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“Pack It All In A One Suitcase”

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— Los humanos somos unos ineptos— dijo, como si fuera lo más normal decir cosas así de la nada. Sus ojos parecían brillar en la oscuridad, pero no lo hacían. Solo era una ilusión que nadie vería, puesto que seguía encerrado en la celda, con la cara llena de sangre seca y una sonrisa genuina en el rostro. Fuera de la celda había gente. No sabía quiénes eran y, a decir verdad, no le importaba. No hablaban con él, solo lo escuchaban en silencio—. Si dejáramos de ser tan egoístas, seguramente estaríamos mejor.

Habían pasado varias horas desde que su padre lo había dejado. La sangre se había secado y sus pensamientos se habían mezclado entre sí. Sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad y la disfrutaban. Se había envuelto con alguna tela que estaba tirada en el suelo y sentado con la espalda recargada en la puerta. Se quedó en silencio. Su padre habría revisado sus pertenencias, pero seguramente no había encontrado nada. Hiccup había tenido la precaución de limpiar su cuarto y la herrería de cualquier evidencia que pudo haber dejado de Chimuelo, quemando todo excepto su cuaderno, que estaba en un tronco seco dentro del claro.

Sus pensamientos gustaban en torno a muchas cosas, pero siempre volvía a Astrid y Chimuelo, que debían estar en la cala, si es que nada malo les había pasado a ellos. ¿Cómo podría pasarles algo? Estaban lejos, muy lejos y los vikingo no tenían idea de en donde buscar.

Escuchó pasos acercarse. No necesitaba ser inteligente para saber que era su padre, o el que lo había sido. Claro estaba que no lo iba a llamar así nunca más: le acababa de decir que no era su hijo, y orgullo seguía teniendo el chico. El castaño se levantó rápidamente y alejó de la puerta, dejando la tela en el suelo. Justo a tiempo, pues un instante después Estoico entró a la habitación. Hiccup tenía preparadas varias bromas ácidas, pero decidió mantenerse callado por un momento, dejando al  jefe ser quien hablase.

— Te voy a hacer preguntas y tú las vas a contestar, ¿Entendiste?— dijo con voz áspera. Parecía que no había notado que Astrid había desaparecido completamente desde que inició la pelea, que no había encontrado los secretos que buscaba y, sobre todo, que no quería hablarle. Hipo se mantuvo en silencio con una expresión seria— ¿Entendiste?— repitió más fuerte, esperando intimidar al menor, pero el chico se mantuvo exactamente en donde estaba.

— Si no lo hago, ¿Me sacas más sangre o solo me quedo encerrado por horas?— fueron las palabras que salieron de su boca, ásperas, casi sin sentimiento, ni siquiera sarcasmo, que habría sido lo normal. Estoico miró a quien fuera que tenía en frente y no lo reconoció.

— ¿Quién eres y qué hiciste con mi hijo?

— Pensé que no era tu hijo— dijo, divertido. Casi podía sentir esa extraña felicidad que debía ser imposible en ese momento—. Creí que si no era lo que tú esperabas, no valía la pena llamarme hijo.

— Cállate— dijo autoritariamente al chico, acercándose y viendo su cara llena de sangre, con una cicatriz en la frente. El mayor lo miró con preocupación por primera vez en todo el día, al darse cuenta de que él había herido a su hijo, él mismo había hecho lo que el dragón más peligroso de todos no había. El pesadilla monstruosa lo había protegido y él lo había herido. Vaya ironía—. Solo responde mis preguntas y Gothi curará tus heridas.

— ¿Las físicas o las mentales?

— Basta, Hiccup— gritó fuertemente el de cabellos rojos. Tomó a Hipo del brazo y lo jaló fuera la celda. El castaño ni siquiera opuso resistencia alguna, simplemente dejó que lo jalara y vió a la vikingos mirarlo con desprecio y temor a la vez, cosa que casi hace reír al chico, de no se por verla a ella entre la multitud. Sus miradas se encontraron y vió la culpa en los ojos de Astrid. ¿Qué hacia ahí? ¿Estaba bien?
¿Chimuelo estaba bien? ¿Qué había pasado en las horas que había perdido? Las respuestas eran casi inexistentes.

𝘼𝙡𝙡𝙞𝙚𝙜𝙖𝙣𝙘𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora