto de dejar que otros tuvieran razón, estaba harto de dejarlos ganar solo por dejarlos hacerlo. No iba a dejar de pelear esta vez, no iba a perder para dejar ganar a su padre en algo que estaba mal.

— Elegiste tu bando con los dragones, por supuesto que está en juego— la voz de Estoico el Vasto se alzaba y creaba ecos en el lugar donde estaban, con solo la luz que se filtraba por la puerta de la celda iluminado sus rostros. Estaba lleno de furia y era normal que lo estuviera: su propio hijo era un traidor para ellos, aquel que pensó que podría ser la nueva esperanza de la isla era la misma decepción de siempre, no, era algo peor a aquella decepción: un traidor—. ¿Te das cuenta de la gente que pudo morir afuera?

— ¿Y tú te das cuenta de las masacres que has provocado?— le gritó el castaño, con un carácter que no parecía el suyo. Sus ojos parecían brillar en la oscuridad con ira contenida. Estoico lo dejó pasar y, sosteniendo la mirada, le contestó con un grito:

— ¡Se llevaron a tu madre!

— ¡Y nosotros hemos extinguido razas enteras!— su voz había salido con tal fuerza de su boca que quién estuviese fuera de la celda podría haberla escuchado sin problemas. Estoico, ante tal acto, levantó su mano y, con toda la fuerza que pudo juntar, le dió tal paliza a su hijo que el menor cayó con un sonido golpe al suelo. Sin embaego, manteniendo su increíble voluntad, Hiccup miró a su padre desde el suelo—. ¿Siempre harás eso? ¿Destrozar lo desconocido?

Estoico se dió media vuelta y caminó hacia la salida del lugar. Hiccup, con trabajos para incorporarse, mantuvo la firmeza en sus palabras y dijo:

— Mi lealtad no está en juego, pero no le tengo miedo a lo desconocido— su padre se detuvo un segundo, y en lugar de interpretar las palabras de su hijo, decidió hacerlo sentir peor de lo que el castaño ya se sentía:

— Tú nunca fuiste uno de nosotros—  el de ojos verdes estaba a nada de replicar, de decir que se enorgullezcía de no serlo, pero inmediatamente Estoico retomó la palabra—. Tú no eres mi hijo.

Cerró la puerta trás de él, e Hiccup escuchó las órdenes que daba a los que seguían afuera. "No lo dejen salir. Veremos qué otros secretos oculta".

Y aunque el Vikingo deseaba con todo su corazón llorar, tirarse en el suelo y entregarse al dolor que sentía desde el fondo de su alma hasta todo pequeño músculo que lo conformaba, se mantuvo en pie. Se limpió la cara con una de sus mangas y sintió ese líquido caliente saliendo de su cabeza: su propia sangre. Por algún motivo extraño se le hizo divertido, y comenzó a reírse. Primero lo hizo con un volumen bajo, como si tuviera miedo de que alguien lo escuchara. Pronto eso dejó de importarle y se rió tanto que le dolió estómago.

Dejó pasar un par de minutos más, y después se dijo a sí mismo: "Tengo que proteger a Chimuelo".

En la cala, Astrid estaba manteniendo al dragón entretenido, cuidando que no escapase y pusiera aún más en peligro a Hiccup.

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— IC3PEAK

VI

𝘼𝙡𝙡𝙞𝙚𝙜𝙖𝙣𝙘𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora