XII

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"A Broken Glass"

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— ¿Estás loco, hermano? ¿Sabes lo que es trabajar para los cazadores?— fue la primer respuesta que la propuesta del chico recibió, siendo de parte de Dagur. El pelirrojo miró al castaño como si estuviera loco, y de hecho todos ahí lo miraron así. Habían pasado dos semanas desde la batalla cruel donde tanto Dagur como Hiccup habían perdido un familiar, pero ambos habían reaccionado de formas distintas.

— Yo no estoy hablando de trabajar para ellos— el vikingo se acercó al berserker, aún con esa determinación en sus ojos, y, sin que nadie lo notase, llevando en su mano el cristal roto que cargaba consigo hace años—. Hablo de dar y recibir, de conseguir algo a cambio de todos los años que hemos peleado. De qué ambos lados ganemos.

— Eso no funcionará. Los cazadores siempre quieren más y nunca juegan justo.

— Eso es divertido viniendo de ti, Eret, Hijo de Eret— su fría mirada se posó en el pelinegro—, sobretodo sabiendo que eres un excazador del mismo Drago Manodura.

— Y justo por eso sé que cometes un error al pensar que nos dejarán en paz si nos aliamos— el pirata recibió la aprobación de varios de los presentes, incluidos los jinetes del mismo lugar que Hiccup, incluida Astrid, también—. Esto es una mala broma, ¿Cierto?

Los ojos del castaño no mostraron ningún signo de que hablara en broma, todo lo contrario. Sus ojos parecían brillar en el vacío, pero no mostraban duda ni nada parecido. En realidad no mostraban nada más que ese brillo extraño. Astrid lo miró a lo lejos, como era su costumbre, pero no vió a la persona que creía conocer, vió solo su apariencia vacía. ¿El duelo le había dejado así? Tal vez, pero no lo creía del todo, le parecía que ya era así y la muerte de Valka solo había agravado la situación; miró a través de la armadura y vió todas las cicatrices, las que habían cerrado años atrás y las recién abiertas, pero que se mantenían en su piel y jamás se borrarían. Miró su mano y vió el cristal casi roto, y entendió a la perfección (o al menos se creyó capaz de hacerlo) lo que le pasaba a su confidente.

— Hiccup Haddock, esto es un insulto y más te vale que estés haciendo un terrible chiste, o te mataré— dijo, de una forma amigable, la reina de los defensores del ala, levantando su arma en dirección al mencionado, que ni se inmutó—. Todos aquí estamos aliados para protegernos de un enemigo en común que son los cazadores, no para incluirlos a la alianza. Los tratados de paz que nuestras tribus tienen se sellaron y decidimos no aceptar a nadie más dentro de ellos.

— ¿Enserio no lo ven? — dijo el castaño, casi exasperado—. Es la única forma de protegernos: Aliarnos con ellos y pedir inmunidad para nuestras familias y tribus, darles lo que quieren y detener la guerra de una vez por todas— sus palabras hicieron eco, pues varios recién comprendían a qué se refería con 'darles lo que quieren', que claramente no era una ofrenda de paz. Hiccup hablaba de rendirse. Entre los cuatro jinetes Berkianos se escuchaban murmullos de 'no puede hablar enserio', '¿Se refiere a darles el Alfa?' 'sabia que era un traidor'. Ignoró los murmullos.

— La única manera de acabar la guerra es seguir luchando hasta matar al Alfa o a Drago— Eret hablo, también casi exasperado.

— ¿Y seguir perdiendo tiempo, recursos y personas?— gritó el menor. Dagur miró al suelo, pensando en su hermana, pero rápidamente se enfureció con su amigo.

— ¿Crees que tú madre o mi hermana querrían que nos rindieramos? ¡No! ¡Dieron su vida para que siguiéramos luchando y mataramos a los cazadores! ¡No para rendirnos!— le gritó también al castaño.

— ¿Han olvidado que ahora están aliados también con Grimmel? Si se le da la gana, nos podría matar ahora mismo. La única razón por la que no morimos en esa batalla es porque seguimos teniendo el Ojo del Dragón bajó nuestro poder y si nos matan lo perderán para siempre— dijo, y todos recordaron la batalla que habían perdido hace tan solo dos semanas. Solo un jinete quiso quejarse de que eso era mentira, pues el único que sabía dónde estaba tal artefacto era Hiccup, pero se contuvo—. Esa estrategia fue su forma de hacernos los tontos y asegurarse de que en una batalla real frente a los caudillos, los cazadores o quién fuera, estaríamos muertos. Bajaron nuestro número y nuestras defensas. No nos recuperaremos hasta dentro de bastante tiempo y si decidieran atacar justo ahora no llegaríamos al anochecer. Lo único que nos queda es proteger lo que nos queda y hacer la paz con ellos.

— Eso implicaría darles a los dragones que quieran y dejarlos desprotegidos.

— A veces tenemos que hacer sacrificios para poder sobrevivir— la mirada del castaño se llenó de algo nuevo: Seguridad, pero no la seguridad protectora a la que estaban tan acostumbrados, sino una seguridad asesina, que no les brindaba un solo sentimiento positivo, solo miedo de lo que ese chico decía—. Lo que importa ahora son nuestras tribus y poder proteger lo mejor que podamos desde ahí, empezando por nuestras vidas.

Presionó el cristal que había sujetado por los últimos cinco años, y por fin sintió como se convertía en miles de pedazos que se enterraba en su mano y le sacaban sangre. Por fin sintió algo quebrarse dentro de sí mismo y, por algún motivo que no comprendía, se sintió bien el quebrarse, se sintió terriblemente bien y le gustó. Estar roto no era tan malo después de todo.

Astrid se horrorizó al ver su mano en sangre y se acercó a él. Pidió, casi gritando, que le dejasen a solas con él, que la conversación terminaría más tarde.

Claramente no tenía idea de que a partir de ese momento, la idea se quedaría en la mente del muchacho, enterrada de la misma forma que los cristales en su mano, pero sin fuerza humana que pudiera sacarla. No sabía que en la mente del muchacho un plan se comenzaba a formar,pero para conseguirlo tenía que iré esa misma noche.

Tenía que mentirle a Astrid.

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— Matt Benett

XI

𝘼𝙡𝙡𝙞𝙚𝙜𝙖𝙣𝙘𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora